La
situación económica del país era abrumadora, las reformas que se ejecutan cada
dos meses en aumento de precios en la gasolina, planillas básicas y nuevos
impuestos no permitía originar emprendimientos sostenibles, por ende las alzas
también afectaban a las empresas ya establecidas en sus procesos y la entrada
de inmigrantes que ofrecían mano de obra barata incremento el desempleo para
los nacionales como a su vez el subempleo también se vio aumentado y acaparado
por aquellos que se partían el lomo por un tercio de lo que ganaría un local.
Muchos
inmigrantes disponían de títulos profesionales de tercer nivel y otros de
cuarto nivel, por la situación existente no podían validarlos en el país para
poder ejercer su profesión, otros se unieron con amigos y familiares para
tratar de subsistir en el país.
Hubo
quienes acondicionaron cuartos con varias literas para asi alquilar a los
inmigrantes y obtener un ingreso fijo que aunque era chico este alivianaba un
poco, también existieron terribles casos de crimen contra los dueños de los
inmuebles, pero dichos asuntos fueron opacados con la ola de crimen que azotaba
en la costa, asaltos a camiones de gas, carros de fumigación, asesinato de
policías, aumento de venta de droga en colegios, zonas bajo control de
pandilleros y escándalos políticos por doquier.
Entre
tantas restricciones para poder subsistir se suma el nivel de ignorancia,
muchas pseudoempresas que ofrecían servicios de compra y venta de acciones en
la bolsa no eran más que negocios piramidales que lograban captar incautos
desesperados por ser ricos en cuestión de días.
El
costo de vivir era enorme comparado con un sueldo básico, por lo tanto muchas
personas en su juventud aun viviendo con sus padres buscaban estudiar para asi
aspirar mejores opciones y otras que se encontraban entre la espada y la pared
recurrían a prestar dinero de las formas menos adecuadas.
Las
famosas culebras como se les conoce, personas dedicadas a prestar sumas de
dinero sin ningún tipo de burocracia, pero con altas tasas de interés y el
riesgo enorme de que al no poder pagarles eran cazados por cobradores
motorizados, la deuda tenía la característica de ser transmisible a familiares
cercanos asi que aun muerto el deudor los cercanos pagaban su desesperación con
creces.
El
intenso estrés y miedo asolaba las ciudades, durante varios meses aparecieron
cadáveres de criminales acribillados siempre junto un poste o señal de transito
con la palabra justicia en un papel, en otras provincias eran encontrados
violadores encadenados en algún poste de luz y con los genitales quemados,
también eran atrapados ladrones de poca monta con un par de dedos mochados o
una mano menos, en medio de centros de salud balbuceando haber visto a un
verdugo en persona.
En
diversos cantones sospechaban que el gobierno volvió a incurrir a los
escuadrones de la muerte, una medida extremista para sembrar miedo en la
delincuencia, en ciertos momentos fue aplicada con tal brutalidad y poco
criterio que existieron inocentes desaparecidos, muchachos que salían en altas
horas de la noche de sus clases y que nunca volvieron, pero años después
aparecerían a cientos de kilómetros de sus hogares restos de ellos.
Conforme
la situación económica se volvía más insostenibles aumento el morbo insano de
aquellos que poseían poder y dinero por el entretenimiento. Se creó una casa de
apuestas clandestina que usaba un juego bien conocido y temido por muchos.
La
ruleta, era jugada con un revolver de tambor para seis balas que dependiendo
los participantes y los montos aumentaban estas. Los participantes solían ser
personas con deudas enormes que superaban los cinco ceros, presos condenados a
cadena perpetua por crímenes de cuello blanco y sujetos que buscaban dinero
desesperadamente.
Cada
quincena y fin de mes se efectuaban las apuestas, en esos días se jugaban tres
rondas. La primera consistía en personas que buscaban liberarse de su deuda con
culebras, pero participaban un total de seis y se ponía una sola bala en el
revólver, se jalaba el gatillo hasta que exista un muerto y se cargaba dos
veces más el arma, los sobrevivientes obtenían el perdón de sus deudas y una
compensación de dinero extra con la condición de guardar silencio sepulcral de
todo.
La
segunda ronda consistía en una mesa de cinco personas las cuales buscaban ser absueltos
de sus crímenes, se les prometía ser librados de los cargos siempre y cuando
estos no sean de tipo violento contra las personas, era común ver estafadores,
empresarios y políticos corruptos en estas mesas los cuales si lograban
sobrevivir al juego eran desaparecidos del país.
Para
jugar se efectuaba el mismo método que la primera ronde pero se cargaba cuatro
veces el arma, la trampa detrás de esta ronda consistía que si en un plazo
menor a dos días el sobreviviente no salía del país era asesinado de manera
extraña por lo cual esto era una clausula oculta en caso de generarse mucha
polémica por haber sido liberada aquella persona.
La
tercera ronda era jugada por personas que necesitaban grandes cantidades de
dinero, hubo casos excepcionales de competidores que lo hacían solo por sentir
la emoción de jalar el gatillo y sobrevivir aquel fatal destino.
El
premio era sumamente cuantioso y de un total de seis participantes solo uno
sobrevivía, se le daba también la opción de poder participar en la siguiente
fecha y obtener tres veces el premio en caso de que el gane la partida otra
vez.
Dicha
casa de contratación se encontraba en un sótano del principal paseo comercial
del centro de la ciudad donde había un bar que reunía todos los chismes de la
ciudad, farándula, políticos, pandillas e incluso sobre rumores pero el costo a
pagar era inmenso claro que dependiendo que información era requerida.
El
sol resplandecía con fuerza y un betunero de edad mayor se acobijaba sentado en
la sombra de un negocio de jeans, a lo lejos pudo notar como caminaba hacia la
puerta un hombre alto y con camisa negra.
—Estimado
amigo me ayudaría con una dirección—pronuncio el hombre que se le acercó al
betunero.
—Dígame
donde desea llegar y con gusto intentare en ayudarle, este pobre viejo conoce
las calles de memoria—sonrió el betunero que no lograba ver bien el rostro del
sujeto por la luz del sol.
—Busco
un lugar donde pueda hacer mucho dinero y saber de todo un poco, acaso usted
conoce mi buen señor—sonrió mientras estiro su mano dándole un billete de
veinte dólares.
—
¿Que haría por tener todo el dinero y la información que le satisfaga? —tomo el
billete y vio de pies a cabeza al hombre, mientras saco un celular viejo de sus
bolsillos.
—Daria
hasta mi vida entera por la cantidad que busco y a su vez deseo salir lleno de
conocimiento—le entrego una moneda de un dólar de las que poseen la imagen de
una aborigen.
—Entonces
entra al local y di en la caja que vienes para comprar cinco jean azul talla
treinta y ocho—el hombre pareció escribir un mensaje en el celular mientras
seguía sentado viendo con seriedad al sujeto de pie.
—Listo
será un placer y le agradezco por todo—camino con una sonrisa enorme como si
hubiese hallado una mina de oro.
En
el interior del local había muchas personas probándose pantalones, conversando
entre si e incluso esposos viendo el futbol unos asientos mientras sus mujeres
hacían probar la ropa a los niños, era plena época escolar asi que estaban a
reventar.
El
tipo cogió un ticket para que le atiendan y tomó asiento cerca de la caja
mientras todos veían el partido en el televisor.
—
¡Que mierda de equipo! Siempre pasan perdiendo y aun asi cobran bien esos
miserables—refunfuño un hombre de aspecto masivo, apenas entraba en la silla
aunque los pliegues de piel se le notaban en la camisa que estaba por reventar.
—Ni
que lo diga, cobran un par de miles y son tan miserables que no pueden pagar
por una manutención, porque para revolcarse si son buenos pero ser padre nada
que ver—otro tipo le siguió la corriente al primero.
—Son
unos miserables esos jugadores, claro que no todos son asi, pero imagínate
incluso tienen el descaro de postularse para cargos públicos los ignorantes, no
saben ni siquiera leer muchos de ellos y otros hablan como si estuviese
mascando una tuza de choclo—un tercero intervino y se le notaba el enojo en el
rostro.
—Son
un completo problema, pero que se puede hacer con ellos, lo único es ver que
tal es el clásico en los próximos días—comentó el sujeto que alto de camiseta
negra.
—Claro
que sí, hace más de tres años que no hay una final de copa que sea un clásico
de la ciudad, no por nada eligieron el Estadio Majestuoso con capacidad de
cincuenta mil personas y desde hace un mes todas las entradas de general están
vendidas—respondió el hombre voluptuoso mientras su mujer le llamaba, hizo seña
de despedirse con la mano y se marchó.
—Ese
día va existir demasiada seguridad, con los acontecimientos de hoy en día y la
noticia de hace una semana es imposible sentirse seguro aun rodeado de
personas, quien será aquel malparido que mató a los policías que custodiaban al
corrupto ese del director del seguro—comentó aquel que hace poco estaba
enojado.
—Ni
que lo diga, por mi trabajo vendiendo licor hasta altas horas de las noches
tengo que poseer un arma en caso que algo suceda, incluso por mi sector
apareció una de las víctimas de ese carnicero, aquel despojo de carne en vida
fue un borracho bullicioso, malhumorado, pero que en su sobriedad se dedicaba a
jugar naipes conmigo y los demás del barrio, era un demonio con la bebida y no
merecía tal muerte por más miserable que pudo ser—musitó con amargura el otro
señor.
—El
crimen está en un crecimiento enorme, incluso si consideramos que los mismos
policías no pueden protegerse de los ataques que están teniendo—dijo el hombre
de camisa negra mientras notó que una muchacha en la caja le llamaba aunque aún
no era su torno.
—Ni
que lo digas hermano, quizás a este paso con los policía suceda lo mismo que ocurrió
con los agentes de tránsito, en mi opinión es una mejor idea que el municipio
los maneje, el gobierno poco hace a más de aumentar tasas de impuesto y plazas
de trabajo en vez de promover el comercio, yo soy de los que apoya al partido
hawisqa en las siguientes elecciones para alcaldía, aunque muchos no lo ven
como opción viable en mi pensar ese muchacho tiene estudios, experiencia la
demostró en su anterior cargo y es un hombre que sabe de comercio—
—Yo
también tengo mis dudas sobre a quién darle el voto, aunque el alcalde tiene
tres periodos y solo puede uno más ya comienzo a sentir que está apestando en
el puesto, sumado que era muy amigo del corrupto prófugo ese que ocasionó tanta
desgracia—
—Bueno
señores me despido fue un gusto haber intercambiado palabras con usted y espero
les vaya bien—dijo el tipo de camisa oscura mientras se despidió con su mano.
—Muy
educado amigo, de igual forma pero dígame ¿por quién votaría para alcalde? —le
pregunto el hombre que mencionó tener una licorera.
—Tendría
que pensarlo mucho siendo sincero pero la verdad es que me inclino hacia un
alcalde joven, fresco y con ideas nuevas aunque aún falta un año para
elecciones y el panorama puede cambiar incluso creo que el momento decisivo es
cuando hagan el debate televisado—se despidió con la mano mientras la cajera le
espero sonriente.
—Bueno
aquel hombre tiene razón en un año muchas cosas pueden pasar y el debate
siempre es donde se marca un claro ganador, asi que deberíamos tener paciencia
y leer bien las propuestas—afirmó el otro sujeto.
El
hombre alto se acercó a la caja donde estaba una muchacha, menuda de sonrisa
agraciada y de ojos vivos.
—Es
un gusto señor ¿Dígame en que puedo ayudarle? —sonrió la muchacha acercándole
una especie de catálogo de plástico.
—Estoy
buscando cinco jean azul talla treinta y ocho solo eso—le devolvió la sonrisa
que dejo a la muchacha encantada y reacciono de inmediato.
—Ohh
comprendo, venga por aquí entonces y espéreme dentro—le guio hasta un probador
que estaba atrás de la caja con un letrero de dañado, en el interior notó una
puerta por la cual entro y comenzó a descender, contó quince escalones y al
terminar había un sujeto sentado en un banco, bastante grande y bien fornido.
—Alce
las manos y manténgalas asi mientras le reviso, son políticas del lugar, un
consejo no sea imprudente y no intente ninguna locura—la voz del sujeto era
rasposa como si pasara todo el día fumando.
—Gracias
y me portare bien aquí—había bajado las manos, una puerta le fue abierta y
podía contemplarse varias personas bebiendo, conversando entre ellas en lo que
era una gran sala con mesas de billar y en el fondo una barra de tragos. Se
acercó hasta la barra y llamo al bartender mientras varias personas le veían de
pies a cabeza, era nuevo en aquel sitio asi que les intranquilizó un poco.
—Buenas
vengo a ver al Ruiseñor ¿Dónde puedo encontrarle? —
—
¿Cuál es su asunto con él y quien es usted? —le preguntó el bartender mientras
se le acercaba.
—Vengo
por información y dígale que es de parte de Juan Quiroz—comenzó a comer unos manís
que había en un pocillo cerca suyo.
—Disculpe,
no sabía que venía de parte del Señor Quiroz, ¿Qué trago le gustaría mientras
espera?, pierda cuidado la casa invita—se puso nervioso, recordó enseguida
quien era dicha persona.
—Sírveme
una botella de ron más fuerte que tengas seco y toma tu tiempo—el bartender
comenzó a buscar entre las botellas para prepararle el trago.
—Es
poco usual ver caras nuevas por aquí y en especial un rostro que no reconozco
de los medios, política o deporte—se había acercado a él una mujer de cabellos
largos churrudos como oro y un vestido rojo ceñido al cuerpo,
—Ando
de pasada nada más y ¿Usted está acompañada señorita?—tomó el trago que le
sirvió el muchacho mientras este fue a una parte atrás de la barra una especie
de cuarto.
—Sola,
siempre vengo sola a este lugar esperando que la bebida y alguno que otro
caballero me entretenga la tarde, noche o madrugada como disponga el día, pero
solo encuentro hombres buscando dinero, librarse de problemas o con ganas de
revolcarse como gatos en celos y por lo que su mano muestra es casado—sus
labios estaban pintados de un tono ligero pero provocativo, su mirada era perspicaz
y su lengua suelta.
—Soy
viudo la verdad y muy respetuoso con ella aunque ha pasado tantísimo tiempo, le
cuento que yo vine aquí por información y conocer este lugar me daba curiosidad,
pero me apena su caso por no encontrar un hombre que llene sus expectativas
aunque debe ser muy difícil por su belleza e inteligencia, apenas hablé con el
bartender camino hacia aquí, hizo como que pasaba detrás mío mientras forzó una
conversa con un sujeto para poder escuchar mi razón de estar aquí e incluso
ahora se acercó abiertamente asi que asumiré que le cause interés o algo
busca—le sonrió mientras de un sorbo se acabó el trago que le sirvió el
muchacho.
—Usted
es muy perceptivo, diría que es como si tuviese ojos en la nuca y si admito que
me acerqué a usted porque ando buscando a Juan Quiroz, tenemos un asunto que
saldar así que me gustaría que me guie donde se encuentra—sacó debajo de su
vestido una pequeña y diminuta arma con la cual le apuntó mientras se recostó
en su hombro para disimular.
—Eres
bien osada, demasiado y me divierte eso, pero si me permites terminar de hacer
lo que vine te llevare con él—el bartender le aviso que vaya a una habitación a
la derecha donde le esperaba el Ruiseñor.
—Cariño
si te mueves será dañino para ti, vamos mejor retirémonos y dialogamos mejor—se
acercó para darle un beso en la mejilla pero con un movimiento de la mano él al
distancio y se levantó sin importarle, ella sintió una pequeña presión de la
mano que sujetaba el arma y cuando reaccionó no la poseía entre las manos, se
la había arrebatado sin casi percatarse, estaba sorprendida por aquellas manos
tan diestras y el coraje le hizo hervir la sangre.
—Sírvele
lo que desee la señorita—le dijo al bartender dándole una palmada en el brazo.
—Por cierto volveré dentro de poco para que sigamos conversando—hizo un gesto
con la mano y abrió la puerta.
En
el interior podía ver un hombre enorme, con camiseta floreada casi
desabotonada, una leva blanca al igual que su pantalón, un sombrero del mismo
tono y fumando mientras veía un partido.
—
¡Por un carajo! ¡Pendejos de mierda! ¡Aposte a su favor y pierden!, ya me
comenzó a saber a mierda el día, bueno que se le puede hacer, dime que desea
saber Juanjo y como le va—el rostro ya no estaba tan rojo y hablaba agitado
mostrando una papada temblorosa.
—Le
va bien la verdad y vengo porque me recomendó hablar con usted, ¿Deseo saber aquellos
rumores que existen en el oeste de la ciudad sobre un hombre que todo lo ve?
—tomó asiento mientras notó que el tipo comenzó a toser como perro viejo.
—
¿Para qué Juan José Quiroz quiere saber sobre algo que ocurre en el Oeste?
¿Quién eres tú en primer lugar? —prendió otro cigarrillo mientras le veía fijo,
había conocido muchísimas personas en su vida pero aquel hombre ante él era muy
desagradable, le provocaba intranquilidad como un depredador.
—Mi
nombre es Jacinto Jurado Yana y solo me pidieron que venga hacia usted para que
me informe de aquellos datos asi que desconozco por cuales motivos andan detrás
de eso—hizo gestos con las manos mientras hablaba.
—Mmm
nunca escuché de tu nombre en sus mensajeros, pero si habéis llegado hasta aquí
presentándote por él y haciendo todo el trámite lo consideraré, te voy a contar
todo lo que ha llegado a mí, pero dependerá de ti creer o no, la verdad es una
historia súper extraña—se sacó el cigarrillo, lo puso en el cenicero mientras
comenzó a hurgar en un pocillo con maní y habas.
—No
tengo prejuicios asi que cuénteme y trataré de entender todo lo que me
diga—sonrió, había dado con el clavo e incluso la mujer que le esperaba parecía
serle de utilidad asi que se sintió victorioso, apoyó sus codos en las rodillas
mientras aquel sujeto voluminoso comenzó a narrarle las historias, rumores y
chismes de las calles en el oeste de la ciudad.