Las
noches en el campo son tenebrosas para quienes están acostumbrados a la ciudad,
los ojos se han hecho tanto a la luz de los postes que el lejano resplandor de
las estrellas les intimida, con suerte cada kilómetro se puede divisar a lo
lejos un poste viejo de luz tan tenue que
la oscuridad devora su resplandor escupiéndolo en un leve destello
paupérrimo.
Vivir
en una finca junto a la montaña te dota de mucha sombra, pero en las noches sin
estrellas es un manto de oscuridad perenne que te cobija y te invita a las
pesadillas más siniestras, el sonido de algo estremeciéndose entre los arbustos
dispara la imaginación, el viento susurra palabras inatendibles que parecen
maldiciones y los arboles esbozan sombras siniestras.
Mi
casa está repleta de luces como si fuese navidad, en las noches la oscuridad
devora los sembríos y caminos, parece como si estuviese en las fauces de alguna
bestia abismal, el establo se mantiene con una tenue luz naranja que mi padre
colocó para que el terreno no se vea tan sombrío...
En
mis veintitantos años he logrado caer en tal profunda depresión que parezco
alguien de medio siglo de edad, ojeras tan negras como mapache y con una
delgadez digna de sentir dolor por el viento, parece que en mi cuerpo no
quedará ningún tipo de fuerza y que estoy esperando mi muerte.
La
soledad me está carcomiendo tan lentamente que me vuelvo una cascara de aquella
persona que fui alguna vez, veo formas en las sombras y en todos lados, los
arbustos parecen confusos conforme la noche cae y escucho unas voces alrededor
de mí que murmuran algo inatendible como si la tierra me hablase o quizás son
mi imaginación.
La
necesidad de contacto humano me hace hablar con los escasos animales, contarles
mis días de escuela, colegio, mi relación con mis padres, incluso he llegado
abrazar un par de ovejas por sentir afecto pero se alejan de mí y parecen
temerme, claro que no más a lo que ruge en la montaña. El miedo desesperante a
saber que algún momento solo quedare yo y tendré que suicidarme para no darle
el gusto de ser su juguete.
En
las noches me refugio en el sótano de mi casa y los animales no salen del
establo ni emiten ningún ruido por miedo a ser visto por la bestia.
Esa
criatura, monstruo o aberración es casi indescriptible e imparable, su aspecto
enloquecedor y el desafío a la normalidad que hace su existencia me hace creer
que el infierno se ha soltado...
Hace
dos años decidimos comprar esta finca con mis padres y vivir en ella por las
vacaciones, pero solo el cielo sabe que tan equivocados estábamos, nos metimos
en una horca con un verdugo morboso y lento jugando con nuestras vidas.
En
el primer mes de vivir aquí pude notar que en la montaña, los arboles estaban
caídos y muchos animales eran devorados como si un tigre los hubiese cazado,
habían partes por un lado y otro como si se hubiese dedicado a despedazar en
vez de comer.
Mi
padre siempre adoro la caza así que trajo bastantes armas con él y a su vez
temía de ladrones de ganado, pero que inoportuno mal nos podríamos encontrar
aquí que incluso las balas eran diminutas ante él, decidimos hacer turnos
aprovechando el ático de la casa como mirador y ver qué era lo que mataba a los
animales durante la noche.
Al
cabo de una semana de guardia los animales en la montaña no morían, todos los
arboles seguían normales, pero habían marcas de garras enormes en los terrenos
cercanos a la finca.
Tales
marcas parecían ser de alguna bestia cuadrúpeda con un tamaño nunca antes
visto, debería por lo mínimo ser igual de grande que un elefante que vi en un
circo cuando tenía diez año e incluso recordé que ver aquel animal por su porte
de niño me dio temor, pero ahora los huesos me temblaban y el respirar costaba,
algo tan grande y carnívoro asecha alrededor de nosotros.
Junto
a mis padres pensábamos irnos de este maldito lugar y volver a la ciudad, que
importa perder dinero si no tienes una vida que disfrutar, pero pensamos que
partir de repente era muy alterado y debía ir de mañana cuando no lográbamos
ver huellas ni animales muertos.
Mi
madre que no vio las huellas pensó que quizás por azares del maldito destino un
oso se perdió de un circo y llego a la montaña, pero aquellas huella eran tan
grandes que su idea estaba equivocada, cuanto hubiese amado que fuera solo un
oso, a la mañana siguiente cuando planeábamos escapar pude notar algo que me
hizo estremecer y mi padre estaba pálido, huellas, fueron encontradas en todos
los extremos de la finca, como que si aquella abominación nos estuviese
vigilando.
Ohh
cruel destino que nos atormentaba, mi padre temía ante la idea que dicha bestia
pudiera leer la mente, nadie la había visto y tampoco deseábamos eso, pero la
sola pizca de incertidumbre que a tu alrededor existe un depredador que vigila
tus pasos es suficiente para no sentir gusto por comer.
Cada
comida del día tenía un solo sabor, miedo, angustia, desesperación y conforme
pasaban horas y los días, fuimos dándonos cuenta que un círculo de piedras se
formaba en la finca, aquella bestia se tomó la molestia que en la oscuridad
colocaba piedras de tal forma que nos decía: “Solo de aquí hasta acá pueden
andar”.
Mi
madre sufría crisis nerviosas, se pasaba horas sollozando que lo que sucedía
debía ser un sueño y a veces parecía una niña chiquita, la encontraba sentada
en su habitación dibujando un bosque, pero siempre había unos ojos rojos entre
los arbustos y una sombra con ellos. Ella fue profesora de bellas artes y ahora
solo se dedicaba hacer el mismo dibujo, con mi padre tratábamos de calmarla,
pero cuando llegaba a un punto de relajarse comenzaba a balbucear que un día se
levantó como si algo le llamase y de pronto se ponía aún más nerviosa que
antes, comenzamos a creer que ella se acercó a una ventana y vio a la bestia,
esos ojos que dibujaba le pertenecían y algún maleficio había hecho o quizás la
cordura de mi madre se comenzó a resquebrajar a ver qué era lo que nos daba
caza.
Mi
padre comenzó a tomar su rifle y se quedaba en la noche de turno, me aviso que
si veía algo me llamaría enseguida antes de que pensara en dispararle. Aunque
también tenía miedo de que había hecho poner mal a mi madre él ansiaba más que
nada tratar de ponerle fin a todo sea para bien o para mal, aquellos ojos
incandescentes, caóticos capaces de llevar a la locura a mi madre nos estaban
quebrando a nosotros, la casa estaba pintada en todas las paredes, en la
madrugada ella se despertaba y se ponía a dibujarlos donde no hubiese como si
deseara ver cada rincón, aun siendo solo simples pinturas podía sentir como si
algo me viese de todos lados.
Yo
no dormía casi, sentía miedo todas las noches, pensaba que algo pasaría y no
podríamos hacerle nada, maldita sea mi boca porque aquello que más temía
sucedió y es mi verdugo hasta el día de hoy.
Mi
padre fue a mi habitación me sacudió fuerte como cuando había temblor, su
rostro estaba pálido y lleno de sudor a tal nivel que brillaba con la poca luz
que lo podía ver. Tome otro rifle y subimos al ático donde por un costado
distinguimos a la bestia, acababa de agarrar un chancho con una garra y lo
comenzó a comer, nos temblaron las manos y decidimos que para matarlo debíamos
usar algún tipo de armamento más fuerte o una trampa.
Era
enorme, de un tipo de pelaje oscuro y de aspecto crespo, sus ojos refulgentes a
un rojo carmesí eran tal como los pintaba mi madre y sus patas se mostraban
firme llenas de músculo, era imponente, colosal e incluso si no hubiese sentido
miedo diría que era una bestia magnífica que hacía ver el rey de la jungla como
una de sus pulgas, tenía apariencia similar a un lobo pero un tanto más rústico
y de pelaje azabache.
Aquel
animal debe proceder de tiempos antiguos, parece sacado de los relatos del
libro negro de Yukán, es impensable que puedan existir más como él y si es asi
el caso ¿Cuánto tiempo tiene en este mundo?, no es una bestia común y
corriente, sabe de intenciones y comprende a las personas, es peligro y muerte
encarnada.
La
criatura termino de darse su festín y de repente giro su asqueroso rostro hacia
la casa, rugió con tal fuerza que los vidrios parecían explotar y sentí el
miedo de los animales en el ambiente, mi padre moría de miedo y temblaba, no
era para menos aquella bestia era tan grande que podría alzar su garra y dañar
el segundo piso de la casa. Su rugido era como el bramido de la tierra cuando
ocurre un temblor y dejaba en el ambiente un aroma a hierro.
Le
apuntamos en absoluta oscuridad y vimos cómo se alejó hacia la montaña, tomamos
aquel rugido como una amenaza o advertencia y entendimos que no quería hacernos
daño, en noches posteriores se repetía el mismo proceso, tuvimos que dejar que
matara nuestros animales. Un día el auto fue destruido con fuerza bestial y
entendimos que nos tenía como su entretenimiento personal, aquella bestia
gigantesca era un ser con razonamiento despiadado y asqueroso. Al inicio de
todo pensamos huir en coche a toda velocidad, pero viendo las huellas y demás
marcas de su existencia sin antes verlos nos hizo temer por aquella jugada,
pero ahora sabiendo su tamaño y que tan consiente es de lo que sucede en la
finca comprendemos que fue la mejor opción, aquel animal nos habría alcanzado
en un abrir y cerrar de ojos.
Desde
que llegamos a la finca existían problemas en la comunicación, la electricidad
funcionaba, pero los celulares no tenían señal alguna ni para mandar un mensaje
de texto, era como estar en medio del mar y sin tierra a la vida, no podíamos
salir de la finca estábamos a diez kilómetros del pueblo y pudimos notar que en
extremos de la carretera de lejos se encontraban piedras como que si hubiese
formado una muralla. Al pasar los días notamos que todo lo que era tirado
pasando el límite era regresado y conforme tratábamos salir del perímetro se
escuchaba su rugido desde la montaña como si diera una orden de no proseguir o
abstenerse de la situación.
Lográbamos
subsistir de los pocos animales que teníamos, no se alimentaba de gallinas y de
patos, a su vez los sembríos que poseíamos más los árboles frutales nos
mantenían medianamente alimentados.
Mi
padre había sido un profesor de historia que siempre tuvo curiosidad por las
historias que ocurrieron antes de la dictadura de Don Ecua, muchos documentos
fueron perdidos y hubo prohibiciones sobre varios temas, en la cena comentó que
hace años en sus viajes escuchó la historia de que había una bestia que
destruyo todo un pueblo en siglos antes de la Época de la Gran Guerra y que
esta bestia no podía morir, mi madre dijo que según mis abuelos oriundos de la
hacienda Alborada había un animal que fue maldito y perteneció a un hombre
peligroso hace muchas décadas atrás, aunque eran dos historias distintas en
ambas se narraba como una bestia enorme de aspecto similar a un lobo causaba
estragos.
Yo
llegué a la conclusión de que la bestia era como un niño jugando a matar
hormigas y nosotros teníamos desesperación, mi madre cada día se rompía más en
ataques de nervios y ansiedad, hasta que un día el vaso se derramó.
Mi
madre tuvo un ataque de nervios y comenzó a delirar que ya habíamos muerto, que
estábamos en el infierno y aquella bestia no era más que el diablo encarnado
que nos haría sufrir. Salió de la casa en la noche y comenzó a correr hacia la
montaña mi padre le siguió y justo cuando logro alcanzarla aquella bestia
apareció.
Era
enorme, abominable, sus garras eran enormes podrían haber partido una persona
de un solo zarpazo y sus dientes lucían tan afilados como navajas. Nos congelo
aquella imagen tan fiera y al soltar su rugido nos tumbó al piso dejándonos
apretando la cabeza, los tímpanos resonaban y su aliento apestaba ha carne y
sangre.
Mi
padre trato de sujetar a mi madre, pero la bestia los ataco a los dos, de un
solo zarpazo pude notar como los hizo añicos, sus cuerpos o lo que restaba de
ellos yacían allí desperdigados en el monte, me dispuse a darles un entierro
pero la bestia me comenzó a rugir con tal fuerza que decidí huir, me refugie en
la casa, en un arrebato de ira puse todas las armas en la mesa y pensaba atacar
al animal, pero nada haría ante semejante titán de la muerte.
Decide
esperar un momento idóneo para poder matarlo aunque me cueste, al fin y al cabo
ya no tengo nada solo una finca maldita y un par de animales.
Cuando mis padres vivían sentía
verdadera compañía, todo el día paso pensando como matar aquel animal, he
llegado a considerar la idea del suicidio durante muchas horas, pero no puedo
morir y dejar a ese animal vivo, podría otra pobre familia toparse con este
lugar y caer en una trampa, mientras yo esté con vida debo buscar la forma de
darle un punto final.
Quiero destruirlo y darme el placer de
incinerarlo hasta que sus cenizas sean tan negras como mis ojeras, que no pueda
nunca más herir a nadie y cesar esta locura.
He reunido mucha madera, gasolina y
todo lo que pueda hacer daño. Necesitaría mínimo una ametralladora o un cañón
para poder matar aquella bestia, pero cada semana viene de noche y devora a los
cerdos así que tengo un plan que de no funcionar me mataría y al menos le daría
una buena herida que podría aliviar la carga de su siguiente víctima.
Yo estudie herbologia antes de llegar a
esta finca, siempre me apasionaron las plantas y deseaba hacer un jardín
hermoso aquí, pero viendo la circunstancia creo que no podré así que me dispuse
a buscar plantas venenosas, para mi suerte encontré lirio del valle y adelfas,
se las pondré en el corral a los dos últimos chanchos como si fuese una ensalada
mezclada con la paja.
Pude notar que dicho animal tiene
heridas de bala en su nariz, desconozco quien fue tan intrépido para haber
hecho tal hazaña, tiene una respiración algo anormal y en todo este tiempo
estudiándolo concluí que al atacar el establo para comerse los animales siempre
se traga todo incluso la paja existente, como si limpiara todo donde comió.
He visto que aunque mata un animal y no
lo devora, en días posteriores lo busca y se alimenta de él, esto me ha dado la
impresión que es carroñero por lo tanto he puesto ambos cerdos en un corral
grande junto un pollo entero crudo que rellene con semillas de ricino y hoja de
adelfa escondido entre la paja.
Con tan solo ocho a diez semillas de
ricino se elabora una dosis mortal para un adulto, recogí de todas las plantas
de ricino cerca de un centenar de semillas que supe envolver con hojas de
adelfa y meterlas en el interior de un pollo crudo.
En mi poca cordura he de suponer que
una dosis diez veces mayor a la del humano común debe poder afectar a tal
bestia y en cuyo caso no sea asi, las demás planta al devorarlas le deben
envenenar.
También en todo su ser puedo distinguir
leves heridas de bala y el daño en su nariz me delata que la bestia no es como
aquellas películas de terror donde se regeneran totalmente, puede ser herida
pero debe requerirse mucha munición para tal odisea.
No aspiro que el animal muera por
envenenamiento, pero si esto le debilita un poco es una opción para poder
dispararle mientras sufre. Con un par de tiros de escopeta en sus patas tendré
la posibilidad de huir con tranquilidad.
Me encuentro repleto de armas, un
rifle, una escopeta y dos revólveres. Aquella bestia tan temible y grotesca
morirá a mis manos, en menos de dos días podré disfrutar de mi tan ansiada
venganza.
La noche se aproxima y los cerdos están
listos, miro hacia el establo desde mi ático y espero que se escuchen aquellos
rugidos con los que siempre se presenta noches tras noche.
La noche es fría en extremo, pero la
sed de venganza me alimenta, no me ha dejado dormir desde que idee mi plan y mi
sangre corre hirviendo por desear ver sufrir aquella bestia.
La bestia ya viene, con su llegada la
tierra tiembla y el aire se llena de hierro, viene del bosque tan imponente,
con fiereza mueve su garras una tras otra y su rugido es tan fuerte que me
ensordece, pero el miedo ha dejado mi piel y solo hay un sentimiento, odio.
Se acerca al establo y entra
fácilmente, hace mucho destruyo la puerta, veo que comienza a devorar aun
chancho con apuro como si tuviese prisa mientras se deleita con todo el monte a
su alrededor, y de repente al acabar devora al otro de manera más tranquila,
parece que disfrutara comérselo lentamente.
El pollo también fue devorado y todo lo
que se encuentra en el corral es comido sin descanso, grandes cantidades de
adelfa y lirio del valle junto a la paja existente allí, esa bestia estúpida
está comiendo veneno sin percatarse y mueve las fauces con tal velocidad que es
nauseabundo.
Por primera vez en muchísimo tiempo
encuentro placer en algo, logró ver como cae en la trampa y mi corazón se
alborota, me emociona la sola idea de que le atacaré y para bien podré escapar
o para mal habré muerto dignamente y me uniré a mis padres.
Sale del establo y camina hasta una
distancia cerca de la casa, hace su típica costumbre de rugir ferozmente y se
marcha hacia la montaña como un perro que se pasea en su casa. Existieron
ocasiones que me oculte en otra parte de la finca y observe este
comportamiento, asume que yo estoy siempre en la casa, por lo tanto no posee un
olfato que pueda dilucidar donde estoy, pero cuando me acercaba a los límites
siempre le escuché rugir y noté a lo lejos dos círculos rojos como faros, la
vista parece ser su método de cómo encontrarme y esas heridas de bala son la
razón para que quizás no pueda oler bien, me gustaría haber conocido quien las
hizo.
Me quedare esperando en el sótano del
establo donde guardamos el licor, tengo la certeza que cuando sienta algún
dolor vendrá rugiendo hacia la casa y la atacara, una vez con mi padre y
madre nos ocultamos en el establo juntos
cuando vimos que el animal rodeo la casa y rugía con furia, le pego a un
costado y se marchó.
Llevo esperándolo cerca de varias horas
y me invade el miedo que aquella bestia no haya sucumbido ante el veneno, pero
le he puesto tanta dosis como para matar tres elefantes y si es poco se comió
también aquel puto pollo. Existen dos posibilidades, el veneno lo afecta y
muere en donde carajos esta o viene furioso atacarme y allí jugare la otra
parte de mi plan.
Cada minuto que transcurre muero de
incertidumbre y anhelo ver el animal ante mi muerto, mientras quemo su cadáver
lentamente como si lo hubiese tirado al mismo infierno.
Mis dientes se desgastan de tanto
apretarlos, la cólera me invade y no puedo creer que ya solo falte una hora
para el amanecer y ese animal aun no llega, probablemente el veneno lo mato y
está en la montaña muerto.
Pienso reposar un poco, el ardor de mis
ojos es grande y el hambre me tiene afligido.
Puedo escucharlo al fin, está rugiendo
en la montaña con una ferocidad inusitada y siento el temblor de la tierra
originado por su rugido. Sus garras apresuran el paso, lo veo ante mi casa
rugiendo feroz como un león, pero se lo nota tembloroso y con dolor. Está
sufriendo, de su boca bota sangre y espuma, parece no poder sostenerse en sus
patas.
Se apresura hacia la casa, con solo su
fuerza entro en la casa a través del patio trasero como si no hubiese pared,
parece desesperado, muerto de ira y se encuentra botando espuma con sangre que
cae de su hocico como una cascada bizarra.
Ahora dentro de la casa se queda fijo, tembloroso y viendo hacia
todos lados para asi saber en qué lugar me encuentro, el animal no sabe que
acaba de caer en su propia trampa.
En la casa teníamos dos tanques de gas
que deje de darle uso el día que mato a mis padres, considere que hacerlos
explotar podría dañar a dicho animal, pero necesitaría una trampa donde caiga.
Durante todo este tiempo llene la casa
de paja, ramas y madera. Puse uno de los tanques en la sala y el otro en la
entrada. Antes de refugiarme en el establo bañe toda la casa en los galones de
gasolina que tenían las máquinas de la finca y el auto de mi padre. Vi el
animal a lo lejos recostarse y supe que esta oportunidad jamás podría tenerla
nunca más en la vida, corrí a toda prisa hacia la casa desde un punto que no
era visible y al estar cerca sentía el respirar agitado pero pesado de la
bestia.
Saque una caja de fosforo que guardaba
en mi bolsillo, lo raspe, prendió y lo tire hacia la pared de la casa mientras
comenzaba a correr hacia atrás, había dejado todos los objetos pesados de la
casa en el piso más alto, el tercero, las vigas las golpee levemente con el
hacha para asi debilitarlas y el fuego las resquebrajara con mayor ferocidad.
El fuego se comienza a propagar con
suma ferocidad, el animal se levanta asustado y desorientado, las patas le
tiemblan y parece no tener fuerzas para salir de la casa, siempre que dejaba
una hoguera prendida en diversas partes de la finca note como las esquivaba o
las buscaba apagar, no le gustaba el fuego pero en ese momento a la distancia
le disparo en el hocico usando el rifle y noto que las vigas se quiebran
mientras uno de los tanques comienza a prenderse, la intensidad del fuego
aumenta, el piso superior colapsa y cosas como la cocina, refrigerador y cómoda
les cae en la cabeza haciéndolo agachar.
Uno de los tanques de gas explota,
siento como el calor aumenta y el olor a madera quemada invade el aire, intuyo
que es el tanque de la sala, el animal se había posado allí, el fuego es enorme
y los aullidos comienzan a disminuir.
Se retuerce sobre la que fue alguna vez
mi casa y ruge mientras vomita sangre, todo su cuerpo está lleno de heridas y
hecho trizas. No posee fuerza para levantarse y asi acostado está siendo
devorado por las llamas con furia.
Se quiere levantar, pero sus patas
destrozadas se lo impiden, no hay perdón debo acabar esto lo más rápido posible
y disfrutar de su muerte.
Apunto con ambas pistolas y comienzo a
disparar, saboreo cada segundo viéndolo retorcerse en la tierra, mientras su
cráneo se llena de balas y la sangre salpica. Mis pistolas están vacías uso la
escopeta y veo que ya no queda nada de su cabeza excepto un cráneo lleno de
agujeros.
Voy a la pequeña bodega y saco la
bicicleta de montaña que nunca llegue usar, es mi medio de salida de este
infierno, no me importa ver cómo sigue consumiéndose su miserable cadáver, ni
lo que dejo atrás, pues todo aquí ya está muerto para mí.
Pedaleo lo más rápido, fuerte y
eufórico posible hasta llegar al muro que había puesto en la carretera.
Cruzo el muro de piedras y comienzo a
pedalear en la carretera con toda ferocidad, no miro hacia atrás por miedo a
verlo erguido hacia mí, no he comido y tampoco bebido agua. Mi cuerpo esta
fatigado y mi mente se siente dispersa, de pronto recordé que una vez en el
pueblo cercano supieron contar que hace años en esta finca vivió un hombre que
fue un cuentero, que estafo a un jefe del crimen, pero otras personas supieron
decirme que fue maldecido por un hombre misterioso que sabía ir al pueblo una vez
al año, según la maldición menciona que nunca podría salir de la finca que con
tanto engaño consiguió.
De ser la maldición como yo interpreto
quiere decir que la bestia está limitada a los terrenos de la finca, de pronto
a los lejos escucho a un rugido feroz, imponente y lleno de ira. … Creo que mi
historia no termina aquí.