Séptimo Capítulo: El Taxi

Capítulo Anterior: Sexto Capítulo: Un Atisbo de Esperanza

Lista de Capítulos

Era otra noche más de viernes para Pablo Vera, taxista profesional y padre de dos hijos. Como era costumbre de todos los días recogía su termo con café, un poco de suelto de la caja chica de su tienda y un pendrive con música para hacer la noche y la madrugada más amena mientras buscaba carreras, pues en tiempos actuales su situación era demasiado difícil.

Su hija la mayor, Lupita se encontraba con cáncer en una etapa bastante delicada y su otro hijo que apenas cumplió la mayoría de edad se dedicaba a la tienda que tenían en el hogar.

El padre de Pablo era totalmente desconocido, su madre lo crio junto a sus hermanas y le motivó durante años a estudiar alguna de las tantas ingenierías disponibles en la Universidad del Litoral, pero este declinó prefiriendo la vida bohemia, dar serenatas y pasear por los cerros de farra en farra.

Con los años de ocio y el transcurso veloz del tiempo su madre falleció y lo único que le quedó era el derecho a vivir en una habitación de la casa de su tía, por amigos suyos logró conseguir el trabajo de taxista y poco a poco reunió para su propio auto.

Los años pasaron y Pablo decidió formar pareja con una mujer que conocía desde sus años mozos, Mabel era la vecina de toda su vida y un gran amor de infancia, se casaron y comenzaron su vida de pareja en un pequeño departamento de la familia de Mabel, con él pasar del tiempo abandonaron para comprar su propia casa y allí si tener sus hijos.

Durante el día se dedicaba a cuidar su tienda mientras Fabricio estaba en la universidad y su taxi era manejado en alquiler por un primo suyo, en la noche se preparaba para hacer expresos y una que otra carrera para así poder costear el tratamiento de su hija, la niña resultó enfermiza desde pequeña, lastimosamente estuvo años en un tratamiento público que resultó una pérdida de tiempo, a los pacientes les daban simples placebos, todo un robo completo, dicho suceso fue confabulado entre varias personas de la dirección de una institución de salud junto a un grupo de enfermeras y doctores con el fin de enriquecerse acosta de la desgracia ajena, pero que era algo solo conocido por los afectados y que les daban un pequeño bono de confidencialidad aparte de ser amenazados.

Fabricio su hijo, se dedicaba a estudiar medicina y en las noches atendía la tienda o se turnaba con su mamá para atender un pequeño departamento que alquilaban en la casa donde se podía jugar naipes, beber y fumar.

Habían vivido tantos años que las personas que ocupaban la cancha de futbol a la vuelta de la cuadra salían a festejar victorias y derrotas en aquel departamento, representaba un gran ingreso para la familia aunque se veían endeudados por la creciente necesidad de medicamentos caros para la pobre Lupita que sufría dolores continuos de cabeza y estaba hospitalizada constantemente.

Todos en la casa colaboraban de alguna forma y en cierto grado estaban en su tope de resistencia emocional, las deudas los perseguían y la enfermedad de Lupe  se recrudecía cada vez más, Fabricio pensaba dejar la universidad para así buscar un trabajo de tiempo completo y poder ayudar más en la casa aunque sus padres le rechazaban la idea constantemente.

Pablo aunque en el día se encontraba atendiendo la tienda también buscaba nuevas formas de conseguir dinero, compraba billetes de lotería, uno cada viernes y rezaba con tanta fe que cualquiera creía que era codicioso sin conocer su situación.

Las calles del centro de la ciudad eran desérticas pasada la media noche y las pocas luces provenían de los bares o discotecas ubicados en las esquinas mayoritariamente, pasó por las calles de placer como la 567 y otras para ver si lograba conseguir algún cliente con una pareja en busca de un nido por una noche, su brazo sobre la ventana y el viento le empañaba los lentes cada tantas cuadras, se había hecho una costumbre que repetía constantemente para poder tener un par de minutos en solo preocuparse de limpiar sus lentes y no recordar las deudas o la enfermedad que tanto agobiaban su hogar.

Durante media hora dio vuelta cerca del cementerio, pasó por todas sus puertas y cuando creyó que la noche sería un desperdicio de gasolina vio un hombre haciéndole de la mano afuera de un local de comida nocturna.

El sujeto vestía una camisa negra, pantalón de tela pegado al cuerpo y zapatos oscuros, era bastante alto y se lo notaba con un aire galante pero usaba gafas, algo bastante curioso para ser de madrugada.

—Buenas noches, señor, hacia el Portón del Paraíso ¿Puede llevarme? —dijo el sujetó que aparentaba una edad entre los treinta y cuarenta.

—Con gusto, sólo serían seis dólares jefe—respondió Pablo mientras trataba de aprovechar la luz que reflejaba para ver a través de las gafas.

—Me parece bien, gracias—contestó el sujeto mientras subió a la parte de atrás del taxi.

El auto comenzó su ruta, Pablo conocía bien el lugar y calculaba que les tomaría no más de diez minutos estando tan vacías las calles, una lluvia estrepitosa comenzó y tuvo que cerrar su ventana por el fuerte viento que surgió de la nada, prendió el aire acondicionado y pensó que lo mejor sería conversar con el sujeto.

—A qué se dedica usted—preguntó Pablo mientras miraba de reojo en el retrovisor.

—Soy comerciante, digamos que arreglo contratos de compraventa en diversas provincias, y usted solo se dedica a taxear o tiene algún ingreso más—preguntó mientras sacaba una manzana del bolsillo de su pantalón.

—En mi casa tengo una tienda y alquilo un departamento para que puedan jugar naipes y tomar, los tiempos son difíciles así que entenderá que toca ser un poco sin escrúpulos en los métodos para ganar dinero—dijo Pablo con cierta vergüenza.

—Tranquilo hermano, lo comprendo perfectamente yo para mí trabajo deje los escrúpulos hace mucho hasta me dicen que he perdido un poco la humanidad, pero el éxito y el dinero tienen costos alto, claro está que no mayor que el de la sabiduría—se rio el sujeto mientras masticaba su manzana.

—Tiene razón ¿Qué tanto vale la sabiduría bajo su opinión? —la conversación se volvió muy interesante, llevaba mucho que no hablaba con alguien que no sea su familia.

—Su precio está por encima de los diamantes pero por debajo de la vida humana, aunque en estos tiempos de comunicación la sobrevaloro mucho—respondió mientras botaba las cascaras de la manzana por la ventana.

— ¿Considera usted la vida humana como más valiosa que la sabiduría? —se enfocaba más en la conversación que en el mismo acto de conducir aunque sabía que en estas horas las calles eran mansas.

— ¡Por supuesto! La vida humana tiene un valor enorme, una persona puede ser costeada por el valor de sus órganos, pero sus habilidades y capacidad tienen un precio exorbitante, las personas le dieron un valor y poder monstruoso al dinero en sus vidas, rebajándose a meras maquinas que funciona por la necesidad de dinero—su voz y aspecto parecía el de un estudioso.

—Tiene un buen razonar, de seguro usted es un hombre con bastantes estudios—dijo de la manera más humilde Pablo mientras se avergonzaba de ser un simple taxista.

—Nada que ver mi amigo, yo ni siquiera he pisado un aula en mi vida y déjeme decirle que todo lo que sé es porque lo aprendí solo, ni padres tuve y podría decirse que soy un hijo del mundo criado a la buena de nada—sonrió mientras veía el paisaje húmedo.

—Eso es un logro bárbaro, por lo que veo usted vive en una mejor situación que yo, casi en la miseria y con una vida de lo más jodida cómo ve usted—su tono de voz estaba lleno de resentimiento.

—Tiene la vida de la clase media de este país, ni tan jodido para ser considerado miseria pero tampoco es tan buena como para estar libre de preocupaciones, créame aunque lo dude yo vivo en una miseria distinta, he perdido mi identidad y estatus hace mucho, aunque llevo años obrando para recuperarlo—la voz del sujeto era triste, llena de lastima.

—Entiendo, no todos tenemos una buena vida pero aun así nos vemos enfrascados en un diario vivir del carajo hasta el día que morimos y nuestros hijos siguen el proceso—las palabras fluían como río de su boca con facilidad, desde hace muchos años no hacía reflexiones.

—Eso es una verdad a medias, muchos vivimos mal pero debemos ampararnos en la muerte, es lo único que todo ser humano tiene para sí mismo y en lo que debe pensar para así morir dignamente sabiendo que el tiempo en vida fue alguien provechoso—

—Bueno como lo dice tiene bastante razón pero mi situación es difícil, mi hija tiene cáncer y se encuentra grave, el tratamiento que recibió fue todo una farsa, es decir que ese tiempo pasó sin medicamento y la situación se empeora, las deudas tocan mi puerta y mi mundo se cae a pedazos— sentía mucho enojo al pronunciar cada palabra, Pablo lamentaba saber que aun cuando su hija muriese lo que les quedaba era un dolor agudo.

—Ya veo su situación es bastante grave, pero déjeme decirle que el mundo hace mucho se vino abajo, las personas creemos que la situación económica mejorará cuando solo pasamos quejándonos y notamos que la hambruna aumenta, los suicidios se vuelven tan comunes que próximamente será tendencia adivinar en que puente se tirará alguien, créame este mundo es como un show de comedia de diez temporadas, no tenía por qué pasarse de las tres pero por culpa de muchos que creen ser fieles a él y temen el final lo siguen— le toco el hombro a Pablo para tranquilizarlo.

—El Mundo es injusto por naturaleza, pero ¿Cree usted que ya no hay nada en este por el cual luchar? —esperaba con ansias la respuesta.

—Pues yo buscó algo en específico hace tiempo, usted tiene a su familia y su hija enferma, en pocas palabras está obligado a luchar esta guerra perdida para tratar de conseguir la menor cantidad de bajas y salir cojeando o mutilado—

—Claro, uno tiene obligaciones y compromisos que lo empujan hacia más allá de lo que puede pero el mundo no ayuda ¿Qué piensa de eso que cada dos meses salen en las noticias del supuesto fin del mundo? —llevaban buen tiempo andando en el carro y notó que el reloj se le había quedado parado, la lluvia era tan fuerte que apenas podía ver las calles y temía encontrarse con una calle inundada donde el agua se le entrara al motor y se quedé tirado.

—El mundo se acabó hace mucho, nos encontramos en una decadencia constante pero nos estamos haciendo de ojo ciego para poder vivir en un supuesto bienestar. Déjeme decirle que por los componentes de la batería de su celular y el mío se dan guerras para así obtener minas, muchas personas mueren de hambre mientras al otro lado comemos hasta el hartazgo—abrió levemente la ventana y sacó su mano para sentir la lluvia.

—Tiene una visión muy pesimista que me está convenciendo en cierta forma, pero si usted reconoce esos hechos atroces porque tiene celular, acaso no es un tanto hipócrita decir el prejuicio y ser una parte del problema—le miró con curiosidad, sentía que lo había puesto en una situación incómoda y esperaba que se quedará mudo el pasajero.

—Soy hipócrita, como todos los seres humanos y déjeme decirle que entre los animales somos los más dañinos, aunque no contemos con la capacidad de generar veneno, con nuestra lengua podemos desatar pestes sobre otras personas y dañar por años. Es irónico que muchos profesan que los animales no tendrán descanso eterno cuando son los únicos seres inocentes, —

—Vaya, es poco común que alguien admita ser hipócrita y mucho menos reflexioné de tal manera, supongo dedicarse a meditar mucho lo que ocurre en este mundo y le ha de gustar leer—comentó mientras divagaba si lo tuteaba o no.

—No soy de leer muchos, pero amo contar y escuchar historias, he participado en algunas muy interesantes—rio contagiosamente— ¿Quiere que le cuente una historia sobre el perdón? —preguntó mientras buscaba algo en sus bolsillos.

—Estaría bien, pero creo que no la terminaría antes que lleguemos a su destino—respondió el taxista pensando que no le gustaría quedarse con media historia.

—Tranquilo llegaremos en el momento preciso y tendremos tiempo para lo necesario, el tiempo es algo que dejó de ser importante hace mucho para mí—sonría y se notaba las ganas de contar su historia.

—Pues entonces dele y cuénteme esa historia—sonrió el taxista animado, no había tenido una buena conversación, la mayoría de sus clientes iban con mujeres o andaban medios borrachos siempre.

La lluvia era más violenta y parecía que caían piedras sobre el amarillento taxi.

—Bueno aquí va. Hace muchos años conocí a un hombre que trabajaba de limpiador para un extinto gobierno, si tiene preguntas que hacerme puede interrumpir para despegar su duda—sacó un encendedor de su bolsillo.

— ¿Qué quieres decir con limpiador? —tenía una vaga idea de que podría ser aunque dudaba mucho y no quería quedar como ignorante.

—Los limpiadores son también conocidos como sicarios o mensajeros, es decir se ocupan de personas y situaciones oscuras bajo orden de algún cargo del gobierno, generalmente fueron muy frecuentes en las dictadoras del país vecino. Según muchas personas aquí en nuestra patria también existen pero operan por otra forma, en pocas palabras cazan asesinos y malas personas para desaparecerlas antes que exista un problema mediático, usted sabe desde que existe este tipo de comunicación las personas se alarman mucho—

—En cierta forma son como aquel sujeto que cazaba a los narcotraficantes y fue abaleado hace pocos meses, son vengadores que hacen el trabajo que le concierne a la policía—Pablo notó que la lluvia bajó y había un poco de neblina.

—Se toman la justicia en sus manos, pero mucho abuso puede volverlos corruptos… bueno como le decía el sujeto del que le hablo llamémosle Gesta, él durante muchos años se dedicó a ser un limpiador, no tenía familia alguna debido al hecho de que en esa dictadora que creció el gobierno tomaba a los huérfanos de guerra y los criaba para que los más dotados serían políticos que perdurarían el partido y el resto carne de cañón, el problema radicaba que si un niño tenía muchas habilidades y no era apadrinado sería mandado a servir como limpiador para así mantenerlo lejos de quienes eran los preferidos de los cargos militares—

—Lo que me cuentas sucedió en la dictadura de Don Ecua hace muchos bastantes década, creo haber escuchado cosas horribles por parte de mi bisabuelo, quien contaba que dichos sucesos fueron vividos por su abuelo—su memoria le trajo las historias de guerra que les eran contadas por su ya fallecido bisabuelo.

—Sí, su dictadura fue de lo más monstruosa y mostró algo bastante simple pero que muchas personas se niegan a ver: El instinto puede más que la nobleza—

— ¿A qué se refiere con esa frase? —Pablo trataba de recordar aquellas historias, pero eran tantas que solo tenía la idea que aquel gobierno fue catalogado como un infierno.

—En aquella dictadura las personas eran obligadas bajo tortura a confesar contra sus propios familiares si existían opositores o conocía planes en contra del gobierno, los limpiadores mataban a todo el que era levemente juzgado y muchas personas se suicidaban cuando tocaban su puerta para ser interrogados. Gestas mató a muchas personas, las suficientes para llenar todo un bloque del cementerio como en el que pasó usted—

—Una persona que mató tanto no puede redimirse nunca, bueno eso es mi opinión aunque he visto reportajes de personas que vuelven a la sociedad después de años de rehabilitación—dio de retro por haberse pasado una calle, y no quería avanzar hacia la siguiente que estaba sin luminarias.

— ¡Exacto! Alguien que mató aunque sea una vez no puede redimirse nunca, el alma es como una camiseta blanca y cuando alguien mata esta se tiñe de negro carbón, por más que nos disculpemos y tratemos de reivindicarnos la mancha perdurará hasta el día que la camiseta no se use más—

—Entonces su historia es solo eso, de un hombre que mató tanto y jamás tendrá perdón—pronunció Pablo con desanimo.

—Mi historia no acaba allí, un día le asignaron a Gestas que fuera a investigar a un pequeño pueblito que entre tanta guerra apenas se mantenía y que sucedía que aunque era fronterizo con otros sectores siempre existía el comentario que tenían dicha y buenaventura, Tarifa, era el nombre de aquel lugar; durante días y meses esperó que se le fuera asignado un objetivo, solo lo mandaron a buscar cualquier indicio de oposición cosa que nunca encontró, el pueblito pagaba sus tributos y todos vivían sin comentar nada en contra del gobierno—interrumpió  pidiendo un poco de la botella de agua que tenía Pablo en su derecha.

—Según recuerdo Don Ecua al caer desató un gran caos en su país que hasta el día de hoy rumoran que viven la gran mayoría en miseria por todo el daño que hizo—le dio la botella mientras notó que el pasajero tenía cicatrices en sus manos.

—Sí y los limpiadores fueron un problema mayor, al caer el gobierno se dedicaron a ser asesinos a sueldos de cualquiera y generaba un caos, por un lado algunos que deseaban instaurar un gobierno seguido del viejo partido y los liberales, que anhelaban recuperar el poder que les fue arrebatado por Don Ecua durante medio siglo de dictadura, las muertes eran tan comunes que ser político te reducía los años de vida, Gestas no pudo ser uno de esos limpiadores que continuaron después de la caída del gobierno, el falleció supuestamente—

—Es increíble ver que hace casi dos siglos existían gobiernos así y hasta el día de hoy muchos países viven igual, aunque nosotros tuvimos un intento de golpe de estado hace poco y nuestra política es bastante jodida, no vivimos tan restringidos—pronunció con alivio

—Por lo contrario, vivimos en una jaula transparente y déjeme decirle que lo único que sostiene a este gobierno y a los demás son las mentiras, grandes, monstruosas y asquerosas mentiras, todo gobierno se mantiene de ellas pues si metemos la honestidad junto a la política nos joderíamos todos más rápidos, estos políticos que todos criticamos vienen de nosotros, son compatriotas y es lo que nuestro decadente sistema puede producir para que elijamos, en pocas palabras de la mierda solo sale más mierda—

— ¿Por qué no ha intentado ser político, podría llegar a un gran cambio con sus ideas, en lo poco que hemos hablado lo considero un hombre culto? —preguntó de la manera más inocente posible.

—Preferiría ser un estafador que un político, es lo mismo pero sin que me conozcan tanto, créame que entre los seres más despreciables los políticos corruptos superan en creces a los asesinos en series pero quedan debajo del tipo de personas que son como Gestas—

— ¿Cómo era Gestas? ¿No era un asesino a sueldo igual de malo que uno en serie? —en su mente aquel que mata es malo y punto.

—Un hombre que mató muchas personas, pero que irónicamente cuando dejó su arma y se dedicó a vivir en Tarifa conoció a través del campo la calidad de la vida, esas personas son las peores del mundo, porque ellos son quienes forjan la buena intención que decora el camino al infierno, son aquellos que desean el perdón a toda costa aunque el daño que hicieron es tan grande que ser perdonados sería una burla hacia las víctimas—su voz era áspera y parecía que estaba con tos.

—Es verdad ese tipo de personas pasan el resto de sus vidas huyéndole al infierno que ellos mismo se ganaron, aunque es poco triste que terminen condenados aun cuando desean la redención—dijo Pablo mientras se detenía en un semáforo.

—Bueno, continuando con la historia pasaron dos años en los cuales Gestas se dedicó a la vida de un campesino y convivía bien con todas las personas del pueblo, era bastante querido por todos y había una muchacha que estaba enamorada de él, pero lastima es poco para lo que se debe sentir por una mujer que se había enamorado de semejante bestia dormida, incapaz de amar a una persona sin haber conocido el amor de los padres—

—Alguien que no fue amado por sus padres tiene un vacío grande, los sentimientos los transmitimos al igual que nos fueron mostrados en casa, supongo que usted no tiene el mismo problema del que sufrió Gestas—Pablo estaba poniéndose inquieto, conocía de memoria las calles pero aún no llegaban y parecía que todavía no salía del centro de la ciudad.

—Yo no soy alguien similar a Gestas, podría decirse para culminar el relato; Un día en el que Gestas fue hacia la montaña para cazar conejos y poder preparar un estofado para aquella muchacha se encontró con una lamentable noticia, el gobierno había mandado una caravana para recogerlo y como él dio un nombre falso para estar en el pueblo muchas personas indicaron que tal persona nunca vino, al preguntarles por la apariencia física todos mencionaron a Gestas y se negaban a creer que aquel hombre tan bueno había sido un emisario del gobierno, muchas personas se embravecieron con los agentes del gobierno y trataron de botarlos del pueblo, pero la violencia solo trae más de esta, los hombres dispararon contra los campesinos que estaban desarmados y comenzaron a fusilarlos bajo la acusación de un levantamiento—

— ¡Eran unas bestias!,  pobre personas inocentes no tenían nada que ver con Gestas—interrumpió indignado Pablo.

—Por supuesto que si tenían, si el diablo se oculta en tu casa debes verificarlo o podría caerte un rayo del cielo, así fue el sufrimiento del pueblo, al llegar Gestas encontró el pueblo quemado, muertos por doquier y la chica que tenía mechones rubios ahora poseía un cabello sucio por la sangre, en el charco que reposaba tosiendo mientras a su lado había un niño abaleado, era el peor paisaje que podía ver un ser humano.

Gestas se le acercó y notó que esta le vio con fiereza, odio y gran resentimiento, le susurró que le matará pues estaba sufriendo y lo mínimo que podía hacer él en esa situación era librarla del dolor, vaciló por un instante pero ella le dijo una frase que repercutió en su mente hasta el día de su muerte: Hazlo de una maldita ves, solo seré un cadáver más entre la pila que te sostiene—el pasajero paró por un momento como si recordase algo.

—Qué final para más trágico, pobre gente que se cruzó sin querer en su camino y fueron despedazados por su pasado—el taxista al fin había llegado al túnel para ir hacia el norte de la ciudad, aunque la niebla comenzaba a ser más fuerte temía que alguien lo chocase y terminar apareciendo en las noticias de la crónica roja.

—El final no es ese del todo, Gestas tuvo que matarla con un cuchillo que cargaba para desollar los conejos, durante muchos días solo se dedicó a cavar tumbas para cada persona en el pueblo y poner una piedra como lápida para cada uno, dormir era tarea difícil para alguien que aún escuchaba las voces de los pueblerinos. Días después volvieron los hombres del gobierno por el sector y con fiera venganza arremetió contra ellos en un intercambio de disparos, logró matar a la mayoría pero todo ese tiempo en el que sepultó cadáveres lo tenía agotado y fue capturado para ser mandado a la Prisión del Fin del Mundo, donde estuvo en el último piso hasta que sucedió un alzamiento de la prisión, en el cual murieron la mayoría de personas y Gestas se lo considera un desaparecido desde aquel día—terminó su historia mientras el auto salía del túnel.

— ¿Por qué lo consideran desaparecido, acaso no fue de los que debieron escapar en el levantamiento  o estaba entre los muertos? —el ambiente del norte era mejor, habían tan solo una leve llovizna.

—Cuando Gestas fue capturado en el intercambio de disparos recibió una herida en una de sus manos, una bala  atravesó la palma y cuando se dio el levantamiento de la prisión los que salieron fueron nada más un sujeto conocido como Lázaro y otros sujetos que eran de los criminales más peligrosos de la prisión, el cuerpo de Gestas no se logró reconocer nunca entre los muertos y algunos guardias aseguran que debió escapar, no en balde fue el emisario favorito del gobierno durante años—sacó un cigarrillo que botó por la ventana—odio estas porquerías, matan y dan calor ¡Quien carajos en su sano juicio puede fumar en la Costa!

— ¿No existe redención eso quiere decir la historia y porque tiene un cigarro si los odia? —ya faltaba poco según y notaba como las calles estaban cada vez más secas mientras la lluvia amainaba.

—Si usted mata a la mujer de alguien y se arrepiente de todo corazón no logra redimir nada, muchas acciones malas como matar y herir gravemente a otros no tienen perdón, incluso hay palabras que destruyen más que las balas y créame que para mí que conozco los cañones de buques es algo común de ver, la insidia que creamos genera inestabilidad——Tenía el cigarrillo porque alguien me pidió que se lo cuidara, pero olvidé devolverlo—

— ¿Usted es un hombre con dinero y cierto poder? —musitó el taxista

— ¿Qué le hace creer en eso? —le miró con interés mientras espiaba por el retrovisor.

—Sus conocimientos parecen ser grandes y su vocabulario basto, nadie simple hablaría así, pero si fuese alguien de tal estatus al ser un hombre inteligente prefiere taxi para no darse a notar, es como un cazador usted pero su presa es el mundo—sintió desesperación, el GPS anunciaba la misma distancia y no cambiaba por más que conducía, las calles eran las mismas aunque se esforzarse.

—Tiene buen ojo mi gran señor, soy un hombre con una vasta riqueza y sin miedo alguno, pero dígame a que le teme un hombre como usted—susurró que llegarían pronto.

—Mi hija, no puedo perderla si pasa eso sería el fin de mi familia, todos nos esforzamos tanto para que este en el hospital y deseamos su recuperación—mientras hablaba apretó el volante con fuerza y el pasajero lo notó enseguida.

— ¿Ella esta desahuciada y le han dado poco cierto?, ¿Solo lo sabe usted y no quiere decirles a los demás?, ¿Tiene miedo de que la pobre chica se vaya de este mundo sabiendo que tiene los días contados ?­—suspiro levemente y notó como el hombre tenía pequeños temblores en sus manos.

—Si les digo todos se desmoronarán, no puedo hacer que tengan tremendo bajón y aunque este ante el abismo de la muerte debo ser mentiroso para mantener la unión familiar—suspiró amargamente.

—Usted daría la vida por su hija a mi parecer, es una buena persona que está siendo maltratada por la vida nada más ¿Si tuviese que morir a cambio de que su hija viva estaría de acuerdo, aunque eso significa dejar a los demás sin su compañía? —le miró detenidamente mientras el conductor parecía tomar aire y coraje.

—Soy padre y prefiero ser enterrado antes de que yo sepulte a uno de mis hijos, ese dolor no debe ser permitido nunca, mi mujer haría lo mismo de tener la posibilidad—

— ¿No le preocupa en lo más mínimo que pasaría con su familia después que falleciera, aunque su hija se cure? —su curiosidad lo invadía.

—Ellos son buenos con el dinero, las deudas las lograrían pagar con esfuerzo y quien sabe quizás un milagrito les ayude—sonrió

—Vaya usted es admirable, no había conocido alguien tan bueno en años, déjeme decirle que ya estamos a solo una cuadra de mi residencia y que aunque no lo crea sus problemas se arreglarán—sonrió mientras le señalaba por donde girar.

La calle era solitaria y frente un gran portón estacionaron, a la derecha se encontraba la garita del guardia y en esta un hombre de edad.

—Pues señor tenga y quédese con el resto, llévele unas flores a su hija y dígale que todo mejorará mientras duerma, dele las buenas noches, el sol y la luna serán sus cuidadores aunque duerma todo el día—le dio un billete de cien dólares.

— ¡Me está dando tremenda muestra de generosidad que no sé cómo pagársela! ¡Gracias! Le estaré eternamente agradecido—dijo sonriendo el conductor

—Por cierto no olvide de comprar el boleto de lotería, hágalo con el dinero que le acabo de dar—pronunció mientras salía del taxi y se despedía con la mano.

Pablo dio retro mientras sonreía y al salir de la calle pensó que nunca comentó de que el compraba lotería o creyó haberlo pronunciado de alguna forma, le pareció un sujeto de lo más agradable y le gustaría que existiesen más personas como él en este pequeño mundo.

Pasaron los días y fue a visitar a su hija, le tocaba quedarse a verla toda la noche, pensó que con la paga que le dio aquel sujeto que nunca le preguntó el nombre, un día que no saldría en su taxi no sería dañino. Había comprado un gran ramo de girasoles para la muchacha, pero estaba fuertemente sedada para contrarrestar la agonía de sus tumores, le dio un beso en su calva cabeza que la chica lucía con orgullo y se recostó a lado de su camilla mientras pensaba que en el almuerzo podría raspar el número de lotería que le había dejado a su hijo mayor.

La noche fue larga y cuanto más minutos pasaron Pablo sentía que entraba a un sueño tan profundo que no se despertó nunca.

Estaba en su casa, era mediodía y todos se encontraban en la mesa celebrando con euforia, la televisión acababa de anunciar que se habían ganado el premio gordo de la lotería, las lágrimas invadían su rostro y fue abrazado por su hija quien lo tranquilizó.


Sexto Capítulo: Un Atisbo de Esperanza

Capítulo Anterior: Quinto Capítulo: Una vida en declive

Lista de Capítulos

El comando principal de la policía se encontraba en la avenida Las Américas, cerca de una universidad y dos colegios emblemáticos, era el lugar donde Vicente tenía que rendirle cuentas al Capitán José Tomala Cabeza, un hombre tan grande como un lunes y ancho como un feriado de carnaval. Al entrar a todo lugar tenía que agachar su cabeza, media más de dos metros y era totalmente impresionante para ser alguien de descendencia indígena, algunos bromeaban que debía ser alguna reencarnación de un cacique o que sufría de algún problema hormonal, su carácter era tan fuerte como su tono de voz y no era para más decir que cuando gritaba toda la oficina se callaba.

Estaba próximo a poder entrar a la mediana edad y su apariencia recordaba tanto a los antiguos Míster Olimpos, alguna vez en su juventud fue un boxeador y considerado como uno de los hombres más altos que existentes en el país, llevaba cerca de treinta años sirviendo a la policía y no tenía pensado jubilarse sin que su cuerpo se haya agotado del trabajo, su hijo también era un policía en la capital metropolitana, llevaba años separado de su mujer.

 Su rostro parecía haber sido como la obsidiana tallada y tenía la impresión de siempre estar con malos humos, su pelo no mostraba ninguna señal de canas ya que se tinturaba, era totalmente negro y crespo aunque corto en los estándares del uniforme, de ojos oscuros tan negros como el petróleo y sus manos eran robustas como para romper un árbol de un solo golpe.

En sus tantos años de policía trato con diversos criminales: El cuentero (lo siguió durante una década hasta que se hartó de él), La Mama Lucha, falsos anarquistas que eran en verdad guerrilleros y la lista termina con muchos narcotraficantes, bandas de ladrones y sicarios conocidos en todo los ámbitos, pero su mayor fracaso fue aquel caso de suicidios hace ya una década atrás que se quedó sin resolver y le repercutió con la pérdida de uno de sus mejores investigadores...

Si algo odiaba con el énfasis de poder mandar al quinto infierno eran los limpiadores, aquellos tipos que fungían como asesinos de figuras políticas, empresas privadas o personas de la plutocracia, durante muchos años le fue propuesto unirse a los escuadrones de la muerte que limpiaban la ciudad pasada la media noche en los años ochenta, rechazó la oferta porque consideraba que la justicia no puede rebajarse al mismo nivel de quienes son cazados, había tratado con unos cuantos limpiadores por los típicos problemas que suelen darse cuando hay grandes intereses de por medio, conocía bien que el hecho de dar una denuncia y hacerlos públicos totalmente solo correspondería a ser despedido y lo manden a dormir con plomo

Era normal que muchos casos en los que se relacionaban políticos o personas que estafaron grandes figuras fueran a quedar truncados por la llegada de los limpiadores, en plena investigación policiaca de un caso importante sobre un capo de la droga apareció un sujeto de estatura mediana, piel trigueña, herida de bala en la ceja izquierda y gafas, acompañado de dos tipos con aspecto de guardaespaldas, fueron a notificarle por escrito que el caso sería dado de baja y ellos resolverían todo el problema, le daban gracias por su esfuerzo y no se preocupara que todo estaría hecho en menos de una semana, su humor se amargo y le gritó al sujeto que era una infamia venir sin darle algún tipo de saludo y darle aquel papel que era una burla a todo lo que se esforzó, el tipo solo se quitó las gafas enseñando como tenía un ojo de vidrio mientras su otro ojo era de un color verdoso.

—Si tienes una queja procura elegir bien los cargos políticos en la siguiente votación, solo cumplo órdenes y no creas que por ser policía pasare de alto tú grito—dijo el sujeto en un tono tan seco y amenazante que las secretarias del capitán Tomala temblaban de nervio sentadas.

— ¡No me amenaces aquí! —el capitán se levantó de su escritorio, era enorme y hacia ver al otro hombre como una miseria, pero aun así la persona que mayor miedo inspiraba era el otro sujeto por su entorno amenazante.

Los demás policías habían escuchado los gritos y fueron a la habitación del capitán, eran cerca de seis policías y todos tenían su mano lo más cerca del arma, sabían que aunque el tipo atacara a su jefe debían responder ante cualquier eventualidad, los guardaespaldas o así parecían hablaron en tono bajo, cerca del sujeto que no hizo más que ponerse las gafas e irse por la puerta, no sin antes tirarla con tal fuerza que la desubico de su marco totalmente, muchos policías cuestionaron ese hecho y pensaban que la puerta ya era vieja, pero hace menos de un año toda la planta fue renovado y un hombre de menos de un metro setenta pudo hacer eso fue lo que les sembró curiosidad, existían rumores de que los limpiadores comenzaron a ser usados desde el incidente del Demonio de los Andes y no en el fin de los escuadrones de la muerte.

Comenzaba su jornada de casi medio día en el cuartel y se regresaba tarde cuando salía de juerga con sus amigotes o los nuevos cabos, era una costumbre ir todos los viernes hacia las Peñas o la calle 18 y disfrutar un poco de la lujuria para así olvidar los malos ratos, pero los últimos meses les fue imposible, los asesinatos del Carnicero los tenia ocupado sin hablar del extremo control policial que tenían que ejercer por las próximas elecciones y los demás casos, las oficinas eran un mar de papeles y tramites en proceso que parecía no cesar en ningún rato, al cabo de los últimos días y con la desaparición  de políticos se vieron obligados a aumentar su esfuerzo, el Ministro de la Defensa les pidió en persona resolver el caso al grupo encargado por el Capitán Tomala, lo acepto con ciertas condiciones.

Evitar que la prensa se involucre y que el Ministro lo hago público cuando solo se encuentra una pista, habían pasado varios casos en los que al encontrar una pista o sospecha el Ministro la daba por hecha y corría hacer el anuncio en la televisión para así congraciarse con el pueblo, aunque sabía que era un hombre ignorante que obtuve el puesto por ser un lame suelas del gobierno el capitán trataba de no mostrarle su malestar en verlo, era un tipo de no más de cuarenta años con aspecto empobrecido y de personalidad bulliciosa como un vendedor de bus.

El ministro acepto y al salir del despacho del capitán soltó una frase muy venenosa, pero interesante.

—Un limpiador anda encargado del caso y se rumorea que mandarán un refuerzo, pero lleva horas si reportarse aun cuando fue solo de expedición, quizás esta vez tengas la dicha de ganarles—esas palabras eran las suficientes para hacer al capitán ilusionar, soñaba hace años con hacer quedar en ridículo al gobierno por usar limpiadores y no podía desperdiciarlo ahora.

La noche era fría de vientos agitados que arrastraban la bulla de la calle a las casas, el capitán llevaba llamando a su mejor investigador, Vicente Sánchez, lo conoció hace una década y nunca le había defraudado, pero ahora aunque sabía que se encontraba depresivo por la pérdida de su esposa tenía que darle motivos para vivir, aunque sea que le resuelva un caso y así sentirse victorioso por una vez, gracias a los esfuerzos de sus hombres consiguió el dato de que en un barrio al Sur de la ciudad pasada la media noche se reunían personas en un lugar y recopilando diferentes entrevistas pudo caer en cuenta que las reuniones no solo ocurrían con el día que el Carnicero ataco sino que iniciaron al igual que el asesino justiciero apareció, al contestarle Vicente le informo del caso y le pidió la mayor discreción posible, sabia hace muchos años que algunos policías daban información a los limpiadores, solo habían tres hombres de la oficina y su secretaria en los que tenía lealtad total exceptuando a dos policías holgazanes que siempre mandaba a patrullar y de un muchacho que fue ayudante de su antigua mano derecha, les informo a los otros dos investigadores y pactaron una reunión para el día siguiente al medio día, les pidió que fueran preparados para toda ocasión.

Paso la noche con una dama de compañía con la que se había encariñado últimamente, al despertar fue dejándola en un local de ropa y partió hacia el cuartel, había llamado a su secretaria para que le prestara su auto a los investigadores en la tarea que les asignaría y a cambio le prometía cualquier reparo del vehículo, tenía una manera tan meticulosa de realizar sus planes que muchos le atribuían el apodo del arquitecto, media y calculaba siempre los riesgos en cualquier situación hasta que no existan posibles eventos que no hayan tomado en cuenta.

Al medio día se reunió con Vicente, Vladimir y Franchesko, todos ellos tenían una década a su lado trabajando y fueron de extrema confianza, ninguno tenía afiliaciones políticas y mucho menos aspiraban un cargo alto en la fuerza, eso le beneficiaba de manera esplendorosa, no solo ganaba el prestigio de haber sido líder del grupo que resolvió el caso sino que cada vez estaba más cerca de aspirar más poder,  pensaba dentro de la siguiente década buscar el cargo de Ministro de la Defensa, su carrera era no solo decorosa sino que ostentaba grandes relaciones con políticos y muchas personas influyentes que podrían catapultarlo al poder, tenía una obsesión desde pequeño de ver que era el poder, no deseaba tener poder para ejercerlo solo quería ser reconocido, era una especie de hambre narcisista que no podía ser saciada, durante su infancia admiro la figura de su padre y abuelo como militares, pero decidió una vida en la fuerza policial por la recriminación de sus mayores de que nunca seria buen militar por no saber lo que era el peso de un muerto.

Durante una hora en reunión hablo de todos los datos recopilados sobre el asesino y su plan ideal, les pidió que solo fuera uno y los otros dos vigilaran las cercanías del lugar para así evitar merodeadores o posibles encuentros sorpresas, confiaba más que nada en las habilidades de Vicente y conocía que en situaciones tensas este tenía nervios más duro que un roble, mientras que Vladimir era demasiado asquiento para poder evitar las náuseas en las escenas de crimen del Carnicero y Franchesko en cambio era capaz de poder dirigir mejor la situación en caso que Vicente saliera herido.

Hace años comenzó a considerar a sus hombres piezas de ajedrez y aunque no lo notara todos en la oficinas lo podían ver tan fácil, era un hombre imponente y con aspecto de Emperador como se burlaban los novatos, pero tenían miedo de verle enojado, sabían de que el jefe en su mal humor podría desafiar a un hombre armado, tantos años en puestos altos, relaciones de poder y resolviendo crímenes lo hacían sentirse invencible, su subconsciente le hacía asumir la idea de que el nunca sufriría un disparo por la espalda o seria traicionado por alguno de sus hombres.

—Ya está decidido todo, ahora partan al barrio Valdivia, en la parte posterior a la gasolinera justo en la calle principal se encuentra una gran casa rodeada de dos terrenos baldíos, afuera hay un bus abandonado—les mostró una foto en la mesa del lugar.

— ¿Qué pasa si dentro del lugar encuentro víctimas, pero no me es posible ayudarlas?—dijo Vicente mientras veía la foto.

—Notifica urgente a Vladimir y Franchesko, en caso que consideres la situación en extremo peligrosa mándame un mensaje y mandare un equipo al Grupo de Operaciones Especiales y al Grupo de Intervención y Rescate hacia ustedes, pero antes que nada reúne las pistas suficiente y resguarda a las víctimas—

— ¿Que sucede sino encontramos nada allí? —dijo Vladimir mientras estiraba los pies en la mesa.

—En ese lugar existe algo, los indicios marcan hacia aquel lugar como si fuese una señal de tránsito—

Todos se levantaron y caminaron hacia la puerta no sin antes despedirse de Beatriz la secretaria, la conocían hace mucho tiempo y le tenían bastante aprecio por las tantas veces que les ayudo en trámites, ella era quien manejaba la cartera de contactos del capitán.

Durante la próxima media hora pasaron conduciendo hasta su destino, el día era lluvioso al igual que ayer y el calor los atormento al salir del auto, estaban en un lugar muy ajeno al aspecto común de la ciudad y más que nada tenía facha de pueblo abandonado, las casas en su mayoría eran de caña y otras mixtas con ladrillo, las personas eran deprimente y se notaba el difícil nivel de vida, habían chamberos y tricimoteros en el lugar.

Parquearon el auto y Vicente partió hacia la casa, se habían estacionado dos cuadras de su destino para así no levantar sospechas, sus dos compañeros aprovecharon que estaban frente una tienda, decidieron quedarse afuera comiendo y tomando algo para hacer apariencias.

La oficina era un infierno plagado de movimiento, habían sido notificados por la llamada de Franchesko y no había mucho tiempo desde que el trio de investigadores partió, fueron alarmados por el reportaje de la prensa, veinticinco cuerpos encontrados con heridas tan variadas como esas fundas de caramelos que venden en los buses, cuatro murieron a disparos en la nuca, tres por asfixia con alguna cuerda o hilo de nailon, ocho fueron abiertos en canal como un chancho en camal y el resto murieron por desangramiento al ser torturados con un cuchillo y una pistola.

La única forma de relacionar tanto muerto eran los números romanos que estos poseían en sus frente, dichas atrocidades parecían haber sido elaboradas por alguna secta bien preparada, todas las víctimas fueron notificadas como personas que no regresaron a sus casas el día anterior, no guardaban ninguna relación y oscilaban entre veinte y sesenta años.

Los periodistas llegaban como grillos en el invierno a la policía, buscaban cualquier pequeñez para crear una historia sobre un complot del gobierno de asustar al pueblo, mientras en los diarios más sensacionalistas mencionaban que existía la posibilidad de que el lobizón haya vuelto atacar, debido a la famosa noticia de la noche sangrienta en Toronjal acontecida hace diez años.

La cabeza del Capitán estaba a punto de explotar y aunque ya había delegado un grupo del GOE y del GIR hacia la casa abandonada sentía un temor al fracaso, la situación tan planeada con pulso de cirujano que había orquestado estaba creciendo exponencialmente, pasó encerrado en la oficina, mientras que su secretaria le traía las noticias del exterior.

Franchesko había llamado por segunda vez, en un lapso de dos horas entre las dos llamadas y notifico que Vladimir no había vuelto ni respondido sus mensajes, había ido de apoyo para Vicente al momento que el realizo la primera llamada,  cuando ambos equipos especiales llegaron e irrumpieron en la casa no encontraron a nadie, al parecer en el piso alto algo se habría caído y rompió el sótano donde encontraron el celular de Vladimir.

La angustia consumía al Capitán a fuego lento, sentía como toda su oportunidad de brillar estaba a punto de hundirlo en el fondo de su carrera, dos de sus mejores hombres estaban desaparecidos y el único lugar donde había pistas solo encontró sangre, dientes y cabellos que aún no eran examinados.

Recibió una llamada del Ministro de la Defensa que le pidió explicaciones del caso, que creara la mejor investigación de su maldita vida o sentiría el peso de toda la presión del Estado, en solo un par de horas los noticieros se llenaban de comentarios ofensivos a todos los entes de seguridad del país.

Nunca antes había sido conocido un día en el que murieran tantas personas de maneras tan violentas y sean encontradas en diversas partes de la ciudad, pero la noticia repercutió con tal fuerza que muchos municipios comenzaron a desestimar la ciudad haciendo gala de su nivel bajo de crímenes

Beatriz estaba exhausta y decidió llamar al nuevo cabo, un sujeto de no más de veinte años, apariencia desgarbada y tan simple como humilde, Pepe Rosas Meltrozo, era un tipo de aspecto humilde, la nueva burla de todo el piso por aquellos apellidos tan feos que eran lo único que lograba sacarle una sonrisa al Capitán quien lo llamaba siempre por los apellidos completos.

Pepe era el estereotipo de la persona humilde y servicial, miraba con miedo a ser observado y no tuteaba por no tener suficiente confianza con otros, sus apellidos no solo eran feos, sino que desbordaba el ridículo.

Su padre había sido un descendiente de una familia que sirvió en sus mejores años a un antiguo dictador de los tiempos en los que el cólera se confundía con amor, su ancestro huyo del país después que el gran tirano fue dado de baja en una revuelta que desemboco en una guerra civil, probó suerte cruzando la frontera, desde este punto la historia su familia cambia de ser ayudantes de un tirano a mercaderes de flores y que mejor manera de que su bizcabuelo adopto Rosas como apellido y para el destino estuvo deparado que el padre de Pepe se casara con una hermosa mujer de padre italiano, todos los días se cuestionaba si en el registro civil el funcionario de turno se rio mientras le ponían ambos nombres y los apellidos.

Durante la próxima hora el Capitán recibió la notificación de Franchesko que en plena investigación de la casa esta se prendió en fuego, ardió con tal fiereza que solo quedaron las vigas principales, para suerte de todos habían recogido todas las muestras de sangre, muelas tiradas y el cabello esparcido.

La noche invadía el área en su totalidad y llamaron un grupo de policías para que vigilen hasta nuevo aviso, el comando principal era un caos y fuera de este estaban los familiares de las pocas victimas reconocidas en los homicidios con carteles de protesta, algunos gritaban exigiendo justicia y otros venganza, pero lo que si compaginaban todos, es que los policías eran unos inútiles.

Ya estaban próximos a la media noche y las noticias sobre los homicidios eran cada vez más grandes, muchos comenzaron a reportar crímenes en diversas zonas de la ciudad y las llamadas al servicio de emergencia colapsaba cada hora por el pánico, el Capitán nunca en sus peores momentos había visto tal caos, era de saber que en los momentos más horribles existe una pizca de hermosura y en su mente ya fastidiada el único alivio que se le ocurrió fue el de que una causa mayor, un acontecimiento tan grande como una alineación de planetas se había logrado y estaba jugando en su contra, su forma de ser era de esencia terca y no admitiría nunca que por un pequeño error de planes todo se desbordaría en un caos casi bíblico, lamentaba el hecho de que no existían rastros de sus dos hombres y aunque le pidió a Franchesko que mejor regrese a su casa este negó y dijo que supervisaría la tarea de custodia de la casa.

Lo conocía hace ya más de una década, era el mayor de todos y el único que tenía familia, era alguien que consideraba el compañerismo como un sagrado compromiso con el deber, su forma de ser era tan correcta que muchos asumirían que escondía algo, pero no era así, toda su vida había sido recto, pensaba continuar hasta el día que expire su último aliento y termine en una caja color caoba en el cementerio.

Franchesko mensajeo a su esposa y le explico la situación, tenían ocho años de casados y una hija de cuatro, era un matrimonio muy bueno, para los tiempos en los que vivían, en momentos que de diez matrimonios solo la mitad con suerte logra pasar los veinticinco años de estar juntos.

El Capitán decidió pasar la noche en la oficina, le pidió al cabo Rosas que lo acompañara y le ayude analizando unos datos estadísticos que habían recopilado en el pasar del todo el día, en todos sus años de carrera nunca había visto con tal ahínco que la oficina haya obtenido información con una velocidad digna de vértigo.

Todos los cuadros estadísticos y datos recopilados eran de los años en los que se cometieron homicidios de manera excesiva en fechas comunes, lograron llegar de la actualidad para atrás y lo más antiguo que encontraron fue un recorte viejo del periódico Universal donde mencionaba la muerte y desolación que sufrieron muchos pueblos en la Serranía hace un siglo, el recorte mencionaba que cientos de personas murieron en aquellos años a manos de un grupo de hombres guiados por un tipo lleno de carisma, que las pocas victimas lo conocía como: El Demonio de los Andes, algunos decían que era el tipo de persona que se las adora como Dios o se les teme como el mismo Diablo, lo que si dejaba en claro el articulo era la denuncia de haber existido influencia de muchos políticos corruptos, en las líneas finales mencionaba que el líder de aquel grupo nunca se encontró su cuerpo y solo fue corroborada su muerte por varios testigos.

Pasaron cerca de dos horas analizando la información, encontraron un leve patrón en el que según todo indicaba que los homicidios comenzaron a suceder después de unas décadas del acontecimiento del Demonio, parecía como si alguien quisiera iniciar un caos de manera masiva o una competencia enferma por ganar el título de ser el más degenerado en el país, decidieron que investigarían al día siguiente más datos sobre el hecho y en el momento que se disponían ir por separado, el capitán dormiría en su oficina y el cabo en la sala de espera en un sofá verdusco que compro Beatriz para decorar el lugar, un policía de los que hacia turno les notifico que había un auto abajo que decía buscar al Capitán sobre un asunto urgente.

—Revísenlos díganle que pase quien sea que venga—le hizo una seña al cabo para que acompañe al policía, si llegan a ser bromista o una información inútil los multare por hacerme perder el tiempo.

Al cabo de unos minutos se escucharon pisadas, eran varias, alrededor de unas cuatro personas y la puerta de la oficina fue tocada, el capitán les dijo que pasaran y al abrirse esta entraron dos hombres altos, corpulentos, eran guardaespaldas y se quedaron hacia los lados mientras un hombre mayor, de piel manchosa por la edad entraba.

Iba vestido con una guayabera, pantalón de tela caqui y cargaba un sombrero de paja, pudo notar que aquel anciano llevaba un bastón bastante elegante para caminar, parecía que arrastraba el bastón y no le daba uso alguno.

El anciano tomo asiento y sus dos guardaespaldas junto al cabo que entro al último salieron de la habitación para permitirles una charla.

— ¿Qué tipo de información tiene usted y quién es? —dijo el capitán mientras lo veía curioso.

—Me llamo Dante García y creo saber que paso con sus dos hombres.

— ¿Cómo sabe eso cuando dicha información no ha sido dada al público? —le miro con asombro.

—Veo más de lo que estos ojos ancianos parece, veo en su rostro la codicia que alberga y créame ya conocí una persona como usted, piense con cuidado como juega sus piezas—le sonrió, tenía los dientes blancos como perla.

— ¡Joder! ¿Qué cargo ocupas en el gobierno? ¿Acaso eres esa persona que dicen que manipula los hilos de todo el país? —le hervía la sangre y se notaba en su frente.

—No ocupo ningún puesto, nunca lo hice, no existe tal cosa de alguien que manipule el país, lo que sí existe es alguien que desea provocar situaciones como la del día de hoy—cogió el recorte viejo sobre la mesa.

—Ya veo, debes ser alguien con mucho dinero y poder, ¿Qué quieres? —le miro con odio.

—No quiero nada, vengo advertirte, un limpiador ha desaparecido el día de ayer haciendo una investigación, tus dos hombres están en el aire y si continuas mandando gente sobre este caso será tu ruina, estas tratando con algo más allá de lo que conoces, en pocos días todo será solucionado para bien o para mal, pero te aconsejo mantener la postura y controlar tus ansias de reconocimiento—su voz era áspera y parecía que casi no movía la boca al hablar.

—Si piensas darme una especie de amenaza no creas que me asustaras, sé que la situación es difícil, pero yo resolveré todo esto ¡Sí! —grito mientras le pegó a la mesa con fuerza.

El anciano se levantó y por un momento el capitán sintió que aquel hombre era más grande, joven y fuerte, sintió como un corrientazo le recorría todo el espinazo hasta la nuca que la tenía tiesa y vio los oscuros ojos del anciano, eran viejos como de muñeca maltratada, pero en ellos había una especie de chispa que los hacia intimidante, en aquel instante se sintió miserable e inútil, nunca en su vida había sentido tal complejo de inferioridad ante alguien, sentía que el hombre viejo ante él era una montaña que no podría escalar y lo terminaría llevando a su ruina.

—Bueno, veo que ya entraste en tu razón y entendiste la diferencia entre ambos, lo que te digo es verdad, créeme tendrás reconocimiento, pero no hagas estupideces—le dio la espalda y el capitán pudo notar por un leve parpadeo un hombre más joven de espalda, de cabello negro y hombros anchos, se froto con tal fuerza los ojos que creyó haberse arrancado la pupila y vio al anciano allí.

—Ese recorte es necesario para una investigación—le señalo el recorte antiguo que el anciano tenía en su mano.

—Disculpa, me deje llevar por la nostalgia, no todos los días se ve un hecho tan atroz en papel y peor saber que uno lo vio en primera fila—le dejó el recorte en la mesa mientras le sonrió y camino hasta la puerta para salir.

El capitán estaba estupefacto, aquellas últimas palabras lo dejaron pensando.

Siguiente Capítulo: Séptimo Capítulo: El Taxi


Quinto Capítulo: Una vida en declive

Capítulo Anterior: Cuarto Capítulo: Entorno Peculiar

Lista de Capítulos

La vida era monótona y amarga para Vicente, su punto de vista sobre el sentido de la vida era complicado de entender para muchos, consideraba que cada persona tiene una meta y desea superarlo todo, durante años fue alguien optimista y del tipo de personas que contagian alegría, pero hace seis meses su esposa murió por un cáncer a los huesos y apenas lograba tener los ánimos para volver a su trabajo.

Llevaba doce años trabajando como detective en la policía, venia de una familia clase media-alta donde podría haber sido un hijo de padres protectores, pero consideraba en su mente que ser detective era lo más interesante, conocer casos raros y poder investigar en la ciudad, no en balde pasó su niñez y adolescencia leyendo sobre diversas leyendas de misterio.

Tenía veintitrés años cuando comenzó el trabajo de detective y a los veinticinco conoció a Anita, durante su primer año de trabajo la contemplo de lejos, como si fuese una reliquia divina intocable para sus mortales manos, le hablo en una fiesta de navidad y después de invitarla a salir repetidas veces formaron un noviazgo, en tan solo tres años se casaron, durarían solo cerca de nueve años por el verdugo injusto del tiempo.

La enfermedad recrudeció con ferocidad en Anita, sus tres últimos años fueron los peores y paso hospitalizada totalmente, gracias a la situación estable de ambos y que disponían de buenos fondos pudieron socorrer gran parte de los gastos, la vida fue un infierno constante de malas noticias para ambos y aún más para Vicente, entre las malas prescripciones de los médicos en la clínica semi-pensionada donde residía Anita ya no sabía que sentir, cada semana le daban un informe positivo o negativo, pero pudo ver de manera lenta como su esposa era degradada por la enfermedad de manera tan obscena, hasta llegar al punto de acompañarla noches enteras donde ella suplicaba solo morir por su condición deprimente, buscaba refugio todos los días en la oración y pudo distinguir que no había ningún cambio en Anita, cada día la veía más destruida y sabía que aunque se le estaba yendo como arena en los dedos no quería despejarse de ella, en su trabajo lo llamaban constantemente por la ultima joya delictiva en el país: El Carnicero, un asesino despiadado y bizarro en un nivel tan alto que solo era comparado como una bestia sin freno y adorador de la muerte.

Durante años el tema de los hijos con Anita le fue imposible tratar, porque ella deseaba no tener hijos debido a su condición de asmática y haber heredado diabetes, se había casado con una mujer no tan sana como dicen todos, vivían juntos en el sector norte de la ciudad en el barrio de Sausing y pasaban las vacaciones en la Sierra cerca de la frontera en una hacienda de familiares de Anita.

El 15 de noviembre murió Anita, él dormía afuera de su habitación cuando sintió como un médico entro apresurado con una enfermera de voluminoso tamaño que tapaba casi toda la puerta, no le permitieron entrar y sentía como se desgarraba su corazón lentamente, había muerto a las 4:00 am tan solo una hora después que logro dormir por un exceso de tos que mantuvo a Vicente a su lado toda la noche.

La familia de Anita era pequeña y de la Sierra vinieron al día siguiente del fallecimiento, mientras que Vicente no tenía familia porque sus padres vivían en otro país y el emigro cuando  tenía quince años, para vivir con su abuela que ya tiene cinco años de fallecida.

Fue sepultada en el Parque de la Paz y tenía un epitafio que siempre amo: No puedo vivir contigo, ni sin ti, ella era una ferviente lectora y antes de enfermar una profesora de literatura en el colegio fiscal enfrente del trabajo de Vicente.

La casa le fue pesada los primeros meses y amanecía deseándole el buenos días hasta que se decidió guardárselo porque lo deprimía, encontró refugio en la lectura y analizando las pistas del caso del Carnicero.

Era ese tipo de criminal que se encontraba por encima del puesto de asesino y llegaba al del monstruo, todas sus escenas del crimen eran como si las víctimas fueron cortadas en mínimo media docena de pedazos y tiradas al aire para dar la oscura ilusión de un rompecabezas humano.

Sus crímenes no distinguían genero ni edad y menos aún clase social, lo que volvió el caso tan grande fue el hecho de que encontraron una mano derecha extra que pertenecía al antiguo Ministro de Relaciones Publicas que estaba involucrado en un crimen de peculado y poseía seis meses desaparecido, muchos tomaron aquella víctima como un castigo al corrupto, pero otros supusieron que había algo más profundo en el solo afán de matar.

Nunca se encontraba una sola muestra de que alguien estuvo allí aparte de la víctima y los últimos cuerpos mostraban números romanos en su frente, los investigadores de la policía catalogaron los primeros crímenes como actos de alguna secta, pero en meses posteriores declinaron estas ideas por falta de pistas y regaño del Capitán José Tomala Cabeza de que no usen excusas para buscar donde no hay nada.

Vicente mantenía su mente ocupada en este asesino y sus macabras obras, leía cuanto pudiera y disfrutaba de películas de asesinos para según el entender la psique de su presa, se consideraba un cazador y un verdugo de la justicia, su corazón había recrudecido en los últimos meses, pasaba solo estudiando los casos e investigando en otros donde colaboraba indirectamente.

Tenía dos meses que no se reportaba en persona hacia el capitán y evitaba sus llamadas, pero sentía que volver a las calles para investigar le traería un poco de la vida que se estaba negando, había perdido a su mujer y estaba dejando que su soledad lo consuma.

Había pasado toda la noche tomando una botella de licor de caña, mientras veía una película y vio el brillo de la pantalla de su celular perturbar en la oscuridad de la casa apenas alumbrada por el televisor, supo de inmediato que era su capitán y debía tenerle algo importante no por gusto tenia doces llamadas perdidas de él en menos de cinco minutos.

La mente de Vicente no pensaba en cosas triviales, solo rememoraba una y otra vez en que debía atrapar el sujeto, considera que capturarlo sería suficiente calma para su atormentada alma, no había logrado vencer al monstruo del cáncer que mato a su esposa, pero esta vez tenía que hacerle frente a un monstruo real, de mente audaz y apetito voraz, su sentido de la realidad era pobre, apenas y notaba el cambio de clima o el tiempo en su entorno.

Vio la casa de la foto y la reconoció sin más, en medio de dos terrenos baldíos y frente ella un bus de la línea sesenta y tres devorado por el óxido, la casa no inspiraba temor alguno, al contrario mostraba un deterioro exagerado y mayor al de las demás casas de las cercanías que también estaban abandonadas.

El cielo era un manto anaranjado como una yema de huevo, las nubes eran suaves claras esponjosas que opacaban toda la luz que se difuminaba y enseñaba la desnudez del piso superior de la casa, durante varios minutos caminó alrededor de la casa buscando si había algún hueco o algo por donde podrían estar escondido, cuando no tuvo más dudas le mensajeo a Franchesko de que entraría en la casa.

—Voy entrar, si en una hora máximo no te vuelvo a contactar llamen al capitán.

—De acuerdo, ten cuidado y si te pasa algo me quedaré con tu casa—respondió mientras le mostraba el mensaje a Vladimir.

En la entrada de la casa se encontraban dos palmeras que habían comenzado a morir y las hojas secas de una mata de mango que tapaban la cerámica en la entrada, la lluvia era feroz sacando la humedad de las paredes, todo el hedor a podredumbre de la casa se impregnaba en Vicente, comenzaba a dudar si alguien podría estar vivo y mantenerse sin nauseas en la causa con tal hedor de muerto fresco, saco una bandana que cargaba hace años consigo por prevención de olores y se la puso en la altura de la nariz rociándola de mentol para mitigar el malestar, la puerta durante varios minutos no cedió a sus manos así que decidió abrirla usando una ganzúa que cargaba hasta que al fin logró el cometido.

Sintió un viento emanar de la casa, como si todo el aire de esta fuera arremeter contra él y mandarlo hacia el jardín, la oscuridad era sesgada por los leves rayos de luz que invadían a través de los daños en las paredes y en el techo, saco una linterna del bolsillo y la prendió, mientras mantenía su pistola en la otra mano, era fiel partidario de que si se mueve y te quiere hacer algo se come un balazo.

La sala era más amplia de lo que uno calcularía viendo la casa desde afuera, notaba que todo el lugar parecía enorme a comparación de su imagen exterior, a la derecha y a la izquierda había dos enormes estantes que se alargaban hasta la pared del fondo, llenos, en toda la extensión de sus numerosas repisas de vidrio, con animales disecados, sentados uno al lado de otro, mirando todos con ojos expectantes hacia la entrada como si fuesen una especie de guardianes.

Algunas de las figuras tenían números romanos en su frente como si fuesen una marca de modelo, comenzó a pensar que debieron pertenecer a una persona con gustos muy asquerosos, otros animales estaban tirados por doquier en el piso y en un estado semi-sólidos por la humedad.

No sabía cómo ni el porqué de la situación, pero esa visión tan nauseabunda le obligo a mantener la pistola apuntando hacia el frente y con el dedo acariciando el gatillo, su cuerpo sentía el posible peligro de encontrar algo o alguien aterrador, en su mente solo imaginaba que cada paso que mantenía era un rechazo mayor al bienestar propio.

De repente como un trueno sin reparo alguno sintió un corrientoso cosquilleo de susto que se originó en su pie y acabó en su espalda en menos de un segundo, se movió rápido hacia un lado y vio lo que le había causado tal susto, estaba pisando una puerta en el suelo tan cubierta de polvo que no se veía en lo absoluto, la intentaba levantar y entendió que debía ser un tipo de sótano que poseía la casa, golpeteó la madera y notó que emitía un eco largo, debía ser bastante honda y mínimo supuso que el sotana tenía más de cuatro metros de profundidad.

Frente él estaba una entrada, un solo marco desnudo de lo que en algún tiempo poseyó una puerta, era como una invitación a ser cruzada la que le hacía al crujir con el viento que se colaba en las paredes.

Había una oscuridad tan negra detrás de ese marco que podía devorar todo, tenía miedo de encontrarse algo allí que no pueda anticipar, con esfuerzo casi titánico y frunciendo el ceño pudo notar la sombra de una mesa en esa habitación, supuso que debía de ser allí una especie de comedor.

Lo peor de pasearse en una casa donde uno no es invitado, es tener que pasar por el marco de una puerta donde no hay una pared cerrando el paso, pero si atrás suyo se encontraba la mayor colección de animales disecados de la ciudad custodiando la entrada y de colmo frente suyo estaría sumergiéndose a una oscuridad tan negra como el alma de un dictador.

Dio un paso hacia el frente y el marco se le hizo más grande que las puertas de un establo, todavía no tenía la suficiente distancia para distinguir algo, al acercarse notó completo de certeza que si era una mesa lo que vio antes, caminó dando dos pasos más y notó a la izquierda de la habitación una escalera, apagó la linterna, escucho el crujir de los pasos en los viejos escalones de madera, quien sea que bajara se había demorado mucho y sabía que debía ocultarse, se quedó encuclillas detrás de la mesa esperando que el tipo bajara, ahora tenía a su favor la oscuridad.

— ¡Sal de allí! ¡Te paseare por el jardín si demoras en salir! —gritó el tipo al bajar la escalera.

Vicente forzó sus ojos en la oscuridad y pudo notarlo, era un sujeto enorme casi tan grande como su jefe, cargaba una máscara de color perla, pero en su frente tenía una V que supuso debió ser un número romano.

La situación le era desfavorecedora, la desventaja de pelear contra alguien que carga capucha es de no conocer las sorpresas que pueda guardar.

El sujeto estaba como toro embravecido, aunque Vicente pensó responderle prefirió tragarse sus palabras, vio al tipo sostener un cuchillo ensangrentado, goteaba lentamente, su mente se aceleró y supuso que debía haber sacrificado a alguien o haciendo alguna porquería con esos animales disecados, también entendió que por el carácter de aquel tipo este no podía ser el Carnicero, era demasiado imprudente y poco astuto para alguien que llevaba tantos homicidios sin ninguna pista, estiró el brazo hasta coger una botella y lanzó esta contra una de las repisas de animales en la habitación anterior, el encapuchado cogió rumbo hacia el lugar del ruido, fue detenido de un solo golpe en la nunca mientras cayo tumbado al suelo.

Le quito la máscara y noto que el tipo tenia cortadas en su rostro, parecía alguien que había pasado mucho tiempo sin coger sol, le volvió a poner la máscara, lo esposó y lo arrastro hasta la entrada de la casa donde lo dejo arrimado en el marco de la puerta, le mensajeo a Vladimir que atrapo un sujeto y deseaba que venga como refuerzo mientras Franchesko notificara al Capitán para así mandara un grupo de policías y cercar el área, al terminar el mensaje se reincorporo a tomar aire y escucho un sonido en el piso superior, estaba empapado de agua y oxido, sus cabellos eran húmedos y sentía un palpitar en la nunca que lo mantenía atento de ser sorprendido por la espalda, supo que, en buena parte, todavía en la casa estaba otra pista más.

Tenía la lengua reseca, su malestar no lograba disiparse como la lluvia. Allá en la planta alta de la casa, se hallaba la pista que buscaba para poder cerrar el caso, había una puerta  en el piso que ahora hacía bulla con el repercutir de las últimas gotas de la fina garua.

Al llegar a la escalera pudo oír pasos en la planta alta y escuchó un crujido como el de romper un cangrejo o un par de muelas.

Subió de puntillas para no hacer bulla en los ya carcomidos escalones y se encontró con una habitación de color blanco hueso, pero repleta de manchas verdosas y otras sanguinolentas en las paredes. Tal visión le revolvió las tripas junto al almuerzo y le provoco arcadas, a su izquierda pudo notar una habitación sin puerta y a la derecha una gran puerta.

Camino hacia el dormitorio sin puerta y lo encontró totalmente desnudo, solo eran paredes, pero en el piso habían dientes y unos cabellos largos de color rubio que supuso eran de mujer.

Al salir de la habitación camino hacia la gran sala, era desnuda con paredes moradas y en el centro había una mesa con un charol de lata, le dio la asquerosa idea que en su interior encontraría una cabeza o algo bizarro.

Recorrió con el ojo cada rincón de la habitación y hasta que se repitió más de tres veces que nadie podía caerle encima por ningún lado decidió acercarse al charol, pero en su mente cuestionaba quien pudo ocasionar el sonido que lo hizo subir por interés.

Al acercarse a la mesa sintió un crujido en el piso y en una fracción de segundo lo supo, el charol solo era un señuelo, piso la madera tan resquebrajada por el moho y cayo, no fue a dar hacia la habitación de los animales disecados sino que su propio peso lo hicieron caer a través de la puerta del sótano.

Un hueco era donde se encontraba y sentía el dolor recorrerle la espalda lentamente, todo había sido una trampa para aquella victima astuta que logre superar la primera planta.

Supo, además, que no estaba solo…

Capítulo Siguiente: Sexto Capítulo: Un Atisbo de Esperanza