Séptimo Capítulo: El Taxi

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Era otra noche más de viernes para Pablo Vera, taxista profesional y padre de dos hijos. Como era costumbre de todos los días recogía su termo con café, un poco de suelto de la caja chica de su tienda y un pendrive con música para hacer la noche y la madrugada más amena mientras buscaba carreras, pues en tiempos actuales su situación era demasiado difícil.

Su hija la mayor, Lupita se encontraba con cáncer en una etapa bastante delicada y su otro hijo que apenas cumplió la mayoría de edad se dedicaba a la tienda que tenían en el hogar.

El padre de Pablo era totalmente desconocido, su madre lo crio junto a sus hermanas y le motivó durante años a estudiar alguna de las tantas ingenierías disponibles en la Universidad del Litoral, pero este declinó prefiriendo la vida bohemia, dar serenatas y pasear por los cerros de farra en farra.

Con los años de ocio y el transcurso veloz del tiempo su madre falleció y lo único que le quedó era el derecho a vivir en una habitación de la casa de su tía, por amigos suyos logró conseguir el trabajo de taxista y poco a poco reunió para su propio auto.

Los años pasaron y Pablo decidió formar pareja con una mujer que conocía desde sus años mozos, Mabel era la vecina de toda su vida y un gran amor de infancia, se casaron y comenzaron su vida de pareja en un pequeño departamento de la familia de Mabel, con él pasar del tiempo abandonaron para comprar su propia casa y allí si tener sus hijos.

Durante el día se dedicaba a cuidar su tienda mientras Fabricio estaba en la universidad y su taxi era manejado en alquiler por un primo suyo, en la noche se preparaba para hacer expresos y una que otra carrera para así poder costear el tratamiento de su hija, la niña resultó enfermiza desde pequeña, lastimosamente estuvo años en un tratamiento público que resultó una pérdida de tiempo, a los pacientes les daban simples placebos, todo un robo completo, dicho suceso fue confabulado entre varias personas de la dirección de una institución de salud junto a un grupo de enfermeras y doctores con el fin de enriquecerse acosta de la desgracia ajena, pero que era algo solo conocido por los afectados y que les daban un pequeño bono de confidencialidad aparte de ser amenazados.

Fabricio su hijo, se dedicaba a estudiar medicina y en las noches atendía la tienda o se turnaba con su mamá para atender un pequeño departamento que alquilaban en la casa donde se podía jugar naipes, beber y fumar.

Habían vivido tantos años que las personas que ocupaban la cancha de futbol a la vuelta de la cuadra salían a festejar victorias y derrotas en aquel departamento, representaba un gran ingreso para la familia aunque se veían endeudados por la creciente necesidad de medicamentos caros para la pobre Lupita que sufría dolores continuos de cabeza y estaba hospitalizada constantemente.

Todos en la casa colaboraban de alguna forma y en cierto grado estaban en su tope de resistencia emocional, las deudas los perseguían y la enfermedad de Lupe  se recrudecía cada vez más, Fabricio pensaba dejar la universidad para así buscar un trabajo de tiempo completo y poder ayudar más en la casa aunque sus padres le rechazaban la idea constantemente.

Pablo aunque en el día se encontraba atendiendo la tienda también buscaba nuevas formas de conseguir dinero, compraba billetes de lotería, uno cada viernes y rezaba con tanta fe que cualquiera creía que era codicioso sin conocer su situación.

Las calles del centro de la ciudad eran desérticas pasada la media noche y las pocas luces provenían de los bares o discotecas ubicados en las esquinas mayoritariamente, pasó por las calles de placer como la 567 y otras para ver si lograba conseguir algún cliente con una pareja en busca de un nido por una noche, su brazo sobre la ventana y el viento le empañaba los lentes cada tantas cuadras, se había hecho una costumbre que repetía constantemente para poder tener un par de minutos en solo preocuparse de limpiar sus lentes y no recordar las deudas o la enfermedad que tanto agobiaban su hogar.

Durante media hora dio vuelta cerca del cementerio, pasó por todas sus puertas y cuando creyó que la noche sería un desperdicio de gasolina vio un hombre haciéndole de la mano afuera de un local de comida nocturna.

El sujeto vestía una camisa negra, pantalón de tela pegado al cuerpo y zapatos oscuros, era bastante alto y se lo notaba con un aire galante pero usaba gafas, algo bastante curioso para ser de madrugada.

—Buenas noches, señor, hacia el Portón del Paraíso ¿Puede llevarme? —dijo el sujetó que aparentaba una edad entre los treinta y cuarenta.

—Con gusto, sólo serían seis dólares jefe—respondió Pablo mientras trataba de aprovechar la luz que reflejaba para ver a través de las gafas.

—Me parece bien, gracias—contestó el sujeto mientras subió a la parte de atrás del taxi.

El auto comenzó su ruta, Pablo conocía bien el lugar y calculaba que les tomaría no más de diez minutos estando tan vacías las calles, una lluvia estrepitosa comenzó y tuvo que cerrar su ventana por el fuerte viento que surgió de la nada, prendió el aire acondicionado y pensó que lo mejor sería conversar con el sujeto.

—A qué se dedica usted—preguntó Pablo mientras miraba de reojo en el retrovisor.

—Soy comerciante, digamos que arreglo contratos de compraventa en diversas provincias, y usted solo se dedica a taxear o tiene algún ingreso más—preguntó mientras sacaba una manzana del bolsillo de su pantalón.

—En mi casa tengo una tienda y alquilo un departamento para que puedan jugar naipes y tomar, los tiempos son difíciles así que entenderá que toca ser un poco sin escrúpulos en los métodos para ganar dinero—dijo Pablo con cierta vergüenza.

—Tranquilo hermano, lo comprendo perfectamente yo para mí trabajo deje los escrúpulos hace mucho hasta me dicen que he perdido un poco la humanidad, pero el éxito y el dinero tienen costos alto, claro está que no mayor que el de la sabiduría—se rio el sujeto mientras masticaba su manzana.

—Tiene razón ¿Qué tanto vale la sabiduría bajo su opinión? —la conversación se volvió muy interesante, llevaba mucho que no hablaba con alguien que no sea su familia.

—Su precio está por encima de los diamantes pero por debajo de la vida humana, aunque en estos tiempos de comunicación la sobrevaloro mucho—respondió mientras botaba las cascaras de la manzana por la ventana.

— ¿Considera usted la vida humana como más valiosa que la sabiduría? —se enfocaba más en la conversación que en el mismo acto de conducir aunque sabía que en estas horas las calles eran mansas.

— ¡Por supuesto! La vida humana tiene un valor enorme, una persona puede ser costeada por el valor de sus órganos, pero sus habilidades y capacidad tienen un precio exorbitante, las personas le dieron un valor y poder monstruoso al dinero en sus vidas, rebajándose a meras maquinas que funciona por la necesidad de dinero—su voz y aspecto parecía el de un estudioso.

—Tiene un buen razonar, de seguro usted es un hombre con bastantes estudios—dijo de la manera más humilde Pablo mientras se avergonzaba de ser un simple taxista.

—Nada que ver mi amigo, yo ni siquiera he pisado un aula en mi vida y déjeme decirle que todo lo que sé es porque lo aprendí solo, ni padres tuve y podría decirse que soy un hijo del mundo criado a la buena de nada—sonrió mientras veía el paisaje húmedo.

—Eso es un logro bárbaro, por lo que veo usted vive en una mejor situación que yo, casi en la miseria y con una vida de lo más jodida cómo ve usted—su tono de voz estaba lleno de resentimiento.

—Tiene la vida de la clase media de este país, ni tan jodido para ser considerado miseria pero tampoco es tan buena como para estar libre de preocupaciones, créame aunque lo dude yo vivo en una miseria distinta, he perdido mi identidad y estatus hace mucho, aunque llevo años obrando para recuperarlo—la voz del sujeto era triste, llena de lastima.

—Entiendo, no todos tenemos una buena vida pero aun así nos vemos enfrascados en un diario vivir del carajo hasta el día que morimos y nuestros hijos siguen el proceso—las palabras fluían como río de su boca con facilidad, desde hace muchos años no hacía reflexiones.

—Eso es una verdad a medias, muchos vivimos mal pero debemos ampararnos en la muerte, es lo único que todo ser humano tiene para sí mismo y en lo que debe pensar para así morir dignamente sabiendo que el tiempo en vida fue alguien provechoso—

—Bueno como lo dice tiene bastante razón pero mi situación es difícil, mi hija tiene cáncer y se encuentra grave, el tratamiento que recibió fue todo una farsa, es decir que ese tiempo pasó sin medicamento y la situación se empeora, las deudas tocan mi puerta y mi mundo se cae a pedazos— sentía mucho enojo al pronunciar cada palabra, Pablo lamentaba saber que aun cuando su hija muriese lo que les quedaba era un dolor agudo.

—Ya veo su situación es bastante grave, pero déjeme decirle que el mundo hace mucho se vino abajo, las personas creemos que la situación económica mejorará cuando solo pasamos quejándonos y notamos que la hambruna aumenta, los suicidios se vuelven tan comunes que próximamente será tendencia adivinar en que puente se tirará alguien, créame este mundo es como un show de comedia de diez temporadas, no tenía por qué pasarse de las tres pero por culpa de muchos que creen ser fieles a él y temen el final lo siguen— le toco el hombro a Pablo para tranquilizarlo.

—El Mundo es injusto por naturaleza, pero ¿Cree usted que ya no hay nada en este por el cual luchar? —esperaba con ansias la respuesta.

—Pues yo buscó algo en específico hace tiempo, usted tiene a su familia y su hija enferma, en pocas palabras está obligado a luchar esta guerra perdida para tratar de conseguir la menor cantidad de bajas y salir cojeando o mutilado—

—Claro, uno tiene obligaciones y compromisos que lo empujan hacia más allá de lo que puede pero el mundo no ayuda ¿Qué piensa de eso que cada dos meses salen en las noticias del supuesto fin del mundo? —llevaban buen tiempo andando en el carro y notó que el reloj se le había quedado parado, la lluvia era tan fuerte que apenas podía ver las calles y temía encontrarse con una calle inundada donde el agua se le entrara al motor y se quedé tirado.

—El mundo se acabó hace mucho, nos encontramos en una decadencia constante pero nos estamos haciendo de ojo ciego para poder vivir en un supuesto bienestar. Déjeme decirle que por los componentes de la batería de su celular y el mío se dan guerras para así obtener minas, muchas personas mueren de hambre mientras al otro lado comemos hasta el hartazgo—abrió levemente la ventana y sacó su mano para sentir la lluvia.

—Tiene una visión muy pesimista que me está convenciendo en cierta forma, pero si usted reconoce esos hechos atroces porque tiene celular, acaso no es un tanto hipócrita decir el prejuicio y ser una parte del problema—le miró con curiosidad, sentía que lo había puesto en una situación incómoda y esperaba que se quedará mudo el pasajero.

—Soy hipócrita, como todos los seres humanos y déjeme decirle que entre los animales somos los más dañinos, aunque no contemos con la capacidad de generar veneno, con nuestra lengua podemos desatar pestes sobre otras personas y dañar por años. Es irónico que muchos profesan que los animales no tendrán descanso eterno cuando son los únicos seres inocentes, —

—Vaya, es poco común que alguien admita ser hipócrita y mucho menos reflexioné de tal manera, supongo dedicarse a meditar mucho lo que ocurre en este mundo y le ha de gustar leer—comentó mientras divagaba si lo tuteaba o no.

—No soy de leer muchos, pero amo contar y escuchar historias, he participado en algunas muy interesantes—rio contagiosamente— ¿Quiere que le cuente una historia sobre el perdón? —preguntó mientras buscaba algo en sus bolsillos.

—Estaría bien, pero creo que no la terminaría antes que lleguemos a su destino—respondió el taxista pensando que no le gustaría quedarse con media historia.

—Tranquilo llegaremos en el momento preciso y tendremos tiempo para lo necesario, el tiempo es algo que dejó de ser importante hace mucho para mí—sonría y se notaba las ganas de contar su historia.

—Pues entonces dele y cuénteme esa historia—sonrió el taxista animado, no había tenido una buena conversación, la mayoría de sus clientes iban con mujeres o andaban medios borrachos siempre.

La lluvia era más violenta y parecía que caían piedras sobre el amarillento taxi.

—Bueno aquí va. Hace muchos años conocí a un hombre que trabajaba de limpiador para un extinto gobierno, si tiene preguntas que hacerme puede interrumpir para despegar su duda—sacó un encendedor de su bolsillo.

— ¿Qué quieres decir con limpiador? —tenía una vaga idea de que podría ser aunque dudaba mucho y no quería quedar como ignorante.

—Los limpiadores son también conocidos como sicarios o mensajeros, es decir se ocupan de personas y situaciones oscuras bajo orden de algún cargo del gobierno, generalmente fueron muy frecuentes en las dictadoras del país vecino. Según muchas personas aquí en nuestra patria también existen pero operan por otra forma, en pocas palabras cazan asesinos y malas personas para desaparecerlas antes que exista un problema mediático, usted sabe desde que existe este tipo de comunicación las personas se alarman mucho—

—En cierta forma son como aquel sujeto que cazaba a los narcotraficantes y fue abaleado hace pocos meses, son vengadores que hacen el trabajo que le concierne a la policía—Pablo notó que la lluvia bajó y había un poco de neblina.

—Se toman la justicia en sus manos, pero mucho abuso puede volverlos corruptos… bueno como le decía el sujeto del que le hablo llamémosle Gesta, él durante muchos años se dedicó a ser un limpiador, no tenía familia alguna debido al hecho de que en esa dictadora que creció el gobierno tomaba a los huérfanos de guerra y los criaba para que los más dotados serían políticos que perdurarían el partido y el resto carne de cañón, el problema radicaba que si un niño tenía muchas habilidades y no era apadrinado sería mandado a servir como limpiador para así mantenerlo lejos de quienes eran los preferidos de los cargos militares—

—Lo que me cuentas sucedió en la dictadura de Don Ecua hace muchos bastantes década, creo haber escuchado cosas horribles por parte de mi bisabuelo, quien contaba que dichos sucesos fueron vividos por su abuelo—su memoria le trajo las historias de guerra que les eran contadas por su ya fallecido bisabuelo.

—Sí, su dictadura fue de lo más monstruosa y mostró algo bastante simple pero que muchas personas se niegan a ver: El instinto puede más que la nobleza—

— ¿A qué se refiere con esa frase? —Pablo trataba de recordar aquellas historias, pero eran tantas que solo tenía la idea que aquel gobierno fue catalogado como un infierno.

—En aquella dictadura las personas eran obligadas bajo tortura a confesar contra sus propios familiares si existían opositores o conocía planes en contra del gobierno, los limpiadores mataban a todo el que era levemente juzgado y muchas personas se suicidaban cuando tocaban su puerta para ser interrogados. Gestas mató a muchas personas, las suficientes para llenar todo un bloque del cementerio como en el que pasó usted—

—Una persona que mató tanto no puede redimirse nunca, bueno eso es mi opinión aunque he visto reportajes de personas que vuelven a la sociedad después de años de rehabilitación—dio de retro por haberse pasado una calle, y no quería avanzar hacia la siguiente que estaba sin luminarias.

— ¡Exacto! Alguien que mató aunque sea una vez no puede redimirse nunca, el alma es como una camiseta blanca y cuando alguien mata esta se tiñe de negro carbón, por más que nos disculpemos y tratemos de reivindicarnos la mancha perdurará hasta el día que la camiseta no se use más—

—Entonces su historia es solo eso, de un hombre que mató tanto y jamás tendrá perdón—pronunció Pablo con desanimo.

—Mi historia no acaba allí, un día le asignaron a Gestas que fuera a investigar a un pequeño pueblito que entre tanta guerra apenas se mantenía y que sucedía que aunque era fronterizo con otros sectores siempre existía el comentario que tenían dicha y buenaventura, Tarifa, era el nombre de aquel lugar; durante días y meses esperó que se le fuera asignado un objetivo, solo lo mandaron a buscar cualquier indicio de oposición cosa que nunca encontró, el pueblito pagaba sus tributos y todos vivían sin comentar nada en contra del gobierno—interrumpió  pidiendo un poco de la botella de agua que tenía Pablo en su derecha.

—Según recuerdo Don Ecua al caer desató un gran caos en su país que hasta el día de hoy rumoran que viven la gran mayoría en miseria por todo el daño que hizo—le dio la botella mientras notó que el pasajero tenía cicatrices en sus manos.

—Sí y los limpiadores fueron un problema mayor, al caer el gobierno se dedicaron a ser asesinos a sueldos de cualquiera y generaba un caos, por un lado algunos que deseaban instaurar un gobierno seguido del viejo partido y los liberales, que anhelaban recuperar el poder que les fue arrebatado por Don Ecua durante medio siglo de dictadura, las muertes eran tan comunes que ser político te reducía los años de vida, Gestas no pudo ser uno de esos limpiadores que continuaron después de la caída del gobierno, el falleció supuestamente—

—Es increíble ver que hace casi dos siglos existían gobiernos así y hasta el día de hoy muchos países viven igual, aunque nosotros tuvimos un intento de golpe de estado hace poco y nuestra política es bastante jodida, no vivimos tan restringidos—pronunció con alivio

—Por lo contrario, vivimos en una jaula transparente y déjeme decirle que lo único que sostiene a este gobierno y a los demás son las mentiras, grandes, monstruosas y asquerosas mentiras, todo gobierno se mantiene de ellas pues si metemos la honestidad junto a la política nos joderíamos todos más rápidos, estos políticos que todos criticamos vienen de nosotros, son compatriotas y es lo que nuestro decadente sistema puede producir para que elijamos, en pocas palabras de la mierda solo sale más mierda—

— ¿Por qué no ha intentado ser político, podría llegar a un gran cambio con sus ideas, en lo poco que hemos hablado lo considero un hombre culto? —preguntó de la manera más inocente posible.

—Preferiría ser un estafador que un político, es lo mismo pero sin que me conozcan tanto, créame que entre los seres más despreciables los políticos corruptos superan en creces a los asesinos en series pero quedan debajo del tipo de personas que son como Gestas—

— ¿Cómo era Gestas? ¿No era un asesino a sueldo igual de malo que uno en serie? —en su mente aquel que mata es malo y punto.

—Un hombre que mató muchas personas, pero que irónicamente cuando dejó su arma y se dedicó a vivir en Tarifa conoció a través del campo la calidad de la vida, esas personas son las peores del mundo, porque ellos son quienes forjan la buena intención que decora el camino al infierno, son aquellos que desean el perdón a toda costa aunque el daño que hicieron es tan grande que ser perdonados sería una burla hacia las víctimas—su voz era áspera y parecía que estaba con tos.

—Es verdad ese tipo de personas pasan el resto de sus vidas huyéndole al infierno que ellos mismo se ganaron, aunque es poco triste que terminen condenados aun cuando desean la redención—dijo Pablo mientras se detenía en un semáforo.

—Bueno, continuando con la historia pasaron dos años en los cuales Gestas se dedicó a la vida de un campesino y convivía bien con todas las personas del pueblo, era bastante querido por todos y había una muchacha que estaba enamorada de él, pero lastima es poco para lo que se debe sentir por una mujer que se había enamorado de semejante bestia dormida, incapaz de amar a una persona sin haber conocido el amor de los padres—

—Alguien que no fue amado por sus padres tiene un vacío grande, los sentimientos los transmitimos al igual que nos fueron mostrados en casa, supongo que usted no tiene el mismo problema del que sufrió Gestas—Pablo estaba poniéndose inquieto, conocía de memoria las calles pero aún no llegaban y parecía que todavía no salía del centro de la ciudad.

—Yo no soy alguien similar a Gestas, podría decirse para culminar el relato; Un día en el que Gestas fue hacia la montaña para cazar conejos y poder preparar un estofado para aquella muchacha se encontró con una lamentable noticia, el gobierno había mandado una caravana para recogerlo y como él dio un nombre falso para estar en el pueblo muchas personas indicaron que tal persona nunca vino, al preguntarles por la apariencia física todos mencionaron a Gestas y se negaban a creer que aquel hombre tan bueno había sido un emisario del gobierno, muchas personas se embravecieron con los agentes del gobierno y trataron de botarlos del pueblo, pero la violencia solo trae más de esta, los hombres dispararon contra los campesinos que estaban desarmados y comenzaron a fusilarlos bajo la acusación de un levantamiento—

— ¡Eran unas bestias!,  pobre personas inocentes no tenían nada que ver con Gestas—interrumpió indignado Pablo.

—Por supuesto que si tenían, si el diablo se oculta en tu casa debes verificarlo o podría caerte un rayo del cielo, así fue el sufrimiento del pueblo, al llegar Gestas encontró el pueblo quemado, muertos por doquier y la chica que tenía mechones rubios ahora poseía un cabello sucio por la sangre, en el charco que reposaba tosiendo mientras a su lado había un niño abaleado, era el peor paisaje que podía ver un ser humano.

Gestas se le acercó y notó que esta le vio con fiereza, odio y gran resentimiento, le susurró que le matará pues estaba sufriendo y lo mínimo que podía hacer él en esa situación era librarla del dolor, vaciló por un instante pero ella le dijo una frase que repercutió en su mente hasta el día de su muerte: Hazlo de una maldita ves, solo seré un cadáver más entre la pila que te sostiene—el pasajero paró por un momento como si recordase algo.

—Qué final para más trágico, pobre gente que se cruzó sin querer en su camino y fueron despedazados por su pasado—el taxista al fin había llegado al túnel para ir hacia el norte de la ciudad, aunque la niebla comenzaba a ser más fuerte temía que alguien lo chocase y terminar apareciendo en las noticias de la crónica roja.

—El final no es ese del todo, Gestas tuvo que matarla con un cuchillo que cargaba para desollar los conejos, durante muchos días solo se dedicó a cavar tumbas para cada persona en el pueblo y poner una piedra como lápida para cada uno, dormir era tarea difícil para alguien que aún escuchaba las voces de los pueblerinos. Días después volvieron los hombres del gobierno por el sector y con fiera venganza arremetió contra ellos en un intercambio de disparos, logró matar a la mayoría pero todo ese tiempo en el que sepultó cadáveres lo tenía agotado y fue capturado para ser mandado a la Prisión del Fin del Mundo, donde estuvo en el último piso hasta que sucedió un alzamiento de la prisión, en el cual murieron la mayoría de personas y Gestas se lo considera un desaparecido desde aquel día—terminó su historia mientras el auto salía del túnel.

— ¿Por qué lo consideran desaparecido, acaso no fue de los que debieron escapar en el levantamiento  o estaba entre los muertos? —el ambiente del norte era mejor, habían tan solo una leve llovizna.

—Cuando Gestas fue capturado en el intercambio de disparos recibió una herida en una de sus manos, una bala  atravesó la palma y cuando se dio el levantamiento de la prisión los que salieron fueron nada más un sujeto conocido como Lázaro y otros sujetos que eran de los criminales más peligrosos de la prisión, el cuerpo de Gestas no se logró reconocer nunca entre los muertos y algunos guardias aseguran que debió escapar, no en balde fue el emisario favorito del gobierno durante años—sacó un cigarrillo que botó por la ventana—odio estas porquerías, matan y dan calor ¡Quien carajos en su sano juicio puede fumar en la Costa!

— ¿No existe redención eso quiere decir la historia y porque tiene un cigarro si los odia? —ya faltaba poco según y notaba como las calles estaban cada vez más secas mientras la lluvia amainaba.

—Si usted mata a la mujer de alguien y se arrepiente de todo corazón no logra redimir nada, muchas acciones malas como matar y herir gravemente a otros no tienen perdón, incluso hay palabras que destruyen más que las balas y créame que para mí que conozco los cañones de buques es algo común de ver, la insidia que creamos genera inestabilidad——Tenía el cigarrillo porque alguien me pidió que se lo cuidara, pero olvidé devolverlo—

— ¿Usted es un hombre con dinero y cierto poder? —musitó el taxista

— ¿Qué le hace creer en eso? —le miró con interés mientras espiaba por el retrovisor.

—Sus conocimientos parecen ser grandes y su vocabulario basto, nadie simple hablaría así, pero si fuese alguien de tal estatus al ser un hombre inteligente prefiere taxi para no darse a notar, es como un cazador usted pero su presa es el mundo—sintió desesperación, el GPS anunciaba la misma distancia y no cambiaba por más que conducía, las calles eran las mismas aunque se esforzarse.

—Tiene buen ojo mi gran señor, soy un hombre con una vasta riqueza y sin miedo alguno, pero dígame a que le teme un hombre como usted—susurró que llegarían pronto.

—Mi hija, no puedo perderla si pasa eso sería el fin de mi familia, todos nos esforzamos tanto para que este en el hospital y deseamos su recuperación—mientras hablaba apretó el volante con fuerza y el pasajero lo notó enseguida.

— ¿Ella esta desahuciada y le han dado poco cierto?, ¿Solo lo sabe usted y no quiere decirles a los demás?, ¿Tiene miedo de que la pobre chica se vaya de este mundo sabiendo que tiene los días contados ?­—suspiro levemente y notó como el hombre tenía pequeños temblores en sus manos.

—Si les digo todos se desmoronarán, no puedo hacer que tengan tremendo bajón y aunque este ante el abismo de la muerte debo ser mentiroso para mantener la unión familiar—suspiró amargamente.

—Usted daría la vida por su hija a mi parecer, es una buena persona que está siendo maltratada por la vida nada más ¿Si tuviese que morir a cambio de que su hija viva estaría de acuerdo, aunque eso significa dejar a los demás sin su compañía? —le miró detenidamente mientras el conductor parecía tomar aire y coraje.

—Soy padre y prefiero ser enterrado antes de que yo sepulte a uno de mis hijos, ese dolor no debe ser permitido nunca, mi mujer haría lo mismo de tener la posibilidad—

— ¿No le preocupa en lo más mínimo que pasaría con su familia después que falleciera, aunque su hija se cure? —su curiosidad lo invadía.

—Ellos son buenos con el dinero, las deudas las lograrían pagar con esfuerzo y quien sabe quizás un milagrito les ayude—sonrió

—Vaya usted es admirable, no había conocido alguien tan bueno en años, déjeme decirle que ya estamos a solo una cuadra de mi residencia y que aunque no lo crea sus problemas se arreglarán—sonrió mientras le señalaba por donde girar.

La calle era solitaria y frente un gran portón estacionaron, a la derecha se encontraba la garita del guardia y en esta un hombre de edad.

—Pues señor tenga y quédese con el resto, llévele unas flores a su hija y dígale que todo mejorará mientras duerma, dele las buenas noches, el sol y la luna serán sus cuidadores aunque duerma todo el día—le dio un billete de cien dólares.

— ¡Me está dando tremenda muestra de generosidad que no sé cómo pagársela! ¡Gracias! Le estaré eternamente agradecido—dijo sonriendo el conductor

—Por cierto no olvide de comprar el boleto de lotería, hágalo con el dinero que le acabo de dar—pronunció mientras salía del taxi y se despedía con la mano.

Pablo dio retro mientras sonreía y al salir de la calle pensó que nunca comentó de que el compraba lotería o creyó haberlo pronunciado de alguna forma, le pareció un sujeto de lo más agradable y le gustaría que existiesen más personas como él en este pequeño mundo.

Pasaron los días y fue a visitar a su hija, le tocaba quedarse a verla toda la noche, pensó que con la paga que le dio aquel sujeto que nunca le preguntó el nombre, un día que no saldría en su taxi no sería dañino. Había comprado un gran ramo de girasoles para la muchacha, pero estaba fuertemente sedada para contrarrestar la agonía de sus tumores, le dio un beso en su calva cabeza que la chica lucía con orgullo y se recostó a lado de su camilla mientras pensaba que en el almuerzo podría raspar el número de lotería que le había dejado a su hijo mayor.

La noche fue larga y cuanto más minutos pasaron Pablo sentía que entraba a un sueño tan profundo que no se despertó nunca.

Estaba en su casa, era mediodía y todos se encontraban en la mesa celebrando con euforia, la televisión acababa de anunciar que se habían ganado el premio gordo de la lotería, las lágrimas invadían su rostro y fue abrazado por su hija quien lo tranquilizó.