Capítulo Anterior: Cuarto Capítulo: Entorno Peculiar
La vida era monótona y amarga para
Vicente, su punto de vista sobre el sentido de la vida era complicado de
entender para muchos, consideraba que cada persona tiene una meta y desea
superarlo todo, durante años fue alguien optimista y del tipo de personas que
contagian alegría, pero hace seis meses su esposa murió por un cáncer a los
huesos y apenas lograba tener los ánimos para volver a su trabajo.
Llevaba doce años trabajando como detective
en la policía, venia de una familia clase media-alta donde podría haber sido un
hijo de padres protectores, pero consideraba en su mente que ser detective era
lo más interesante, conocer casos raros y poder investigar en la ciudad, no en
balde pasó su niñez y adolescencia leyendo sobre diversas leyendas de misterio.
Tenía veintitrés años cuando comenzó el
trabajo de detective y a los veinticinco conoció a Anita, durante su primer año
de trabajo la contemplo de lejos, como si fuese una reliquia divina intocable
para sus mortales manos, le hablo en una fiesta de navidad y después de
invitarla a salir repetidas veces formaron un noviazgo, en tan solo tres años
se casaron, durarían solo cerca de nueve años por el verdugo injusto del
tiempo.
La enfermedad recrudeció con ferocidad en
Anita, sus tres últimos años fueron los peores y paso hospitalizada totalmente,
gracias a la situación estable de ambos y que disponían de buenos fondos
pudieron socorrer gran parte de los gastos, la vida fue un infierno constante
de malas noticias para ambos y aún más para Vicente, entre las malas
prescripciones de los médicos en la clínica semi-pensionada donde residía Anita
ya no sabía que sentir, cada semana le daban un informe positivo o negativo,
pero pudo ver de manera lenta como su esposa era degradada por la enfermedad de
manera tan obscena, hasta llegar al punto de acompañarla noches enteras donde
ella suplicaba solo morir por su condición deprimente, buscaba refugio todos
los días en la oración y pudo distinguir que no había ningún cambio en Anita,
cada día la veía más destruida y sabía que aunque se le estaba yendo como arena
en los dedos no quería despejarse de ella, en su trabajo lo llamaban
constantemente por la ultima joya delictiva en el país: El Carnicero, un
asesino despiadado y bizarro en un nivel tan alto que solo era comparado como
una bestia sin freno y adorador de la muerte.
Durante años el tema de los hijos con
Anita le fue imposible tratar, porque ella deseaba no tener hijos debido a su
condición de asmática y haber heredado diabetes, se había casado con una mujer
no tan sana como dicen todos, vivían juntos en el sector norte de la ciudad en
el barrio de Sausing y pasaban las vacaciones en la Sierra cerca de la frontera
en una hacienda de familiares de Anita.
El 15 de noviembre murió Anita, él dormía
afuera de su habitación cuando sintió como un médico entro apresurado con una
enfermera de voluminoso tamaño que tapaba casi toda la puerta, no le
permitieron entrar y sentía como se desgarraba su corazón lentamente, había
muerto a las 4:00 am tan solo una hora después que logro dormir por un exceso
de tos que mantuvo a Vicente a su lado toda la noche.
La familia de Anita era pequeña y de la
Sierra vinieron al día siguiente del fallecimiento, mientras que Vicente no
tenía familia porque sus padres vivían en otro país y el emigro cuando tenía quince años, para vivir con su abuela
que ya tiene cinco años de fallecida.
Fue sepultada en el Parque de la Paz y
tenía un epitafio que siempre amo: No puedo vivir contigo, ni sin ti, ella era
una ferviente lectora y antes de enfermar una profesora de literatura en el
colegio fiscal enfrente del trabajo de Vicente.
La casa le fue pesada los primeros meses y
amanecía deseándole el buenos días hasta que se decidió guardárselo porque lo
deprimía, encontró refugio en la lectura y analizando las pistas del caso del
Carnicero.
Era ese tipo de criminal que se encontraba
por encima del puesto de asesino y llegaba al del monstruo, todas sus escenas
del crimen eran como si las víctimas fueron cortadas en mínimo media docena de
pedazos y tiradas al aire para dar la oscura ilusión de un rompecabezas humano.
Sus crímenes no distinguían genero ni edad
y menos aún clase social, lo que volvió el caso tan grande fue el hecho de que
encontraron una mano derecha extra que pertenecía al antiguo Ministro de
Relaciones Publicas que estaba involucrado en un crimen de peculado y poseía
seis meses desaparecido, muchos tomaron aquella víctima como un castigo al
corrupto, pero otros supusieron que había algo más profundo en el solo afán de
matar.
Nunca se encontraba una sola muestra de
que alguien estuvo allí aparte de la víctima y los últimos cuerpos mostraban
números romanos en su frente, los investigadores de la policía catalogaron los
primeros crímenes como actos de alguna secta, pero en meses posteriores
declinaron estas ideas por falta de pistas y regaño del Capitán José Tomala
Cabeza de que no usen excusas para buscar donde no hay nada.
Vicente mantenía su mente ocupada en este
asesino y sus macabras obras, leía cuanto pudiera y disfrutaba de películas de
asesinos para según el entender la psique de su presa, se consideraba un
cazador y un verdugo de la justicia, su corazón había recrudecido en los
últimos meses, pasaba solo estudiando los casos e investigando en otros donde
colaboraba indirectamente.
Tenía dos meses que no se reportaba en
persona hacia el capitán y evitaba sus llamadas, pero sentía que volver a las
calles para investigar le traería un poco de la vida que se estaba negando,
había perdido a su mujer y estaba dejando que su soledad lo consuma.
Había pasado toda la noche tomando una
botella de licor de caña, mientras veía una película y vio el brillo de la
pantalla de su celular perturbar en la oscuridad de la casa apenas alumbrada por
el televisor, supo de inmediato que era su capitán y debía tenerle algo
importante no por gusto tenia doces llamadas perdidas de él en menos de cinco
minutos.
La mente de Vicente no pensaba en cosas
triviales, solo rememoraba una y otra vez en que debía atrapar el sujeto,
considera que capturarlo sería suficiente calma para su atormentada alma, no
había logrado vencer al monstruo del cáncer que mato a su esposa, pero esta vez
tenía que hacerle frente a un monstruo real, de mente audaz y apetito voraz, su
sentido de la realidad era pobre, apenas y notaba el cambio de clima o el
tiempo en su entorno.
Vio la casa de la foto y la reconoció sin
más, en medio de dos terrenos baldíos y frente ella un bus de la línea sesenta
y tres devorado por el óxido, la casa no inspiraba temor alguno, al contrario
mostraba un deterioro exagerado y mayor al de las demás casas de las cercanías
que también estaban abandonadas.
El cielo era un manto anaranjado como una
yema de huevo, las nubes eran suaves claras esponjosas que opacaban toda la luz
que se difuminaba y enseñaba la desnudez del piso superior de la casa, durante
varios minutos caminó alrededor de la casa buscando si había algún hueco o algo
por donde podrían estar escondido, cuando no tuvo más dudas le mensajeo a Franchesko
de que entraría en la casa.
—Voy entrar, si en una hora máximo no te
vuelvo a contactar llamen al capitán.
—De acuerdo, ten cuidado y si te pasa algo
me quedaré con tu casa—respondió mientras le mostraba el mensaje a Vladimir.
En la entrada de la casa se encontraban
dos palmeras que habían comenzado a morir y las hojas secas de una mata de
mango que tapaban la cerámica en la entrada, la lluvia era feroz sacando la
humedad de las paredes, todo el hedor a podredumbre de la casa se impregnaba en
Vicente, comenzaba a dudar si alguien podría estar vivo y mantenerse sin
nauseas en la causa con tal hedor de muerto fresco, saco una bandana que
cargaba hace años consigo por prevención de olores y se la puso en la altura de
la nariz rociándola de mentol para mitigar el malestar, la puerta durante
varios minutos no cedió a sus manos así que decidió abrirla usando una ganzúa
que cargaba hasta que al fin logró el cometido.
Sintió un viento emanar de la casa, como
si todo el aire de esta fuera arremeter contra él y mandarlo hacia el jardín,
la oscuridad era sesgada por los leves rayos de luz que invadían a través de
los daños en las paredes y en el techo, saco una linterna del bolsillo y la
prendió, mientras mantenía su pistola en la otra mano, era fiel partidario de
que si se mueve y te quiere hacer algo se come un balazo.
La sala era más amplia de lo que uno
calcularía viendo la casa desde afuera, notaba que todo el lugar parecía enorme
a comparación de su imagen exterior, a la derecha y a la izquierda había dos
enormes estantes que se alargaban hasta la pared del fondo, llenos, en toda la
extensión de sus numerosas repisas de vidrio, con animales disecados, sentados
uno al lado de otro, mirando todos con ojos expectantes hacia la entrada como
si fuesen una especie de guardianes.
Algunas de las figuras tenían números
romanos en su frente como si fuesen una marca de modelo, comenzó a pensar que
debieron pertenecer a una persona con gustos muy asquerosos, otros animales
estaban tirados por doquier en el piso y en un estado semi-sólidos por la
humedad.
No sabía cómo ni el porqué de la
situación, pero esa visión tan nauseabunda le obligo a mantener la pistola
apuntando hacia el frente y con el dedo acariciando el gatillo, su cuerpo
sentía el posible peligro de encontrar algo o alguien aterrador, en su mente
solo imaginaba que cada paso que mantenía era un rechazo mayor al bienestar
propio.
De repente como un trueno sin reparo
alguno sintió un corrientoso cosquilleo de susto que se originó en su pie y
acabó en su espalda en menos de un segundo, se movió rápido hacia un lado y vio
lo que le había causado tal susto, estaba pisando una puerta en el suelo tan
cubierta de polvo que no se veía en lo absoluto, la intentaba levantar y
entendió que debía ser un tipo de sótano que poseía la casa, golpeteó la madera
y notó que emitía un eco largo, debía ser bastante honda y mínimo supuso que el
sotana tenía más de cuatro metros de profundidad.
Frente él estaba una entrada, un solo
marco desnudo de lo que en algún tiempo poseyó una puerta, era como una
invitación a ser cruzada la que le hacía al crujir con el viento que se colaba
en las paredes.
Había una oscuridad tan negra detrás de
ese marco que podía devorar todo, tenía miedo de encontrarse algo allí que no
pueda anticipar, con esfuerzo casi titánico y frunciendo el ceño pudo notar la
sombra de una mesa en esa habitación, supuso que debía de ser allí una especie
de comedor.
Lo peor de pasearse en una casa donde uno
no es invitado, es tener que pasar por el marco de una puerta donde no hay una
pared cerrando el paso, pero si atrás suyo se encontraba la mayor colección de
animales disecados de la ciudad custodiando la entrada y de colmo frente suyo
estaría sumergiéndose a una oscuridad tan negra como el alma de un dictador.
Dio un paso hacia el frente y el marco se
le hizo más grande que las puertas de un establo, todavía no tenía la
suficiente distancia para distinguir algo, al acercarse notó completo de
certeza que si era una mesa lo que vio antes, caminó dando dos pasos más y notó
a la izquierda de la habitación una escalera, apagó la linterna, escucho el
crujir de los pasos en los viejos escalones de madera, quien sea que bajara se
había demorado mucho y sabía que debía ocultarse, se quedó encuclillas detrás
de la mesa esperando que el tipo bajara, ahora tenía a su favor la oscuridad.
— ¡Sal de allí! ¡Te paseare por el jardín
si demoras en salir! —gritó el tipo al bajar la escalera.
Vicente forzó sus ojos en la oscuridad y
pudo notarlo, era un sujeto enorme casi tan grande como su jefe, cargaba una
máscara de color perla, pero en su frente tenía una V que supuso debió ser un
número romano.
La situación le era desfavorecedora, la
desventaja de pelear contra alguien que carga capucha es de no conocer las
sorpresas que pueda guardar.
El sujeto estaba como toro embravecido,
aunque Vicente pensó responderle prefirió tragarse sus palabras, vio al tipo
sostener un cuchillo ensangrentado, goteaba lentamente, su mente se aceleró y
supuso que debía haber sacrificado a alguien o haciendo alguna porquería con
esos animales disecados, también entendió que por el carácter de aquel tipo
este no podía ser el Carnicero, era demasiado imprudente y poco astuto para
alguien que llevaba tantos homicidios sin ninguna pista, estiró el brazo hasta
coger una botella y lanzó esta contra una de las repisas de animales en la
habitación anterior, el encapuchado cogió rumbo hacia el lugar del ruido, fue
detenido de un solo golpe en la nunca mientras cayo tumbado al suelo.
Le quito la máscara y noto que el tipo
tenia cortadas en su rostro, parecía alguien que había pasado mucho tiempo sin
coger sol, le volvió a poner la máscara, lo esposó y lo arrastro hasta la
entrada de la casa donde lo dejo arrimado en el marco de la puerta, le mensajeo
a Vladimir que atrapo un sujeto y deseaba que venga como refuerzo mientras
Franchesko notificara al Capitán para así mandara un grupo de policías y cercar
el área, al terminar el mensaje se reincorporo a tomar aire y escucho un sonido
en el piso superior, estaba empapado de agua y oxido, sus cabellos eran húmedos
y sentía un palpitar en la nunca que lo mantenía atento de ser sorprendido por
la espalda, supo que, en buena parte, todavía en la casa estaba otra pista más.
Tenía la lengua reseca, su malestar no
lograba disiparse como la lluvia. Allá en la planta alta de la casa, se hallaba
la pista que buscaba para poder cerrar el caso, había una puerta en el piso que ahora hacía bulla con el
repercutir de las últimas gotas de la fina garua.
Al llegar a la escalera pudo oír pasos en
la planta alta y escuchó un crujido como el de romper un cangrejo o un par de
muelas.
Subió de puntillas para no hacer bulla en
los ya carcomidos escalones y se encontró con una habitación de color blanco
hueso, pero repleta de manchas verdosas y otras sanguinolentas en las paredes.
Tal visión le revolvió las tripas junto al almuerzo y le provoco arcadas, a su
izquierda pudo notar una habitación sin puerta y a la derecha una gran puerta.
Camino hacia el dormitorio sin puerta y lo
encontró totalmente desnudo, solo eran paredes, pero en el piso habían dientes
y unos cabellos largos de color rubio que supuso eran de mujer.
Al salir de la habitación camino hacia la
gran sala, era desnuda con paredes moradas y en el centro había una mesa con un
charol de lata, le dio la asquerosa idea que en su interior encontraría una
cabeza o algo bizarro.
Recorrió con el ojo cada rincón de la
habitación y hasta que se repitió más de tres veces que nadie podía caerle
encima por ningún lado decidió acercarse al charol, pero en su mente
cuestionaba quien pudo ocasionar el sonido que lo hizo subir por interés.
Al acercarse a la mesa sintió un crujido
en el piso y en una fracción de segundo lo supo, el charol solo era un señuelo,
piso la madera tan resquebrajada por el moho y cayo, no fue a dar hacia la
habitación de los animales disecados sino que su propio peso lo hicieron caer a
través de la puerta del sótano.
Un hueco era donde se encontraba y sentía
el dolor recorrerle la espalda lentamente, todo había sido una trampa para
aquella victima astuta que logre superar la primera planta.
Supo, además, que no estaba solo…
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