Segundo Capitulo: De Vuelta al Hogar

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El sol se escondía y tras su partida el entorno se atiborraba de neblina, aprovechando la carencia de la Luna, se volvió tan espesa como una suave seda en el ambiente frio; el pueblo a partir del ocultamiento del astro se refugiaba en sus casas con excepción de los policías y guardias que cuidaban los sembríos o casas por si algo sucedía.

Hace muchos años un gran circo arribo a Garzota y por una disputa entre dos sujetos que peleaban por una mujer todo se formó en una ola de violencia, las personas se golpeaban unas a otras y en un descuido un animal logro escapar, un oso gigantesco y feroz que no pudo ser atrapado en la algarabía, era presentado como el animal más feroz de todo el circo, aún más horrible que la mujer con barba.

Durante días los cazadores en los bosques cercanos comenzaron a morir por aquella bestia, al pasar el cerro Santa Ana detrás del cementerio, en aquel bosque estrecho y tupido se dieron todos los festines del animal.

Fueron tantos muertos que  los dueños del circo ofrecieron una recompensa por quien mate al animal o lo atrape vivo (cosa imposible), pues el nombre del circo estaba en juego.

En la Alborada el Alcalde formó grupos de tres para ir a cazar al animal e incentivo que debía ser sacrificado lo más antes posible.

Dante era un niño de no más de diez años y pasaba los días al contrario de otros niños caminando, tenía el gusto de ver que había en cada rincón del pueblo y al hecho de vivir a lado del cementerio lo hizo familiarizarse con cada lapida, conocía hasta las más viejas y las más nuevas por el aspecto de la tierra alrededor.

Un día en sus muchos paseos por el pueblo decide conocer el bosque, ya había deambulado por todo el cerro y en la cueva dentro de este, pero algo lo consumía por dentro, como si fuese fuego devorando cera, la curiosidad de que podría ver en el bosque.

Caminó durante muchos minutos hasta que estos se tornaron en horas y el miedo estaba a flor de piel, perderse en un bosque donde la temperatura puede descender hasta los diez grados y en las noches animales deambulan con feroz hambre es lo peor que puede sucederles a todos y más aún niño.

La desesperación de saber dónde estaba su casa y como llegar lo invadió, un ruido se escuchaba a lo lejos, parecía un gruñido y entre momentos era un crujir de huesos. Trató de ir lo más lejos de aquel hambriento eco arrastrado por el viento, se cobijó en las raíces de un gran árbol al caer totalmente la noche y pudo sentir que el gruñido estaba a pocos metros, exhalaba un vapor de un hocico inmenso y sus garras estaban recién empapadas de sangre fresca.

Sintió escalofríos, la necesidad de llorar y temblaba levemente cada vez que la bestia rugía, escucho personas gritar su nombre y el animal no hacía más que gruñir en contra del eco.

Soltó un lamento y el oso rugió hacia las raíces con tal fiereza que lo hubiese dejado sordo, su mente divagó y pensó que iba a morir en aquel bosque, cuando nunca esperaría que su vida fuese larga y por mucho.

La bestia se acercó tomando pausas solo para rugir; Dante pudo notar a través de una raíz que alguien estaba detrás en una distancia prudente de la bestia, el Alcalde Vicente Márquez, le apunto al animal con dos revólveres y dio rienda suelta a los disparos; la bestia gruñó de manera súbita en el primer disparo, cuando deseo incorporarse y agredir al tirador los demás disparos le hicieron caer al piso, soltaba gruñidos no feroces sino de lamento y de pena.

En poco menos de un minuto la bestia estaba en un charco de sangre propia, ya no ajena como sus festines y el niño vio en aquel hombre un héroe.

El pueblo recibió con alegría el suceso, no solo tenían de Alcalde un hombre inteligente, estudiado en Universidad (algo poco común para personas humildes).

El oso fue embalsamado con sumo cuidado en la ciudad portuaria y puesto como un trofeo en la sala de espera de la alcaldía para todo quien desee tratar asuntos con Vicente Márquez sepa de su fama antes de verlo.

La hija del Alcalde; Belén Márquez era una mujer contemporánea a la edad de Dante y un antiguo amor de la pubertad, muchas de las personas con sus ahorros decidieron que para sus hijos era mejor estudiar en las grandes ciudades junto a las grandes universidades, los pueblos se volvían lugares llenos de historia y ancianos que habían vivido toda su vida y sembraron tan fuerte sus costumbres como las raíces de un árbol, pocos de los jóvenes se quedaron en la ciudad, sentían un ansia de volver a su pueblo con todos sus familiares y conocidos, habían desarrollado una zona de confort.

Los pueblos eran tan mansos como una llama, pero existían días en que las disputas podían devorar toda la paz como fiera y escupir injuria a todo ser que se cruzaba. Los ladrones siempre eran personas de otros lados o falsos turistas, la pelea más común era por discusiones políticas en las cantinas y comedores, pues bien dicho esta que hablar de religión y política es como escupir al cielo, no sabemos cuándo tocamos algo sensible.

Juján fue fundada después de La Alborada y le siguió Garzota, mientras que Guayacanes era de tiempos anteriores que La Alborada y Rosales fue una antigua finca ganadera y de tubérculos, aquellos pueblos eran antiguas haciendas de indígenas, proliferaban los criollos y uno que otro español con afán de grandeza visitaba los pueblos donde ya no eran bienvenidos. Garzota aunque era el pueblo más reciente resulto ser la cuna del tejido y por sus comerciantes salieron adelante, también resulto ventajoso ser el pueblo más cercano hacia la estación en tren; pues los viajes en mula y carreta eran fatigosos para los pueblos más lejanos, Guayacanes al poseer la estación del tren tenía una gran visita de turistas e incluso se sostenía en su mayoría de vender recuerdos, comida y dar hospedaje.

Rosales se sostenía del cultivo de tubérculos y cría de ganado, el mayorista de leche más grande de la región y a su vez contaban con cría de ovejas las cuales su lana era vendida hacia Garzota.

Aunque los pueblos formaban parte de un comité regional y todos pertenecían a una Provincia estos eran totalmente ajenos a la nación, sólo se podía saber que seguían en el mismo suelo por los amaneceres celebrados por los canticos de gallos y las noches con su brisa traída del puerto convertida en dulce y espesa neblina al entrelazarse con el corredor andino que acariciaba los sembríos y el espeso pelaje de las llamas o como le decían algunos el resultado de aparear una oveja con un burro de manera elegante.

La Guerra del Siglo abatió toda la región, pues la mayoría de los pueblos sustentaban junto al campo el consumo interno, la Sierra siendo más cercana de la frontera, sólo protegida por el espeso y mítico Oriente experimento gran miedo de saber que los extranjeros tratarían de llegar por el anterior mencionado y por la Costa para así arrinconarlos en las montañas a morir de hambre; muchos pueblos decidieron sin protestas apoyar una fuerza unida de armas civiles en caso de que el ejército no soporte la invasión enemiga, se contó con el hecho de que el Oriente estaba dotado de grandes guerrero Iwia ( Demonio de la Selva) descendiente de tribus ancestrales que pelearon durante años contra los conquistadores y otras tribus cercanas.

La Señora Rosa De Hidalgo era la esposa del fallecido doctor Miguel Hidalgo y madre de dos hijos adultos mayores que Dante, Gabriel un profesor y escritor de poemas que vive en la Costa con su familia y Carlos un comerciante sin mucho oficio que vivió siempre de la suerte.

Ella había estudiado medicina en el extranjero, lugar donde conoció a su difunto marido y decidieron venir a la tierra de su esposo para aprovechar sus conocimientos médicos; de más joven antes que decidiera jubilarse fue la doctora de la familia De la Cruz y de los Márquez, partera y sabia consejera del comité de mayores del pueblo, pues entre todas las personas del pueblo sólo ella y Lucio Piguave el chamán del pueblo eran las únicas personas que superaban los setenta años y se veían tan fuertes como un árbol de mango.

Las personas del pueblo eran tan escasas que todas conocían el cumpleaños de todos y algunos eran padrinos, primos y tíos en cierto grado de consanguinidad que muchos llaman “compadre de otra madre”.

Cada pueblo tenía su escuela, la más grande se encontraba en Guayacanes, debido al hecho de ser el pueblo más comercial y ser el canal andino hacia los demás pueblos, se decía que quien no pasaba por Guayacanes para llegar otro pueblo era adinerado o viajaba de escondidas, pues ese viaje solo se lo daban quienes tenían carruaje y conocían los caminos o los refugiados que huyen de la miseria hacia las montañas buscando un pan de cada día.

Juján fue la tierra de los dulces alguna vez, melcocha, membrillo, amor con hambre y más golosinas tradicionales se podían disfrutar aquí, sus tejidos eran buenos, pero carecían de la técnica de hilar como araña de la que gozaban los artesanos de Garzota.

La Alborada siempre fue un pueblo agrícola, comercial en menores rasgos y un tanto de turismo por la cercanía con las montañas y el bosque.

La mañana era el momento más oportuno para saber si tendrías un día grande como las montañas u oscuro y triste como las lluvias repentinas del invierno, que entorpecen el trabajo sin aviso previo. Los gallos cacareaban a feroz convicción de que en algún lugar serian confundidos con cañones de buques y que el movimiento de sus alas abiertas les daba aire de altísimo cóndor. La neblina volvía hacia sus rincones y aunque no era totalmente el sol dueño del momento se podía sentir el calor contra la suave brisa matutina que rozaba la piel y robaba uno que otro escalofrió.

La alcaldía estaba funcionando desde las nueve de la mañana, con tantos años de ser el alcalde indiscutidamente Vicente Márquez mandó a erigir una casa en el terreno baldío a lado de su oficina, pues era más simple ir a la hora del almuerzo de esta manera que comer algo en los comedores de Doña Zoila.

Vicente era un viejo amante de la comida casera, sentía que, si no veía, olía y sabía que era su mujer quien preparaba sus platos estos serían meramente insípidos y tan pocos acoplados a sus gustos. Sus hijos: Ángel el mayor por solo tres años que Belén. La familia Márquez fueron alguna vez descendientes de los primeros indígenas que recuperaron su libertad con la abolición de esclavitud en toda la región, los diversos matrimonios con criollos y españoles originaron el apellido Márquez en los actuales descendientes.

Vicente llevaba en el cargo de alcalde ya casi dos décadas y es que no existía nadie en el pueblo tan versado en negocios, relaciones y comprendía la necesidad de los habitantes, así como el padre de Dante, hombre solidario y humanitario que puso su dinero a disposición del pueblo en épocas de mala siembra e inundaciones.

Lo normal para Dante era despertar en esa hora exacta en que es tarde para desayunar, pero temprano para almorzar y bajo pretexto usar el hambre para tapar la vagancia matutina.

Durmió como muerto en la ya antigua habitación de sus padres, pues su habitación había sido destruida para construir un estudio del que ya solo daba uso Vinicio o José en sus muchos ratos libres; el trabajo en la casa caía principalmente en las empleadas y la cocinera, Vinicio trataba los asuntos del negocio, las cuentas y hablaba con los compradores de las siembra del maíz y José se encargaba del jardín solo en épocas especiales, aunque lo tenía bien cuidado y se encontraba sembrando diversas plantas medicinales en terrenos aledaños a la casa para sustentar la farmacia por la escases de medicamentos.

En la entrada de la habitación principal se encontrar una frase “Nada es seguro y todo es posible”, había sido colocada el día en que Dante fue salvado por el oso, también nombraron a Vicente como su padrino, ya que por pereza o bien pocas ganas lo bautizaron a la edad de 12 años con los nombres de Dante Simón de la Cruz Espinosa en la Iglesia Nuestra Señora de los Milagros en la ciudad portuaria.

La casa había estado desde hace años, fue hecha por José de la Cruz quien con la fortuna que gano por sus dotes de comerciante logro consolidarse como el mayor vendedor de maíz y telas de la región, abolió la esclavitud apenas compro la Gran Hacienda Clementina que sería  La Alborada en la actualidad.

Vinicio llevaba desde los dieciocho años trabajando como el mayordomo de la familia, su padre fue alguna vez un comerciante y borracho local que murió en las pocas peleas del pueblo por disputarse que el partido Liberal era el mejor y que los Conservadores eran unos lacayos de los curas, fue acogido por Edmundo de la Cruz, abuelo de Dante ya en su vejez, porque vio los dotes numéricos y la habilidad de comerciar del muchacho.

José era de una familia agrícola de la Costa con quien los de la Cruz tenían mucho trato, al marcharse José para servir en la Guerra del Siglo su mujer lo abandono y perdió gran parte de sus bienes por falta de administración en los años que estuvo lejos, decidió aceptar la oferta de Marco Efraín de la Cruz; padre de Dante, cuando estaba buscando un jardinero y conocedor de herbología para el pueblo, la falta de medicamentos era común en un sector tan alejado y los tratamientos para muchos era pocos aceptables, preferían masticar crema de sábila, hoja de dulcamara y dientes de ajo en vez de tomar pastillas para mermar las enfermedades.

Las empleadas y la cocinera eran mujeres propias del pueblo que se decidieron unir a los trabajadores de la familia para así conseguir una buena jubilación en su vejez.

Aparte de los siempre vistos en la casa la familia disponía de otros trabajadores, los que cuidaban sus hectáreas de siembra y todos eran administrados por José y Vinicio, pues en sus ya treinta y cinco años José entendió que Vinicio buscaba capacitarlo para que pueda ejercer como administrador cuando este se jubile a los setenta años, ya solo le faltaban quince años más.

La casa que estuvo cerca del cementerio fue llena de sospechas como que el éxito de la familia se debe al poder visitar diariamente a sus muertos y pedirles consejos, es bien sabido que no existe mayor inteligencia que la de alguien ya muerto, su experiencia pesa más que el ataúd que lo protege.

El cementerio General era el lugar más triste si se omitía la casa de la Señora Rosa en navidad, con sus tantos decorativos y santos por todas partes para sólo servirse ella el pavo y comer mientras se amarga por no tener compañía.

En el cementerio yacen todas las tumbas de las personas que han pertenecido al pueblo, es considerada costumbre que en aquel camposanto solo podrán tomar descanso eterno durmiendo bajo la misma tierra que los vio nacer y crecer, se dividía en 3 grandes partes el cementerio; para las familias, fosas comunes de personas que murieron y por gratitud se les dedico una piedra con sus nombres y la zona de los indígenas las cuales era escasa, estos vivían en los confines del pueblo y muchos consideraban a Lucio Piguave como su líder, aunque se mantenía el buen vivir con ellos en el pueblos estos preferían vivir en la zona sur del pueblo cercana al bosque donde construyeron sus propias casas de adobe y leña.

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