Primer Capítulo: El Hospital


Lista de Capítulos

El Hospital Psiquiátrico Ponce Di Lorenzzo fue fundado tres décadas después de la Gran Guerra, gracias a una donación de un hacendado de la Sierra y fondos recolectados por la junta municipal, logró ser construido en los terrenos cercanos al cementerio general la ubicación más idónea que se les pudo ocurrir para sobrellevar las noches de gritos incontrolables.

Por un lado se podía encontrar la locura a la derecha y en la izquierda la muerte, aquella calle que separaba ambos lugares fue bautizada como “sueño”.

Los primeros pacientes del hospital fueron familiares de políticos, empresarios y familias poderosas que deseaban que sus cercanos tuviesen un lugar acogedor donde descansar, pero en el fondo todo era para alejarlos del ojo público y no ocasionen estragos.

Con el pasar de los años el hospital fue bastante reconocido, los fondos nunca le faltaron, pero la Segunda Gran Guerra del cincuenta hizo que todo diera un giro significativo, los hospitales estaban saturados y los heridos eran exorbitantes, muchos fondos que eran destinados para el embellecimiento de las instalaciones fue otorgado al gobierno e incluso recibieron aquellos soldados que sufrieron cuadros severos de estrés por culpa de la guerra.

Los médicos se encontraron ante un nuevo desafío que pudieron encarar gracias a la ayuda del Instituto de Seguridad Social de Fuerzas Armadas, de tal manera se pudo hacer un piso especial para que los exsoldados convivan y puedan mantenerse en su entorno, al interactuar con otros pacientes se generaba situaciones de incomodidad que incluso llego a violencia.

Las instalaciones de primera clase, el personal era escogido con sumo cuidado por medio de diversas pruebas y referencias, se buscaba que no posean antecedentes de violencia y con experiencia en la trata de pacientes complicados.

Existían varios pabellones que lograban separar las supuestas clases del hospital, por un lado se encontraban los internos, aquellos eran pasantes que poseían su propio sector en el hospital y se turnaban las guardias.

El pabellón inicial al entrar el hospital era para los pacientes con familias pudientes y que poseían lujos que los pasantes envidiaban, televisores, obras de arte y decorado especial para sus cuartos.

El pabellón al fondo de la plazoleta pertenecía a los pacientes que habían llegado por ser declarados un peligro para la sociedad, se mantenían aislados totalmente del resto de internos y no les era permitido salir a la plazoleta, poseían su propio patio para distraerse  su pabellón era el de mayor seguridad, tan solo doctores específicos podían entrar, los pasantes no se encargaban de ellos desde que uno sufrió un ataque y perdió un par de dedos de su mano derecha, lo cual generó una disputa con la facultad de ciencias médicas de la universidad estatal.

El pabellón en la derecha de la plazoleta pertenecía a las habitaciones que servían de bodega, cuartos de reposo para los guardias de seguridad y enfermeros a su vez se encontraba una sala para almorzar que ocupaba solo el personal.

La decoración de dicho hospital era de un estilo gótico, toda la construcción fue hecha por la junta municipal bajo los caprichos de aquel donador, en una carta, especifico que deseaba sean recibidas todas las personas peligrosas hacia la sociedad, nada debía de salir de allí y procurar darle el mejor tratamiento posible para revertir aquella maldad latente en su cabeza.

También fue entregado un cuadro decorativo con dos hombres vestidos con gran garbo dándose la mano como un recuerdo de su benefactor que supo marcar las iniciales D y G.

Cada pabellón contenía tres pisos con excepción de la bodega que ostentaba tan solo dos, la plazoleta poseía muchas bancas las cuales en su mayoría estaban ocupadas por los pacientes, era el lugar preferido por varios, poseía una cúpula de vidrio junto a muchos árboles, el ambiente era fresco con brisas que amenizaban el entorno.

Los directores del hospital eran seleccionados por la junta municipal y ejercían el cargo en un despacho que se ubicaba en el pabellón más acaudalado, estaban siempre supervisando los records de aquellos pacientes que llegaron por casos violentos, temían recluir alguien que pudiese estar conectado con una organización criminal o ser dañino incluso para la institución como asesinos que se hacían pasar por loco para evitar las prisiones.

Durante décadas el hospital fue bien administrado y nunca existió casos de abusos en cerca de las ocho décadas de funcionamiento, pero un día algo cambio dentro de las instalaciones y los reclusos que altero toda esa relativa paz que puede poseerse en un manicomio.

Siguiente Capítulo: Un Crimen Atroz

Otras Historias: