Aquel que había muerto

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Estaba errante en el más fúnebre ocaso de la creación, donde los muertos parlotean y los vivos yacen...

La sangre de todos sus hijos teñía las aguas, la carne y la pólvora invadían el olfato, el infierno se habría liberado una vez más para obrar en el progreso del hombre.

En el costado del pozo de la muerte contempló la locura debatiendo con la cordura, escudriño todo lo abstracto como algo posible y asimilo que lo que estaba por venir era más grande que él.

Avisto la desesperación implorando clemencia ante la tolerancia y el deseo se enamoró de la razón, una relación enferma pero tan hermosa como el paraíso en el que habitaba.

Las madres abrazaban a sus hijos mientras caían uno tras otro, cientos de miles de cuerpos fueron rodando por los peñascos y los ríos se saturaron de carne.

Tomo asiento al borde de todo, en la división de mares y vientos, donde el horizonte solo es una expresión, enfrente de él vio una pared en blanco esperando ser pintada de sueños, escarbo la tierra pero lo único que disponía para pintarla era un hueso y de tinta toda la sangre derramada.

Le consultó al viento que era un alma vigorosa, aguardo en un silencio donde la brisa comenzó a escasear y el aire pesaba como agua.

Le replico que un alma fuerte tiene voluntad inquebrantable, le pregunto si podría decirle que significaba aquello y respondió que hable con el mar debido que el viento carece de voluntad alguna y solo vaga de un lado hacia otro sin propósitos pero conoce todo cuanto se hable y no se escriba.

Le pregunto al mar y supo alegarle que dicha voluntad es el sentido primigenio de anhelar a toda costa, es el instinto puro que mueve a los animales y les da su ferocidad para sobrevivir.

Medito durante horas, años y décadas, el viento soplo fuerte, las olas chocaron con la pared en blanco y el mar estaba tinturado de carmesí de tanta sangre que sofocaba los suelos.

Deseaba pintar una frase en aquella pared y hacer una puerta a un lugar perfecto, un espacio onírico donde la igualdad solo sea una palabra.

Los quejidos y lamentos de sus hijos le atormentaban, mientras caminaba los huesos de miles de inocentes crujían y el hedor a metal era inconcebible.

Le grito a la razón que era el deseo y no supo explicarle, aunque amaba la esencia onírica del deseo que habita en toda la vida, la locura dijo que el deseo es igual que el instinto, pero de alguna manera este fue corrompido volviéndose una desesperación que destroza el alma y es una sarna que carcome.

La razón meditó y dijo que el deseo son las necesidades que obtenemos conforme pasa el tiempo y las unimos con la locura.

Después de oírlos pensó durante décadas y logre entender que el deseo es menor que la voluntad, es un estado de necesidad, un sentimiento enfermo por algo que anhelamos, pero la razón es quien lo cuida y la locura lo deja libre.

La pared seguía en blanco y medito que pondría en ella, aunque se encuentre en el fin de todo eso no significa que ya no exista camino.

Al fin al cabo el tiempo es relativo y solo con la razón podemos medirlo, mientras que la locura lo deja a su suerte y nos juega una mala pasada.

Pensó en la pelea de la locura y la razón, entendió que aunque ambas sean diferentes una de ellas tenía algo de la otra y no se ponían de acuerdo a sus funciones.

Las muertes de sus hijos nutrirían la tierra y sería el germen fecundo para un nuevo mundo donde podría crear algo hermoso.

"Las almas débiles tienen meros deseos y las fuertes voluntades"; pensó en eso y comprendió que los sacrificios son obligatorios conforme se busca la gloria.

Esa frase eligió para su pared junto a un escudo formado por los signos más altos del cosmos:

El sol y la luna; representantes de los hijos mayores.

La locura y la razón, el deseo y la cordura. Todos en una armonía hermosa y onírica en un mundo perfecto, su paraíso, nube en el cielo y caldero en el infierno.

La total soledad quiebra al más fuerte de los corazones, pero no fue así para aquella pobre alma que yacía encadenada en un oscuro pozo del páramo.

Durante muchas décadas se encontró sujeto a grandes cadenas que aprisionaron sus manos, sus pies y una de ellas sujetaba su cuello como si fuese algún tipo de perro enfurecido.

Desde el exterior lucia como un pozo por su entrada, pero en verdad era una mina abandonada llena de huesos, no había nada más que la compañía de insectos y mucha hierba que había crecido de manera alborotada y apenas permitía el acceso de un poco de luz.

Durante más de cuarenta décadas se encontró debajo del suelo, aislado de todo el mundo, no poseía comunicación con nadie, al inicio de su cautiverio contemplaba como tiraban cuerpos y estos se pudrían a pocos metros suyo, nadie le dirigió la palabra y él tampoco podía, le habían puesto un tipo de bozal que no le permitió general ni una silaba.

Durante varios años repetía toda su vida con suma precisión para así no olvidar quien era en ese mar de años de oscuridad al que fue confinado por terror de que podía hacer, hubo momentos donde anhelaba la fría mano de la muerte invadiéndolo, pero supo que no le dieron muerte para condenarlo al más grande castigo.

Ser ignorado y tirado al abismo del olvido es una peor manera de sufrir para todo aquel que alberga orgullo necesita sentirse reconocido, pero en aquel hueco infernal solo el recordaba quien era y aunque hubo momentos que sufrió de alucinaciones, pensó que era un sueño, la soledad lo carcomía y su ira no dejaba de crecer.

Durante muchos años anhelo salir y cobrar venganza por el castigo al que fue sometido, pero pensó en sus captores, debieron haber muerto muchísimo tiempo atrás y atacar a su descendencia no tendría sentido, incluso aquellos familiares no sabrían ni que en su familia hubo hombres así de ruines.

Después de años tuvo un sueño con los cadáveres de sus hijos, de quienes amo y de su pueblo, sintió su sangre correr con fuerza en sus venas ya marchitas por los años, aunque estuvo tantas décadas sin ningún alimento su cuerpo no requería ningún tipo de nutriente o ejercía las funciones básicas del ser humano.

Un día sus brazos recuperaron fuerza y el entumecimiento abandono a sus piernas, pues las cadenas lo obligaban estar parada con las manos abiertas y la cabeza viendo al cielo con nubes de musgo.

Sintió viento y con el no solo vino polvo, podredumbre y humedad; su fuerza se restauró como nunca y toda esa ira acumulada se volvió combustible para cualquier hazaña. Respiro tan hondo que los árboles en el exterior parecían doblegar sus ramas hacia el pozo, tensiono cada musculo de su cuerpo y los hincho con tal fuerza que empujo su mano izquierda más allá de lo que la cadena permitía y logro quebrarla.

Con la mano liberada cerro el puño, lo abrió y libero su otro brazo, estando sin ataduras y con ambas manos rompió la cadena que mantenía cautivo a su cuello y se sacó el bozal.

Sintió un desierto en el interior de la boca, sus labios eran como piedras talladas y su lengua apenas lograba moverla, entonces soltó toda su ira en un grito con una sola frase en una lengua no común:

¡El más alto ha vuelto!, aquellas palabras salieron del pozo como si el viento las condujera y rebotaron contra las montañas para dispersarse en un eco por todo el suelo, muchas personas lograron sentir un leve susurro que les encogía el corazón y les hacía sentir escalofríos, solo pocos lograron escuchar toda la frase y sintieron verdadero terror de lo que acontecería.

Libero sus pies y comenzó a escalar sobre la piedra enterrando con fuerza sus dedos para así salir de una vez de su martirio. Al lograr sacar todo su ser de aquella morada oscura logro respirar con mejor facilidad y vio como todo era verde monte, a su alrededor existían escombros de piedra de lo que hace muchas décadas fue un lugar habitable.

Deambulo sin rumbo hasta que llego a un sendero que siguió y en el horizonte supo encontrar un pueblo donde fue mal recibido por su cabello largo, aspecto haraposo y desaliñado, cruzando el pueblo fue maldecido y golpeado por muchas personas que solo transmitían asco al verlo, no los ataco y al llegar al final del pueblo encontró una casa sencilla.

Un hombre con un solo brazo se acercó a prisa con y le acerco un poco de agua en una jarra, lo guio hacia el interior de su casa.

—Disculpé a las personas del pueblo, son sumamente temerosos con los extraños, hace muchos años nos atacaron una banda de ladrones en donde yo perdí mi brazo y eso ocasiona desconfianza para ellos—el hombre vivía al parecer solo y su casa lucia pulcra.

Por un momento pensó que no entendería aquel dialecto, pero comprendía todas las letras y sintió internamente la capacidad de hablar.

—Gracias por darme cobijo—tomo asiento y no dejaba de ver con sorpresa la casa, no conocía construcciones de ese tipo antes.

—Siempre hay que dar una mano al desafortunado, aunque uno también este en malos momentos, por cierto mi nombre es Samael y el tuyo ¿cuál es? —el hombre tomo asiento frente el mientras le miraba con dudas.

—Mi nombre…no lo recuerdo siendo sincero, tuve mucho tiempo aislado y todavía no logro digerir todo lo que sucede—tomo agua y sintió como sus labios se humedecían, aunque la sed había desaparecido y no le mataba le mortificaba su aspecto andrajoso.

—Comprendo, debiste sufrir algún tipo de golpe y si gustas puedes quedarte aquí hasta que estés mejor, pero debes ayudarme en las tareas, con un solo brazo me es muy difícil todo—el hombre se levantó mientras caminaba hacia una puerta trasera.

—Listo entiendo, pero me podrías decir hacia donde se encuentra la capital—deseaba ver que había sucedido con aquellos bellos monumentos y prospera ciudad.

—Si te refieres a la ciudad capital en Carchi es imposible viajar hacia allá, los conflictos que existen hacen peligrosos los caminos, pero es una lástima porque camino hacia allí se encuentra Machu Raqay—comenzó a buscar entre cajones algo de ropa para su visitante.

— ¿Qué es Machu Raqay? —pregunto mientras el corazón se le encogía como si predijera dicha respuesta.

—Es como se conoce a las Ruinas del Gran Templo del Sol que nuestros ancestros crearon hace siglos atrás, hoy en día es solo un lugar donde van turistas y se refugian los indios que escapan de sus amos.

— ¿Amos? ¿Indios refugiándose? ¿Ruinas? —aquel momento pronuncio en voz alta sus inquietudes y su cabeza le supo responder, recordó cómo llegaron los conquistadores, los cadáveres tirados a su lado era de su pueblo que fue esclavizado y masacrado.

—Sí, actualmente se están creando muchos movimientos que desean otorgar derechos a los indígenas, aquel pobre pueblo que aún guarda nuestras costumbres ancestrales, mi bisabuela fue una indígena que se comprometió con un extranjero y de allí mi familia se encuentra lejanamente emparentados con ellos—el hombre le señalo un cuadro de una mujer mayor india junto a su esposo.

—Entonces han sido esclavizados, denigrados y perdieron sus tierras—los ojos del mendigo se llenaron de sangre y su respiración era tan notoria que ocasionaba un vapor saliendo de su boca al exhalar.

—Sí, pero existen comunas que se apoyan mutuamente y buscan crear un cambio en el país, si caminas hacia las Ruinas la encontraras, eso si te advierto que es peligroso ir por el hecho que ellos son reacios hacia personas no pertenecientes a su etnias y tu aspecto aunque andrajoso puedo deducir que bien vestido podrías aparentar ser algún extranjero a comparación de mi piel chola—sonrió el hombre mientras lo guiaba al patio.

—Hacia donde debo de caminar para poder llegar a dicha comuna— su voz rebosaba de seriedad y sus ojos ansiaban ver lo que le habían contado.

—Está caminando por ese sendero que es decorado por una mata de mango al inicio, pero te tomaría ir caminando unos tres días a pie—señalo mientras veía con tristeza como sus hectáreas era estériles.

—Partiré de inmediato hacia allá y volveré aquí pero antes te recompensare como es debido por tu buena voluntad—tomo uno de sus dientes y con fuerza se lo arranco, escupió la sangre en su mano y apretó con tal fuerza que sonó un crujido, entonces abrió con sutileza su mano mientras soplo en aquellas tierras infértiles y pronuncia unas palabras entendibles.

— ¡Que hiciste! ¡Tú diente! —exclamo Samael con desconcierto.

—Tu tierra será la más prospera de este lugar y no dejara de haber cultivo aquí, tu única mano se desbordará de riquezas y otros vendrán por tu tierra, pero tú se las alquilara y obtendrás tus ganancias—después de recitar aquellas palabras camino hacia el sendero y cada pisada suya dejaba la marca de sus pies con tal fuerza que ni un caballo podría ejercerla.

El camino fue largo, aunque anocheciera sus pies seguían y sus ojos albergaban la llama de una ira próxima a consumarse. Al cabo de los tres días prometidos en el amanecer del cuarto logro ver a lo lejos pequeñas chozas, no eran muy grandes, para alguien de su altura de seis pies.

Logro divisar una cerca levemente puesta y custodiada por un par de indios que le miraron con recelo y asombro alguien tan andrajoso y fornido.

— ¡Primer aviso! ¡Atrás de la cerca! —le grito un indio agarrando un machete.

— ¡Quien es la persona al mando aquí! ¡Llévenme con quien posea mayor edad! —su grito era tan fuerte que incluso aquellos indios que le miraron con recelo, que han sentido el calor del fierro marcándoles como animal supieron que aquel hombre era indetenible.

— ¡Si quieres hablar con alguien soy la indicada! —hablo una anciana apoyándose en dos jóvenes, pero antes debes vestir decente para la ocasión y darte aseo.

—Sera entonces como usted desea mí buena señora—camino por enfrente de los dos indios que custodiaban la cerca, pero uno le plantó cara.

— ¡No se permite gente de tu calaña! ¡Sucio animal! —le señalo con el machete mientras le cortaba el paso.

— ¿Cuánto daño te han hecho hijo mío que me amenazas tan temerariamente con un arma? —se le acerco sin más y poso su mano sobre la frente de aquel sujeto que soltó el machete y comenzó a balbucear palabras en lenguas, las lágrimas corrían por sus ojos y cuando volvió en si solo le miro con miedo.

— ¿Qué te paso? ¿Qué fue lo que vistes? —pregunto su compañero inquieto mientras veía que aquel mendigo era guiado por la anciana hacia el pueblito.

—Lo vi todo, desde las olas rebosantes de espuma hasta el mar teñido de sangre, el primer grano de maíz y como sus dientes bendijeron una parcela de tierra junto a su sangre, vi cómo se alzó entre el desorden y como cayo al abismo del olvido, pero lo vi romper las cadenas que le arrebataron todo y como al igual que un pájaro que pone sus huevos en un cráneo logro abrirse paso a través de la muerte— su voz estaba llena de inspiración, las palabras fluía como el cauce de un rio y sus ojos se habían aclarado como si hubiese visto oro en abundancia.

Después de haber tomado una ducha en un riachuelo cercano, cortado su cabello y afeitado adecuadamente se vistió con las ropas que le entregaron, pantalones de algodón blancos, unas alpargatas negras, una camisa blanca con bordes dorados en el pecho, franjas  rojas en la parte de los bíceps y la parte del puño poseía las mismas franjas y por último un poncho morado berenjena con diseños del sol, la luna y las estrellas acompañado de un sombrero negro.

Camino hacia donde le indicaron vivía la anciana, todos lo veían con admiración, su figura no solo era imponente, lucían aquellas ropas con garbo y elegancia como si de un gran indio se tratase, los miro directamente a los ojos y pudo notar el miedo en el interior de cada uno. Algunos tenían marcas de látigo en su piel expuesta, otros habían sido mutilados sus brazos y dedos por desobediencia.

Aquel indio que le amenazo en un inicio comenzó a decir lo que vio a todos con extrema devoción que todos comenzaron a mirarlo con asombro, algunos con esperanza de que sea alguien que les pueda dar mejores opciones frente al poco interés del gobierno sobre ellos.

—Todos me ven como si fuese un Ángel o con miedo, pero usted parece solo verme como si nos conociéramos—dijo elegante mendigo dentro entrando en la choza de la mujer mayor.

—Hace muchos años me contaron las historias que ahora son extintas para la mayoría, tengo cien años y pronto voy a morir, pero esperaba poder verte así como me predijeron hace muchos años—la mujer estaba sentada, su cara parecía tallada en obsidiana y sus manos arruinadas por la artritis sostenían una cajita de madera.

—He de esperar que dichas historias hablen de mí, pero antes que iniciemos la charla le agradezco su apoyo y me honraría con su nombre— se acercó hincando una pierna en el piso y le beso la mano derecha mientras agacho la cabeza.

—María Dolores Amaguaña Guamán, alce su cabeza que siempre debe estar hacia el sol—la mujer le tomo del rostro suavemente y le sonrió.

—Gracias por aquellas palabras y dígame que desea saber antes que yo inicie mis preguntas—tomo asiento enfrente de ella con los pies cruzados.

—Hace muchas décadas atrás, había un chamán en mi pueblo que decía haber obtenido el donde de poder ver el horizonte, pero a cambio debía de pagar un gran costo, un día fuimos atacados por un terrateniente con sus hombres y aquel viejo brujo me ayudo a escapar, pero me hizo la predicción que antes del final de mi vida  vería aquel que surgió de la espuma del mar y que había caído en el olvido, que con él se levantaría una tormenta de proporciones increíble—la mujer comenzó abrir la caja que poseía un candado.

—Aquel don aún se encuentra en esta tierra… muy interesante y es verdad, lo que se avecina es tan grande que no podrá ser detenido de ninguna forma—sonrió mientras pensaba en que podría hacer de poseer aquel don.

—Desconozco que sucedió con el brujo, pero aquí en esta caja se encuentra un anillo que mi familia estuvo custodiando durante generaciones y se afirma que fue elaborado con oro del viejo imperio—la mujer mostro un anillo de oro con palabras en lengua aborigen que significaban Sol del Lago.

—Es una hermosa pieza de joyería digna de un emperador, pero que piensa hacer con aquel anillo—le miro con curiosidad mientras la mujer se lo acercaba.

—Es una ofrenda de mi hacia usted, solo le quiero hacer una solicitud que espero cumpla de todo corazón—la mujer tenía los ojos vidriosos, llenos de tristeza, pero en su voz había una fuerza indomable que trascendía todas las generaciones previa a ella.

—Acepto tal ofrenda y dígame cuál será su exigencia—puso el anillo en el dedo corazón de la mano izquierda.

—Nuestro pueblo sufre, no deja de ser reprendido y conforme pasa el tiempo la situación sigue sin mejorar, yo funde este pequeño refugio donde hemos alcanzado la prosperidad aun acosta del sufrimiento que arrastramos, pero solo le ruego que le devuelva la fuerza al pueblo, las esperanzas y no los deje sufrir más. Usted es capaz de muchas cosas y he hablado con los demás ancianos para que en caso de yo morir pase a ser el encargado de este lugar y le sean leales totalmente—le tomo de las manos mientras lagrimas corrían de su mejilla.

—Comprendo su petición y la hare cumplir, aunque en la actualidad no soy tan grande como fui antes y capaz no vuelva a serlo protegeré su pueblo tenga eso presente—le seco las lágrimas con la mano que tenía el anillo.

—Entonces creo que mi misión está hecha, ahora creo poder descansar con mis hijos y mis padres ya fallecidos—el rostro de la mujer transmitía paz interior.

—Me es posible mostrar todo lo que viví, pero para conocer de usted y su vida necesito me del permiso, antes de partir permítame eso para poder empaparme bien de qué tipo de mundo se encuentra aquí—puso su mano sobre la mejilla izquierda.

—Véalo por usted mismo que mundo es el que le estoy dejando a su merced, pero tenga piedad y paciencia, aunque existen malas personas no debemos convertirnos por odio en malvados, una víctima nunca debe convertirse en verdugo—le tomo la mano mientras sonrió, en ese instante logro ver toda la vida de aquella mujer, alegrías, tristezas, muerte y vida.

—Ya veo, su vida fue llena de tantos polos opuestos que le afligió el corazón por años y deposito su fe en aquella misión que le fue dada en la niñez, de por cumplida su obligación porque todo lo que vivió es un peldaño para lo que se avecina—sonrió mientras noto como la mujer cerraba lentamente sus ojos.

—Aquel viejo brujo me comento que su don era algo otorgado por otra persona, pero que puede ser arrebatado y nunca debe caer en manos poderosas, le sugiero que tenga cuidado porque aquel gran poder puede corromper y sería peligroso caiga en manos equivocadas—conforme hablaba su voz se apagó hasta que durmió totalmente, no emitía ninguna silbido o ronquido y así después de un siglo encontró el reposo una mujer de armas a tomar.

Camino hacia el exterior de la choza y vio a todos reunidos formando un círculo, le miraron con sorpresa y algunos mantenían la cabeza hacia el suelo, otros ancianos se le acercaron y le entregaron aretes de oro más una bufanda que colocaron sobre sus hombres y guindaba sobre el cuello de él.

Algunos indios acercaron sus machetes y lo pusieron al piso mientras agachaban la cabeza diciendo que estarían a su servicio, vio como había madres abrazando a sus guambras y las personas mayores le miraban con respeto.

¡Hijos míos! En el día de hoy hace unos pocos minutos antes que el sol se oculte ha fallecido la Gran Señora de este refugio, como les indico a muchos y a mí, me ha dejado a cargo del lugar. He visto el miedo en sus corazones, las heridas que los avergüenzan y la amargura que les aqueja, se cuánto sufren y en mi propia carne he padecido al igual que ustedes, pero ante mi cuidado no existirán más situaciones así, no pasaran hambre, conocerán la abundancia y cada uno de ustedes merece aún más respeto que aquellos ladrones que les arrebataron todo a sus antepasados, los trataron de esclavos y les hacen asco como si fuesen bestias cuando estas tierras son de todos ustedes.

No les prometo a ninguno de ustedes un cambio inmediato, puede que tome años, pero cada esfuerzo que hagan será un escalón más que subirán sus descendientes para un futuro mejor, lo único que pido de cada uno de ustedes es lealtad, completa y absoluta lealtad.

He sacrificado mi sangre, dientes y también daría mi vida, pero justo ahora lo que deseo más que nada es verlos saciar su apetito, vivir dignamente y solo lograremos todas esas metas siendo una sola fuerza, no teman ante los cañones del enemigo ni ante sus amenazas, los látigos dañaran nuestra piel y las cadenas nos aprisionaran, pero nuestra alma indomable seguirá pura.

Todo aquel que muera por la causa tiene el paraíso ganado, el oro se desbordara de nuestras manos y haremos una sociedad digna de marcar un hito en la historia.

Incluso cuando veas a tu hermano, padre o hijo caer siente envidia de aquel ser que se está regocijando de gozo por su sacrificio, entre nosotros existirán muchos mártires y todos serán recordados con honor, cada gota de sangre derramada, cada latigazo y cada miembro cercenado será vengado.

El perdón hacia nuestros verdugos no existirá, el castigo será hecho con mano de hierro y la sentencia absoluta. La justicia será repartida y todo aquel que no la acepte estará fuera de ella.

Aquellas palabras fueron llevadas por el viento hacia el corazón de cada uno de los presentes y estos le comunicaron con júbilo a sus hermanos en otros lugares, el mensaje se propago como una llama en aceite y en pocos días el mensaje fue escuchado por todos los esclavos que se rebelaron y partieron hacia las Ruinas en búsqueda del edén que tanto ansiaban ver.

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