Garzota se
encontraba con un clima frío, vientos cortantes y un olor a quemado constante,
las personas deambulaban de un lado a otro mendigando y peleándose por bocados
de comida, solo existían tres clases sociales en dicho pueblo.
Los Limpiadores
que disfrutaban placeres, los que se aliaron a estos por un tipo de vida no tan
miserable y el resto que yacía en la más ruin miseria del mundo.
El Coronel se
encontraba siempre con dos limpiadores, uno de ellos poseía cicatrices en el
rostro y hablaba de manera frenética como si no pudiese contener sus
pensamientos, solo ante la presencia de Lázaro se mantenía mudo y el otro
sujeto era bajo de cabellos lacios con un ojo de vidrio y aretes de tagua.
Pasaba todo el
día caminado, parecía querer recuperar el terreno que no pudo transitar en
todos los años en esa hamaca, no titubeaba en dar órdenes para liquidar
inocentes y tampoco tuvo miedo alguno en ver como sus antiguos vecinos morían
de hambre, los despreciaba a todos incluido Lázaro. No sentía ningún tipo de
lealtad por él, pero solo ejercía su función para mantenerse del lado ganador
en el pueblo, sabía que si aquel hombre le pudo devolver las piernas un simple
disparo de arma no bastaría para acabarlo o de ser así se requeriría un arma
especial y una situación en conciso.
En su niñez
escucho cuentos de hombres que habían vendido su alma al demonio de las
montañas por dinero, fama y poder, pero estos aun cuando obtenían su meta
sufrían una agonía al no gozarla, comprendió que Lázaro debió dar algo enorme a
cambio para obtener tal habilidades e incluso él siendo un hombre mayor con
mundo y experimento una guerra sabía que ante el azote de la niebla y el muro
del invierno nada se podría hacer para detener su avance.
Le habían
informado en una reunión que tuvo con Fernando el guardaespaldas personal de
Lázaro y su mano derecha, aquel tipo de piel oscura con una fuerza tan irreal
que logró reventar un cráneo de un golpe, en otra ocasión un arma le fue usada
en su contra hacia su pecho y no mostró señal de rasguño o herida.
—Si conquistamos
Guayacanes tendremos acceso al tren y una mejor presencial en la región, de
esta manera podríamos mejorar nuestros negocios de drogas y vicariato pero
también somos visibles ante mayor cantidad de personas y podrían enviar tropas
directo a la región—la voz de Fernando era ronca y en su respirar se notaba una
pesadez enorme como si necesitara todo el oxígeno de la habitación.
—Lo ideal sería
tomar la estación de tren y ocasionar una algarabía o caos, dañar las vías
varios kilómetros por delante para demorar las posibles tropas en llegar, sin
el uso del ferrocarril tomarían cuestión de varios días e incluso podrían
extenderse semanas en llegar, solo para la ciudad principal de la Costa y Guayacanes
toma tres días y dos noches, para la capital son cinco días y cuatro noches—El
Coronel consideraba como mejor opción dañar las vías del tren a favor de la
Costa y proseguir hacia la capital para así mantenerse en la región donde ya
tenían conocimiento del entorno.
—Ambas ideas son
bastante válidas, pero debemos considerar que en caso de invadir Guayacanes
encontraremos mayor resistencia que los otros pueblos por el hecho de que posee
más cuerpo policial y eso nos genera más desgaste en nuestras filas, pero de
tomar las vías gracias a mis contactos en la capital podríamos reunirnos con un
par de grupos extremistas en el valle cercano y formar un ataque hacia el
congreso, existen sindicatos disgustado en la capital que planean marchas y la
situación política es asfixiante al brindar apoyo a mis contactos podríamos
generar un golpe de estado por el cual matemos al presidente de turno y el
partido que nos da apoyo tome el poder, lo pactado es toda la región andina y
la amazonia para nosotros, libres de impuestos y de leyes siempre y cuando
prestemos servicios para sus asuntos turbios—Lázaro tenía los pies sobre la
mesa y se encontraba medio acostado en la silla fumando.
—De ser ese el
plan nos volveríamos los perros de aquellos políticos y en ese caso podríamos
sufrir algún tipo de represalia por los partidos políticos de la Costa,
estaríamos en fuego cruzado—la opinión de Fernando fue muy acertada, el Coronel
la compartía y consentía, sabía del regionalismo existente en el país y que la
situación podría desembocar en una Guerra Civil en caso de no ser tratada con
precisión milimétrica.
—Si tengo
conocimiento sobre aquel posible riesgo, pero nuestra mejor jugada reside en
diezmar Guayacanes, La Alborada y juntarnos en el Valle con los demás para así
ir por la capital en cuyo caso algo salga mal nos retiraremos y refugiaremos en
el Oriente para así cruzar hacia Tarqui, no podríamos estar aquí por la gran
cacería que nos daría, en este plan y el de los políticos somos los chivos
expiatorios de los cuales al no tener lazos nos pueden eliminar, pero mi idea
es generar un caos enorme en la capital como el que finalizó la Guerra del Fin
del Siglo—comenzó a reír mientras se sirvió un vaso de whisky.
— ¿Qué alboroto
crearon en la Guerra? —el Coronel sentía intriga por saber que fue que derrumbó
Tarqui, recordaba que un día en el hospital muchos soldados contaron que la
nación enemiga comenzó a debilitarse en sus ataques hasta el punto de aceptar
la derrota y cuando se hizo una expedición por conquistarla contemplaron un
enorme grado de muerte y destrucción que no fue hecha en el caos de la Guerra,
eran heridas internas, un conflicto civil se desato que supo poner fin de la
gran Tiranía de Don Ecua y los altos mandos.
—Habíamos salido
de la prisión del Círculo y marchamos con cuanto preso guste seguirnos hasta el
pueblo cercano para conseguir lo necesario, en nuestra caminata nos unimos a
los rebeldes para vencer a los militares, siempre existieron dos frentes
políticos en el país, uno a favor del gobierno y el otro eran los rebeldes que
fueron en su mayoría las personas que sobrevivieron en la Guerra Naval de
Tarqui, su grupo era numeroso, pero carecían de cabeza así que Lázaro y yo
tomamos cartas en el asunto, como habíamos logrado salir de la prisión del fin
del mundo nos vieron como salvadores así que organizamos una pequeña guerrilla
que junto otros grupos contra el gobierno logró sitiar la capital claro está
por las habilidades de Lázaro y dimos un ataque hacia el palacio de gobierno,
también pactamos en secreto con grupos del gobierno dando información falso en
algunos casos y en otras sacrificando pequeñas cantidades de nuestras filas
para obtener confianza logrando así situar a la mayoría de los efectivos del
gobierno en un lugar bastante alejado del ataque verdadero—Fernando hablaba con
suma tranquilidad como había sacrificado personas justas luchando solo por
librarse de un tirano, aquellos incrédulos habían buscado ayuda en la peor
calaña de su país en un mar de desesperación.
—Eso quiere decir
que lograron tumbar el gobierno de la dictadura y decidieron acabar la Guerra
para no seguir teniendo bajas—El Coronel sentía asombro ante aquella historia.
—Acabamos dicho
gobierno y en vez de posicionarnos como un nuevo poder existió un inconveniente
enorme, no teníamos una figura política respaldándonos sí que solo nos
consideraron unos salvajes matando a otros salvajes, muchos hombres que
pertenecieron al partido libertador deseaban tomar riendas del país y continuar
la Guerra, otros ansiaban la rendición y firmar un convenio, pero entre tanta
discusión nos dedicamos mis hombres y yo a sembrar discordia, chismes e
insultos entre todos los lados, aquellos que eran partidarios de la dictadura
buscaban hacerse con el poder como dé lugar en una junta militar que no pudo concretarse
por el asesinato de todos los líderes de las fuerzas y en menos de dos días
explotó una guerra interna entre los libertadores que ansiaban seguir la
guerra, los que ansiaban firmar convenio y partidarios del gobierno solo fue
necesario conseguir un uniforme de cada partido y varios de mis soldados
hacerlos dispararse entre ellos en una confusión para generar discordia, muerte
y locura por doquier, claro está que nos alejamos de tal escena y aprovechamos
para refugiarnos mientras todas las balas eran gastadas, al término de tres
días de enfrentamiento no había tropas que pelear en las fronteras y las que se
encontraban allí debilitadas sin apoyo o suministro se rindieron así que con
doce hombres incluido Fernando comenzamos a recolectar recursos, averiguar
sobre datos importantes y decidimos venir a esta tierra más prospera para
buscar obtener algo de valor—
— ¿Qué están
buscando aquí y porque incluyes La Alborada si dicho pueblo no genera beneficio
alguno para nosotros al conquistarlo? —Marco logró entenderlo, no trataba con
asesinos comunes con capacidades excepcionales, sino que eran verdaderos
agentes del desorden que les importo poco contribuir en la caída de su país con
tal de diezmarlo para demostrar que tan fuertes son, no mataban por placer solo
lo hacían para querer demostrar que el lado que escogieran era el ganador y
crear muerte conforme se les cruce alguien en su rumbo.
—Hace muchos años
en tiempos antiguos, antes de que llegaron los conquistadores a este lado del
mundo se ocultó un tesoro entre los verdaderos dueños de estas tierras y dicho
secreto fue callado por ser una herejía, algunos rumorean que son dos hermosas
perlas grande como ojos, una puede admirar toda la belleza que existirá y otra
la belleza que existió, pero según he investigado en los años dichas joyas
deben estar en algún lugar y espero poder encontrar una pista en La Alborada no
en el balde ese lugar fue fundado gracias a la intervención del demonio de las
montañas y siento una corazonada sobre dichas tierras—Lázaro se emocionó
mientras relataba, usaba las manos mientras caminaba y era la primera vez que
el Coronel lo contemplo tan lleno de vida al contrario de su comportamiento
frío y distante.
—Bueno después de
esta larga explicación se podría decir que nuestro plan es repetir lo ocurrido
en Tarqui, pero aquí nos aliaremos a un solo gran partido político mientras yo
juntaré otros hombres para aliarse al partido de la Costa y buscar crear
disputas internas allí, si los mantenemos ocupados no estarán molestando mucho
en la capital, pero el primer gran paso será conquistar Guayacanes y posterior
La Alborada para Lázaro—
—Primero
atacaremos La Alborada por precaución, hace pocos días mandamos a Santillán que
averigüe si Juan Batista se encuentra allí y no ha vuelto, he de suponer que
murió así que si ese pueblo consta con aquel hombre debemos eliminarlos
primero, porque si al atacar Guayacanes nos vemos agredidos por la espalda con
las personas del otro pueblo y Juan Batista estaríamos jugando mal las cartas,
peor por otro lado dicho pueblo podría fortificarse y prepararse para el ataque
en cuyo caso debemos mandar a la mayoría de activos que disponemos y tú los
comandarás Fernando—Lázaro lo señalo mientras veía atravesó de la venta de la
alcaldía.
—Entonces por el
momento Guayacanes estará tranquilo y sin ataques, pero por el momento
disponemos de casi setenta hombres para atacar La Alborada sin contar los que vinimos contigo de la
prisión que al momento conmigo son once considerando que Santillán está muerto,
el Coronel se cuenta aparte al igual que tú, aunque Garzota quedaría—
—Mmm…en ese caso
haremos lo siguiente, haré llamar a los rebeldes para que apoyen en mi causa,
estos son cien hombres de los cuales partirás con ellos y llevaras dos docenas
de hombres de aquí, otras dos docenas atacarán Guayacanes antes que tú estás
sitiando La Alborada de esa forma evitaremos que lleguen refuerzos de
Guayacanes y provocaremos un poco de pánico que les obligará a fortificarse en
primer lugar antes de socorrer a su pueblo vecino el cual estará bajo ataque
intenso y los hombres restantes que deben incluir los demás de la prisión sin
ti y con el Coronel estarán conmigo en Garzota resguardando el pueblo en caso
de que algún aventurero de largas armas se atreva a venir por nuestra cabeza quiero
mantenerme aquí para atraerlo en vez de yo ir a darle caza, admito que la
última vez no salió como lo planee—se sacó un guante de su mano izquierda y
mostró una gran cicatriz en la palma de la mano que había sido producto de un
disparo, apenas podía cerrar la mano y usarla para tareas simples.
—Concuerdo
bastante con tu idea, pero supongo no querrás usemos ningún tipo de explosivo
para dañar el pueblo por la posibilidad que sea destruido lo que buscas y a su
vez como esperas que yo me enfrenté con Juan Batista si esta se encuentra en La
Alborada—Fernando era un tipo bestial con una piel capaz de resistir disparo
pero aun así desconfiaba de sus habilidades para encarar a tal pistolero que
los hacía tomar medidas de seguridad.
—Es verdad que
aquellos dos cañones que rugen como relámpago son temibles, pero tu mi mano
derecha no eres cualquier hombre y cuando partas hacia La Alborada cargaras mi
protección, puede que mi cuerpo no sea tan vigoroso como el tuyo y esta
cicatriz lo denota, pero mis habilidades nunca han fallado te dotaré de tal
protección que incluso la ira de esos cañones no superaran tu piel, pero el
costo que pagará será alto en demasía para hombres comunes y para ti solo una
tarea del día—dichas palabras hicieron ver en el rostro de Fernando seguridad y
asintió la cabeza aceptando su rol.
—En fin ya todo
está decidido el día de mañana mandaremos a dos docena de hombres atacar
Guayacanes y mientras llegan refuerzos haré preparar todo para La Alborada y
fortificaremos la ciudad, las personas que no peleen por nosotros deberán
elegir entre esconderse o morir—Marco se levantó, sus piernas ansiaban volver a
caminar y estaba hostigado de la alcaldía, siempre le desagrado tal lugar.
—Sí mañana
atacaran, pero las personas de aquí pueden dejar que huyan al día siguiente del
ataque a Guayacanes y díganle que se vayan hacia La Alborada para que así
generen miedo y duda entre si deben pelear o escapar, dicho todo esto pueden
marchar hacia sus asuntos—Lázaro saco otro cigarrillo y lo prendió con la uña
mientras recordaba como en el pueblo cercano de la prisión del fin del mundo
alguien a lo lejos gritó su verdadero nombre y le disparó, tal impacto de bala
en su mano lo tumbó al piso y aunque no perdió los dedos hasta el día actual
siente la piel quemada en donde impacto la bala y escucha el retumbar de
aquella arma.
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