Capitulo Veinte

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Los purificadores celebraron la caída de la torre con algarabía, algunos sabían que con aquel sujeto fuera de su camino todo sería más fácil, aunque solo les disparo en brevedad logró matar a ocho de ellos con impactos directo a la cabeza y otros al pecho.

— ¡Cállense! Yo iré a confirmar si él se encuentra muerto así que ustedes vayan bordeando el pueblo por el lado este y yo partiré desde el oeste a los escombros, arrinconen a todos y no dejen sobrevivientes—les miró mientras su rostro mostraba venas marcadas y sus ojos eran llenos emoción, partió corriendo con pisadas fuerte que marcaban la tierra como una bestia.

David llegó donde Joaquín que seguía estupefacto por lo que vio y le comunicó que aquel sujeto era inmune a las balas así que debían eliminar al resto para luego encontrarle un método de ser herido, este respondió que si ese tipo se empeñó tanto en atacar a Juan y supo reconocer su arma quiere decir que deben tener cuentas pendientes.

Ambos coincidieron con esa presunción y consideraban que de estar muerto ese tipo debería ir a buscar su cadáver, es inmune a las balas así que puede darse esa libertad y por lo tanto debía haber replegado sus hombres en un rumbo ajeno al suyo, tal suposición la hizo David basada en la seguridad que mostró el gigante en dedicarse a tirar piedras y no darle importancia mientras él le disparaba.

Los animales del pueblo fueron llevados a una especie de granjita al norte de todo para que así se mantengan lejos de las balas y estaban amarrados para que no saliesen despavoridos por el sonar de las armas.

— ¡Mierda! ¡Demonios! ojalá solo este herido y no muerto—Dante sentía preocupación por Juan mientras escuchaba a lo lejos disparos.

—Debe estar muerto, nadie sobreviviría a tal caída pero no ser así espero se reponga pronto, si lo vamos a socorrer podríamos perder la formación—respondió Vicente mientras notó como Lucio se le acercaba saliendo de la mansión.

—No es tiempo de preocuparnos, deben replegarse e ir de apoyo hacia donde David y guiarlos al este, disparen a los sujetos vienen como avalancha y su líder se encuentra rumbo a la iglesia, aquel sujeto no es rival para nosotros así que mejor vayan y avísenle a Joaquín para que logren parar el avance de esos sujetos, conforme vean que están ralentizando el peso ustedes retrocedan de a poco para que estén al alcance de los rifles dentro de la casa y así someterlos—Lucio les comunico como había cambiado el plan, María sentía todo aquello que pasaba dentro del pueblo y pudo notar que Fernando no era alguien común e incluso sentía preocupación porque no percibía  Juan y de encontrarse este muerto nadie sería rival para aquella bestia.

Dante, Vicente y una docena más de hombres corrieron hacia la posición de David y Joaquín los cuales se encontraron defendiéndose de una lluvia de balas, para su dicha tenían donde cubrirse y disparaban a discreción, aquellos sujetos tenían la desventaja que para avanzar había que cruzar varios metros sin donde ocultarse y conforme salían a disparar eran retenidos por los hombres del pueblo.

— ¡Maldición! ¡No podemos avanzar de esta forma y el jefe se encuentra ocupado! ¡Si él estuviese aquí nos haría un camino fácil! ——maldecían mientras disparaban a ciegas, no tenían tiempo de apuntar, ya habían sido alcanzado ocho de ellos, aunque eran mal se encontraban mal ubicados, pero supusieron que debía de haber menos hombres del lado del pueblo así que disparaban alternándose para así obligar a los otros gastar sus balas, sabían que por más preparados este el pueblo estos no contarían con muchos recursos.

La balacera continuo y conforme se dieron cuenta que iban hiriendo a los invasores también habían caído cerca de cuatro de sus hombres, dos heridos fueron arrastrados hacia la mansión para ser atendidas y el fuego se mantuvo constante para evitar que tomaran cancha en el pueblo, Vicente les explicó que lo mejor que podrían hacer era seguir diezmándolos hasta que contaran cuarenta bajas para así retroceder al terreno en el campo de visión de los rifles así lograrían junto a dos docenas de hombres que se replegaron en los extremos del pueblo acorralarlos y acabar con la invasión.

Fernando fue a toda velocidad hacia la iglesia, árboles o casas en su camino las golpeaba y pasaba sin ninguna molestia a los pocos minutos llegó al lugar que yacía lleno de polvo y escombros.

— ¡Sal de allí! ¡Maldita rata blanca! ¡Deja de hacerte el muerto! —comenzó a gritar mientras tiraba hacia los lados las bancas y seguía rumbo a los escombros en el fondo de la iglesia.

Juan estaba tirado bajo algunos escombros escuchando el grito del gigante, solo cargaba un revolver en su mano y a lo lejos pudo ver el otro bajo varios escombros, al derrumbarse el edificio se sujetó bien y antes de caer con todo y pilar se tiró sobre el techo el cual colapso y los restos cayeron sobre él, el cuerpo le dolía por montón y sentía sangre correr de su ceja izquierda.

Su boca estaba llena de polvo y hierro, escuchaba los gritos pero pudo inferir que Fernando no lo distinguió aún entre tanto escombros así que espero esté más cerca mientras le apuntaba al rostro.

— ¡Maldito bastardo! ¡Sino sales pronto matare a todos con mis manos! ¡No tengo necesidades de armas y lo sabes! —conforme fue avanzando pensó ver un breve brillo entre los escombros y de pronto en un rápido movimiento Juan se levantó erguido mientras le disparó al rostro, se hizo hacia atrás y fue a remover los escombros que cubrían su otra arma, pero una banca le fue lanzada la cual logró soportar cubriéndose con los brazos, sus piernas flaquearon por un momento y al ver con más claridad vio aquel gigante corriendo hacia él como toro en una embestida.

— ¡Carajo! ¡Dadme un maldito respiro! —le esquivo tirándose a un costado y le disparó atrás de la rodilla obligándolo a inclinarse.

— ¡Respiro! ¡Debiste dejar de respirar aquella vez en la prisión! —le gritó mientras se incorporaba sacudiéndose el polvo.

— ¡Cállate maldito perro! ¡Tú y todos esos bastardos que siguieron a Lázaro están enfermos! ¡Solo crean muerte a su paso! —escarbo en los escombros y tomó su arma faltante, le apunto mientras mantenía distancia.

— ¿Acaso te olvidas que tu reputación se debe a crear muerte también? ¿El mejor pistolero de Tarqui o acaso no era así como te nombraron? ¿Debes de tener unos cientos de bajas y eso es mayor al número de personas que un asesino como yo ha matado? ¿Acaso no puedes aceptar que para cazar monstruos tuviste que convertirte en uno?, mírate allí hecho trapo lleno de rasguños y no muerto, ningún hombre común sobreviviría tantos años, pero tu mi estimado compañero de celda has paseado por el infierno vestido de tu pretencioso traje blanco y juzgando no a dedos como si no tuvieses las manos llenas de sangre—el tipo comenzó a reír mientras seguía dándole la espalda a Juan.

— ¡Pedazo de animal! ¡Morirás en este pueblo como un perro olvidado! —acariciaba el gatillo mientras su sangre hervía el coraje, le miraba con detenimiento y estaba concentrado en él, sabía que de errar pasaría un pésimo rato si sus manos le alcanzaban.

—Tú lo has visto, tus canes que tanto te enorgullecen no pueden herirme y he venido con suficientes personas para reducir este pueblo a nada más que escombros, seré misericordioso y te permitiré una ejecución pública si te rindes ahora y me besas los zapatos—se giró y comenzó a caminar con las manos abiertas sonriendo con leve rasgo de sadismo.

— ¡Tú y Lázaro pueden irse al carajo! —camino hacia él y apunto al frente, disparo y aquellas balas fueron tan potentes que al impactar con el cuerpo de Fernando le hicieron caer al piso como si un golpe en la boca del estómago le hubiese impactado, Juan no tenía más balas en las armas y comenzó a cargar mientras tomaba aún más distancia, aunque no podía matarle sus disparos a cierta distancia le provocaban dolor, trataba de entender qué tipo de maleficio le protegía para que sus armas no hagan efecto, escuchó a lo lejos el tiroteo y lamentaba no ser de apoyo pero si él no detenía aquel monstruo nadie más podría.

— ¡Maldito hijo de puta! ¡Eso dolió! —se incorporó pero el dolor le doblegaba y vio como Juan seguía apuntándole.

—Puedo seguir haciendo esto hasta que te desmayes del dolor y créeme que lo disfrutaría—le comenzó a disparar mientras vaciaba toda la carga de ambas armas hacia su cuerpo, este no hizo más que cubrirse y los impactos le hicieron poner una rodilla en piso, Dante sabía que en el momento que sus armas se vacíen debía comenzar a correr, porque no tendría suficiente tiempo para cargarlas.

— ¡Haz lo que quieras! ¡Una vez te quedes sin carga será mi turno! —comenzó a reír mientras se cubría con los brazos, el cuerpo le dolía como si fuese golpeado y la marca del impacto ardiera en sus músculos.

—Tienes razón hasta aquí llegamos mi estimado—Juan hizo su ultimo y tiro y comenzó a correr, se tiró por la ventana y se alejó de la iglesia lo más rápido que pudo para cargar una de sus armas, comenzó a escuchar como un par de golpes retumbaban en la iglesia y de pronto una pared colapso mostrando a Fernando con su camisa destruida y lleno de polvo sonriendo.

—Ahora jugaremos a las cogidas y si yo gano me quedo con tus armas—se agacho a coger piedras, Juan le apuntaba y cuando vio que tenía bastante en una mano le disparo hacia los dedos haciendo que se le caigan.

—Creo que no tengo tiempo para tus juegos y tretas, así que es mejor que te quedes quieto por un momento y respondas, ¿Qué quieren en este pueblo? —le siguió apuntando, aquella pregunta hizo a Fernando borrar su sonrisa mientras se puso erguido.

— ¿Porque haces tal pregunta? Sabes que vamos de pueblo en pueblo atacando y haciendo vandalismo como para que aun dudes de nuestras acciones, les buscas razones a lo incuestionable y quieres una explicación como si te debiese algo—

—Podía haber ido atacar todos hacia La Alborada, pero cuando pase por Garzota escuche los rumores que deseaban ir aquí primero, algo se encuentra aquí que es más importante que tomar la estación de tren de la región, incluso lo suficiente para que no hayan usado explosivos y solo armas, creerían que no me percataría que solo piensan arrasar con las personas en vez de destruirlo todo como intentaron aquellos tipos en Guayacanes—algo sabía Fernando por el silencio que guardaba.

—Eres muy inteligente Juan, pero tanto conocimiento es un pecado, deberías concentrarte en ser ignorante como gran parte de la población, mira estos hombres de pueblo sus vidas eran sencillas hasta que tú y los míos llegaron, han tratado de comprendernos pero solo obtuvieron miedo, terror, ira y odio. Emociones negativas y gane o pierda cualquiera esto es una cicatriz en la mente de todos, debería ver que tan rotas están las personas que dejamos ir en Garzota solo con el fin que los desmoralicen a ustedes, pero te han seguido como si fueses un ángel guardia a quien alguna vez le cortaron las alas por querer vivir en el cielo—tenía dos piedras, una en cada mano, dichas palabras incomodaron a Juan que le disparó y después del segundo impacto le tiró ambos proyectiles, uno logró rozar el hombro dañándole la camisa y raspándole mientras el otro dio de lleno en el hombro hiriéndoselo y provocándole.

— ¡Bastardo! —su hombro le dolía y alzarlo le ocasionaba molestias, con su otra mano le apuntaba y comenzó a hacerse hacia atrás de manera lenta, había visto en el pueblo un pozo viejo que estaba ya tapado y al ras del piso que le dio una idea.

—Solo fueron una piedritas debes alegrarte que no tengo interés en usar algo más duro, pero créeme que te partiré cada miembro hasta que suplique piedad y mataré a cada uno de los pobladores frente a ti torciéndoles el cuello como un pollo, esta vez será el segundo pueblo devastado por tu existencia, recuerda porque llegaste a la prisión—aquellas palabras hicieron enfurecer a Juan que comenzó a descargar su arma en la mano derecha de Fernando agotando toda la carga y cuando alzó su brazo herido hasta quedarse sin disparos pudo notar como los dedos de este se veían agrietados y sangrando.

— ¡Bastardo! ¡Ya viste que no funciona! ¿Qué piensas hacer? —Juan le disparó en otra parte del cuerpo y pudo notar como