Los purificadores
celebraron la caída de la torre con algarabía, algunos sabían que con aquel
sujeto fuera de su camino todo sería más fácil, aunque solo les disparo en
brevedad logró matar a ocho de ellos con impactos directo a la cabeza y otros
al pecho.
— ¡Cállense! Yo iré a
confirmar si él se encuentra muerto así que ustedes vayan bordeando el pueblo
por el lado este y yo partiré desde el oeste a los escombros, arrinconen a
todos y no dejen sobrevivientes—les miró mientras su rostro mostraba venas
marcadas y sus ojos eran llenos emoción, partió corriendo con pisadas fuerte
que marcaban la tierra como una bestia.
David llegó donde Joaquín
que seguía estupefacto por lo que vio y le comunicó que aquel sujeto era inmune
a las balas así que debían eliminar al resto para luego encontrarle un método
de ser herido, este respondió que si ese tipo se empeñó tanto en atacar a Juan
y supo reconocer su arma quiere decir que deben tener cuentas pendientes.
Ambos coincidieron con
esa presunción y consideraban que de estar muerto ese tipo debería ir a buscar su
cadáver, es inmune a las balas así que puede darse esa libertad y por lo tanto
debía haber replegado sus hombres en un rumbo ajeno al suyo, tal suposición la
hizo David basada en la seguridad que mostró el gigante en dedicarse a tirar
piedras y no darle importancia mientras él le disparaba.
Los animales del pueblo
fueron llevados a una especie de granjita al norte de todo para que así se
mantengan lejos de las balas y estaban amarrados para que no saliesen
despavoridos por el sonar de las armas.
— ¡Mierda! ¡Demonios! ojalá
solo este herido y no muerto—Dante sentía preocupación por Juan mientras
escuchaba a lo lejos disparos.
—Debe estar muerto, nadie
sobreviviría a tal caída pero no ser así espero se reponga pronto, si lo vamos
a socorrer podríamos perder la formación—respondió Vicente mientras notó como
Lucio se le acercaba saliendo de la mansión.
—No es tiempo de
preocuparnos, deben replegarse e ir de apoyo hacia donde David y guiarlos al
este, disparen a los sujetos vienen como avalancha y su líder se encuentra
rumbo a la iglesia, aquel sujeto no es rival para nosotros así que mejor vayan
y avísenle a Joaquín para que logren parar el avance de esos sujetos, conforme
vean que están ralentizando el peso ustedes retrocedan de a poco para que estén
al alcance de los rifles dentro de la casa y así someterlos—Lucio les comunico
como había cambiado el plan, María sentía todo aquello que pasaba dentro del
pueblo y pudo notar que Fernando no era alguien común e incluso sentía
preocupación porque no percibía Juan y
de encontrarse este muerto nadie sería rival para aquella bestia.
Dante, Vicente y una
docena más de hombres corrieron hacia la posición de David y Joaquín los cuales
se encontraron defendiéndose de una lluvia de balas, para su dicha tenían donde
cubrirse y disparaban a discreción, aquellos sujetos tenían la desventaja que
para avanzar había que cruzar varios metros sin donde ocultarse y conforme
salían a disparar eran retenidos por los hombres del pueblo.
— ¡Maldición! ¡No podemos
avanzar de esta forma y el jefe se encuentra ocupado! ¡Si él estuviese aquí nos
haría un camino fácil! ——maldecían mientras disparaban a ciegas, no tenían
tiempo de apuntar, ya habían sido alcanzado ocho de ellos, aunque eran mal se
encontraban mal ubicados, pero supusieron que debía de haber menos hombres del
lado del pueblo así que disparaban alternándose para así obligar a los otros
gastar sus balas, sabían que por más preparados este el pueblo estos no
contarían con muchos recursos.
La balacera continuo y
conforme se dieron cuenta que iban hiriendo a los invasores también habían
caído cerca de cuatro de sus hombres, dos heridos fueron arrastrados hacia la
mansión para ser atendidas y el fuego se mantuvo constante para evitar que
tomaran cancha en el pueblo, Vicente les explicó que lo mejor que podrían hacer
era seguir diezmándolos hasta que contaran cuarenta bajas para así retroceder
al terreno en el campo de visión de los rifles así lograrían junto a dos
docenas de hombres que se replegaron en los extremos del pueblo acorralarlos y
acabar con la invasión.
Fernando fue a toda
velocidad hacia la iglesia, árboles o casas en su camino las golpeaba y pasaba
sin ninguna molestia a los pocos minutos llegó al lugar que yacía lleno de
polvo y escombros.
— ¡Sal de allí! ¡Maldita
rata blanca! ¡Deja de hacerte el muerto! —comenzó a gritar mientras tiraba
hacia los lados las bancas y seguía rumbo a los escombros en el fondo de la
iglesia.
Juan estaba tirado bajo
algunos escombros escuchando el grito del gigante, solo cargaba un revolver en
su mano y a lo lejos pudo ver el otro bajo varios escombros, al derrumbarse el
edificio se sujetó bien y antes de caer con todo y pilar se tiró sobre el techo
el cual colapso y los restos cayeron sobre él, el cuerpo le dolía por montón y
sentía sangre correr de su ceja izquierda.
Su boca estaba llena de
polvo y hierro, escuchaba los gritos pero pudo inferir que Fernando no lo
distinguió aún entre tanto escombros así que espero esté más cerca mientras le
apuntaba al rostro.
— ¡Maldito bastardo!
¡Sino sales pronto matare a todos con mis manos! ¡No tengo necesidades de armas
y lo sabes! —conforme fue avanzando pensó ver un breve brillo entre los
escombros y de pronto en un rápido movimiento Juan se levantó erguido mientras
le disparó al rostro, se hizo hacia atrás y fue a remover los escombros que
cubrían su otra arma, pero una banca le fue lanzada la cual logró soportar
cubriéndose con los brazos, sus piernas flaquearon por un momento y al ver con
más claridad vio aquel gigante corriendo hacia él como toro en una embestida.
— ¡Carajo! ¡Dadme un
maldito respiro! —le esquivo tirándose a un costado y le disparó atrás de la
rodilla obligándolo a inclinarse.
— ¡Respiro! ¡Debiste
dejar de respirar aquella vez en la prisión! —le gritó mientras se incorporaba
sacudiéndose el polvo.
— ¡Cállate maldito perro!
¡Tú y todos esos bastardos que siguieron a Lázaro están enfermos! ¡Solo crean
muerte a su paso! —escarbo en los escombros y tomó su arma faltante, le apunto
mientras mantenía distancia.
— ¿Acaso te olvidas que tu
reputación se debe a crear muerte también? ¿El mejor pistolero de Tarqui o
acaso no era así como te nombraron? ¿Debes de tener unos cientos de bajas y eso
es mayor al número de personas que un asesino como yo ha matado? ¿Acaso no
puedes aceptar que para cazar monstruos tuviste que convertirte en uno?, mírate
allí hecho trapo lleno de rasguños y no muerto, ningún hombre común
sobreviviría tantos años, pero tu mi estimado compañero de celda has paseado
por el infierno vestido de tu pretencioso traje blanco y juzgando no a dedos
como si no tuvieses las manos llenas de sangre—el tipo comenzó a reír mientras
seguía dándole la espalda a Juan.
— ¡Pedazo de animal!
¡Morirás en este pueblo como un perro olvidado! —acariciaba el gatillo mientras
su sangre hervía el coraje, le miraba con detenimiento y estaba concentrado en
él, sabía que de errar pasaría un pésimo rato si sus manos le alcanzaban.
—Tú lo has visto, tus
canes que tanto te enorgullecen no pueden herirme y he venido con suficientes
personas para reducir este pueblo a nada más que escombros, seré misericordioso
y te permitiré una ejecución pública si te rindes ahora y me besas los
zapatos—se giró y comenzó a caminar con las manos abiertas sonriendo con leve
rasgo de sadismo.
— ¡Tú y Lázaro pueden
irse al carajo! —camino hacia él y apunto al frente, disparo y aquellas balas
fueron tan potentes que al impactar con el cuerpo de Fernando le hicieron caer
al piso como si un golpe en la boca del estómago le hubiese impactado, Juan no
tenía más balas en las armas y comenzó a cargar mientras tomaba aún más
distancia, aunque no podía matarle sus disparos a cierta distancia le
provocaban dolor, trataba de entender qué tipo de maleficio le protegía para
que sus armas no hagan efecto, escuchó a lo lejos el tiroteo y lamentaba no ser
de apoyo pero si él no detenía aquel monstruo nadie más podría.
— ¡Maldito hijo de puta!
¡Eso dolió! —se incorporó pero el dolor le doblegaba y vio como Juan seguía
apuntándole.
—Puedo seguir haciendo
esto hasta que te desmayes del dolor y créeme que lo disfrutaría—le comenzó a
disparar mientras vaciaba toda la carga de ambas armas hacia su cuerpo, este no
hizo más que cubrirse y los impactos le hicieron poner una rodilla en piso,
Dante sabía que en el momento que sus armas se vacíen debía comenzar a correr,
porque no tendría suficiente tiempo para cargarlas.
— ¡Haz lo que quieras!
¡Una vez te quedes sin carga será mi turno! —comenzó a reír mientras se cubría
con los brazos, el cuerpo le dolía como si fuese golpeado y la marca del
impacto ardiera en sus músculos.
—Tienes razón hasta aquí
llegamos mi estimado—Juan hizo su ultimo y tiro y comenzó a correr, se tiró por
la ventana y se alejó de la iglesia lo más rápido que pudo para cargar una de
sus armas, comenzó a escuchar como un par de golpes retumbaban en la iglesia y
de pronto una pared colapso mostrando a Fernando con su camisa destruida y
lleno de polvo sonriendo.
—Ahora jugaremos a las
cogidas y si yo gano me quedo con tus armas—se agacho a coger piedras, Juan le
apuntaba y cuando vio que tenía bastante en una mano le disparo hacia los dedos
haciendo que se le caigan.
—Creo que no tengo tiempo
para tus juegos y tretas, así que es mejor que te quedes quieto por un momento
y respondas, ¿Qué quieren en este pueblo? —le siguió apuntando, aquella
pregunta hizo a Fernando borrar su sonrisa mientras se puso erguido.
— ¿Porque haces tal
pregunta? Sabes que vamos de pueblo en pueblo atacando y haciendo vandalismo
como para que aun dudes de nuestras acciones, les buscas razones a lo incuestionable
y quieres una explicación como si te debiese algo—
—Podía haber ido atacar
todos hacia La Alborada, pero cuando pase por Garzota escuche los rumores que
deseaban ir aquí primero, algo se encuentra aquí que es más importante que
tomar la estación de tren de la región, incluso lo suficiente para que no hayan
usado explosivos y solo armas, creerían que no me percataría que solo piensan
arrasar con las personas en vez de destruirlo todo como intentaron aquellos
tipos en Guayacanes—algo sabía Fernando por el silencio que guardaba.
—Eres muy inteligente
Juan, pero tanto conocimiento es un pecado, deberías concentrarte en ser
ignorante como gran parte de la población, mira estos hombres de pueblo sus
vidas eran sencillas hasta que tú y los míos llegaron, han tratado de
comprendernos pero solo obtuvieron miedo, terror, ira y odio. Emociones
negativas y gane o pierda cualquiera esto es una cicatriz en la mente de todos,
debería ver que tan rotas están las personas que dejamos ir en Garzota solo con
el fin que los desmoralicen a ustedes, pero te han seguido como si fueses un
ángel guardia a quien alguna vez le cortaron las alas por querer vivir en el
cielo—tenía dos piedras, una en cada mano, dichas palabras incomodaron a Juan
que le disparó y después del segundo impacto le tiró ambos proyectiles, uno
logró rozar el hombro dañándole la camisa y raspándole mientras el otro dio de
lleno en el hombro hiriéndoselo y provocándole.
— ¡Bastardo! —su hombro
le dolía y alzarlo le ocasionaba molestias, con su otra mano le apuntaba y comenzó
a hacerse hacia atrás de manera lenta, había visto en el pueblo un pozo viejo
que estaba ya tapado y al ras del piso que le dio una idea.
—Solo fueron una
piedritas debes alegrarte que no tengo interés en usar algo más duro, pero créeme
que te partiré cada miembro hasta que suplique piedad y mataré a cada uno de
los pobladores frente a ti torciéndoles el cuello como un pollo, esta vez será
el segundo pueblo devastado por tu existencia, recuerda porque llegaste a la
prisión—aquellas palabras hicieron enfurecer a Juan que comenzó a descargar su
arma en la mano derecha de Fernando agotando toda la carga y cuando alzó su
brazo herido hasta quedarse sin disparos pudo notar como los dedos de este se
veían agrietados y sangrando.
— ¡Bastardo! ¡Ya viste
que no funciona! ¿Qué piensas hacer? —Juan le disparó en otra parte del cuerpo
y pudo notar como