Ya era el momento predestinado, la luna llena le alumbraba
su expedición y acercándose a la puerta principal contemplo un candado que
logro abrir con la llave recién obtenida, un hedor digno del infierno impregno
el ambiente con tal fuerza que sintió haber liberado viento de aquel hospital.
Se había colocado mentol en ambas fosas nasales y una
bandana sobre la nariz que cubría hasta su boca la cual tenía impregnada
alcohol, era la única forma de poder evitar tal fetidez.
Logró ver como el monte habría crecido dentro del
lugar y las ramas de los arboles destruyeron el concreto a su alrededor,
parecía un hospital con una selva interna en la cual no podía escucharse ningún
insecto.
Toda la fauna eran ratones, lagartijas y murciélagos
que revoloteaban cerca de la cúpula ya destruida, la luna iluminaba el patio
donde los asientos se habían deteriorado por el óxido.
Un silencio sepulcral invadía el manicomio y el aire
era bastante escaso, frío y el viento hacía sentir cortes en la piel, pero la
humedad era nociva.
El interior del hospital parecía una jungla digna de
ser explorada, habían cucarachas por doquier, savilas, dulcamaras, manzanilla,
matas de mango y monte de tal forma que parecía que décadas transcurrieron
desde el fatídico día, con su modesto porte caminaba con sumo cuidado, las
baldosas estaban resquebrajadas, algunas raíces sobresalían del piso y en otros
lugares habían baches enormes como si topos habitaran el manicomio.
—Han pasado diez años y este lugar posee más
vegetación que un cerro, ¿Qué carajos pudo ocurrir aquí?, mi reloj no parece
funcionar y perdí la señal apenas entré—hablaba consigo mismo a menuda por la
necesidad intrínseca de tener compañía aunque otros le miraran raro cuando
hacía esto en público.
Diviso los pabellones más lejanos con las pinturas
descoloridas y grandes garabatos, rayones de marcadores y marcas de golpes que
debieron ser con algún objeto pesado. Ante él se encontraban dos escaleras una
a cada lado así que eligió ir por la izquierda para inspeccionar que podría
encontrar, los escalones eran de cemento y estaban agujereados algunos, otros
al pisar emitían un crujido que le provocaba incomodidad.
Al llegar a la primera planta pudo notar que los
pasillos poseían basura tirada, hojas re secas y enormes cantidades de polvo, a
su vez habían camillas abandonadas y marcas de huellas con sangre en las
paredes de tal forma que dedujo que aunque la policía entró al lugar junto a
los paramédicos no aplicaron ningún tipo de saneamiento al lugar y solo lo
clausuraron algo raro que atentaba contra los protocolos comunes.
Una habitación a la derecha se encontraba con la
puerta despedazada, solo quedaban remiendos de madera oscurecida y mohosa,
entró a dicha habitación y pudo ver un colchón viejo, pestilente con manchas de
sangre y lo que parecían dientes en el piso junto a una cómoda dañada, no
encontró fotos ni tampoco algún tipo de nombre que indicara a quien perteneció
la habitación, en los remiendos de la puerta quedaba la sombra de la placa que
sirve de identificación así que la duda era si la placa fue arrancada antes de
la policía o después de ellos.
Conforme exploraba el piso pudo notar que todas las
habitaciones tenían las mismas medidas y estaban en condiciones iguales, no
había nada distinto con excepción que algunas poseían más huellas de sangre que
otras.
Estaba explorando el pabellón con mayor lujos, pero no
pudo divisar ni un televisor, cuadros decorativos o algo específico que
denotara valor en los cuartos así que existía la posibilidad que la policía
robó dichos objetos y los remató con la excusa de ser parte de una escena del
crimen y merecían ser transferidos o que hubiesen entrado personas a saquear en
la década que el hospital permaneció clausurado, el problema es que no
imaginaba alguien merodeando por estos lares solo con el interés de obtener un
televisor por un par de billetes.
Al haber inspeccionado toda la primera planta siguió
subiendo, pero notaba rasguños en las paredes, manchas en los escalones, la
violencia que atestiguaron las paredes parecían ser mayor en las paredes de
dicho piso y el olor a este también le atormentaba la nariz.
Los corredores tenían sillas y colchones despedazados,
había una mayor cantidad de huellas de sangre como si se aferraran al piso y
las paredes, algo parecía haberlos jalado con fuerza. Siguió escarbando para
buscar algún papel, libreta o un lugar donde estuviese un apunte, no había ni
un nombre o algún dato en los dos pisos que investigo y le parecía extraño,
conforme caminó el pasillo llegó a las escaleras para subir al piso más alto y
a cada paso en los escalones sintió más frío como si viento corriese por ese
lugar.
Los pasillos estaban desteñidos, una enorme cantidad
de colchones taponaban un tramo y le era imposible visualizar bien que podía
haber allí atrás, no existían tantas marcas de sangre y en su criterio notó que
eran menores a las del primer piso que inspeccionó. Los signos de mayor
violencia se suscitaron en el segundo piso por lo tanto lo que sea que ocasionó
todas esas marcas se alojaba en el tercer piso y aquella barricada debía
detenerlo, entonces caminó en sentido contrario para llegar por el otro lado en
vez de ir de frente contra los colchones.
Su linterna alumbraba lo suficiente, pero la oscuridad
era tal que sentía como si estuviese internándose en el mar y fuese tragado por
las sombras, durante años de trabajo nunca había encontrado un lugar tan
lúgubre y con una historia que intimida, pero la suma de dinero ofrecida era
imposible de rechazar.
Las habitaciones tenían enormes grietas en sus
paredes, golpes y más eran las marcas que se podían atisbar, pero lo más extraño
fue cuando llegó hacia la murallas de colchones, había una enorme mancha de lo
que creyó hace mucho debió ser sangre y dientes tirados en cantidades enormes,
a su derecha quedaba una habitación la cual en el marco de la puerta poseía
marcas de haber sido golpeado con un martillo o algún objeto contundente.
Entró y pudo notar que las paredes tenían golpes,
habían marcas de puños pero con una fuerza de martillo y a su vez bastante
manchas de sangre en la entrada y una cama se encontraba en su lugar, era la
primera vez que encontraba en una habitación algo así, por lo tanto asumió que
aquel que ocupara dicha habitación era el causante de tanta violencia, la
barricada estaba cerca de su habitación y había señas de forcejeo es decir
entraron a contenerlo en el cuarto y el los atacó.
Logró encontrar varias palabras talladas en las
paredes, eran muchas y en distintas partes: finca, lobo, tesoro, pistolero,
Toronjal, padres, zurdos, Lázaro, sombras, cóndor, fuego, malecón, cabezas.
Ninguna significaba nada para él, pero Toronjal le pareció nombre de pueblito
mientras que Lázaro era el primer nombre que hallaba en todo el manicomio.
Ya había explorado todo el primer pabellón que
perteneció a las personas con mejor estatus por lo tanto quien hizo tales actos
violentos en dichos pisos debió ser el interno de aquella habitación con esos
mensajes crípticos los cuales anotó y tomo foto, no poseía señal alguna por lo
tanto le fue extraño que su reloj también se dañara exceptuando que el de su
celular por no marcaba una hora correcta, parecía no avanzar y supuso que debía
llevar al técnico dicho aparato.
—A la derecha de la plazoleta está el pabellón que
sirve de bodega, a la izquierda el de los pasantes y al fondo aquel que albergó
los pacientes más peligrosos, como veo la situación será mejor ir primero hacia
la derecha y dejar la zona más peligrosa para el último—habló consigo mismo a
manera de sentirse acompañado entre tantas marcas de violencia y sangre comenzó
a experimentar escalofríos repentinos.
Caminando por la plazoleta podía observar los asientos
carcomidos por el óxido, muchas sillas tiradas y los cristales del techo de
vidrio que tuvo en algún tiempo, era difícil caminar entre tanto obstáculo
considerando la vegetación.
La plazoleta era un lugar inquietante, el ambiente de
haber sido casi devorada por las plantas y encontrarse con grandes huecos le
hizo sentir incómodo, imaginó que dicho lugar en perfectas condiciones debió
ser el lugar favorito de algún interno por no asumir que quizás también de los
médicos, pero ahora era deprimente y el camino que llevaba hacia la bodega
estaba todo agrietado por las ramas que crecieron.
—Por un carajo, debo pisar con cuidado o podría dar un
paso en algún lugar fofo, este es el peor de mis trabajos ya comprendo la
maldita paga—se quejaba en voz alta para sentirse acompañado, la bodega estaba
enfrente de él y pudo notar que la puerta había sido forzada como si alguien se
hubiese ocultado y lo sacaron a rastras porque existían unas marcas de dedos
haciendo fuerza en los marcos del lugar.
—Es increíble pensar que este lugar existe en la
ciudad, peor aún que el caso no resonó tanto y ahora después de diez años debo
buscar una pista de que sucedió en este lugar que es lo más cercano que me
encuentro del infierno… bueno por ahora—abrió la puerta y sintió un aire lleno
de humedad, madera carcomida vieja y óxido como si fuese una ventisca.
Usó la linterna para guiarse en las tinieblas pero
solo veía cajas llena de implementos médicos descompuestas por el agua que
había filtrado gracias a las goteras del techo, también notó que muchas cosas
estaban esparcidas como si una pelea existió en dicho lugar en algún momento,
tomó un par de fotos y vio un anuncio que mencionaba que en el segundo piso se
encontraban las habitaciones de los guardias de seguridad, enfermeros y un
comedor, esto último le dio cierto desánimo, el poco tiempo que tenía en el
hospital lo que más le molestaba aparte de tu aspecto lúgubre eran los olores
nauseabundos y suponía que en dicho sitio encontraría comida en putrefacción,
maldijo una vez más y se dispuso a subir mencionándose que pediría un aumento
en su tarifa.
Al culminar la escalera pudo contemplar habían tres
letreros, a la derecha era el pabellón donde se encontraban las habitaciones de
los guardias, izquierda los enfermeros y al fondo el comedor así que dispuso
que lo mejor era iniciar por los enfermeros y dejar al último la zona de
alimentos.
Comenzó a inspeccionar las habitaciones y no
encontraba nada, ni fotos, nombres en las puertas debido que parecía que
crearon placas, pero estas fueron arrancadas y también notó que no había ropa,
lo normal era que cada prenda de vestir posea el apellido y nombre del
enfermero, pero eso no sucedió solo notó que todo estaba desarreglado como si
se hubiesen ido de apuro pero no había señas de violencia en las puertas lo que
le hizo suponer que lo que sucedió en el primer pabellón que visitó debió
ocurrir quizás primero y notificaron a todos los enfermeros ir allí de
urgencia.
Indagando en la sección de los guardias de seguridad
notó lo mismo, todo había sido dejado al apuro, pero en el último cuarto
encontró algo curioso, una baldosa estaba partida en la punta y se encontraba
debajo de la cama así que movió la cama y trató de sacar la baldosa que se
encontraba parcialmente hueca, en su interior pudo notar una funda plástica que
al abrirla contenía un sobre manila que albergaba un diario, bastante viejo por
el hecho de poseer sus páginas muy amarillentas aunque la funda y el sobre no
lucían tan antiguos, supuso que el diario era incluso más viejo de lo que
aconteció en el hospital, pero fue encontrado por un guardia que lo ocultó por
alguna razón.
—Es la primera pista que logro encontrar en este
maldito lugar, pero lo mejor será que revise el comedor y cuando ya esté todo
chequeado allí si dedicarme a darle mi tiempo antes de avanzar—pensó que el
trabajo más duro estaba por llegar así que se encaminó al comedor y cuando
entró quedó sorprendido.
Todo estaba en su lugar cubierto de polvo, no había
nada desarreglado ni regado, el único aroma que pudo percibir era el de la
humedad, polvo y óxido, era el sitio más ordenado en todo el hospital y aunque
eso le aliviaba le incomodaba ¿Por qué todo esta tan bien guardado y en su
puesto cuando hay un reguero de sangre en el primer pabellón? ¿Qué diablos pasó
aquí? Se hacía preguntas para tratar de discernir que pudo ocurrir.
Camino por todo el comedor y notó que no había
residuos de comida e incluso se metió en la cocina y tampoco encontró nada, ni
un saquillo de arroz viejo o de papa o verduras dañadas, todo el lugar había
sido saqueado e incluso no encontró cuchillos, sean largos o chicos no había
ninguno y le hizo extraño que ni siquiera existían los típicos cuchillos para
cortar pan o carne, pero los demás utensilios si estaban.
—Este lugar es cada vez más extraño que me encrespa
los nervios, sé que visitar el subsuelo es actualmente peligroso pero dudo que
esto se le quede atrás—