Decimo Noveno Capitulo

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Había tan solo pasado un día desde la llegada de los refuerzos y el discurso del alcalde, según Lucio presentía que llegarían sobre la tarde, había puesto un vigía en todo el trayecto el cual aviso ver un enorme grupo de hombres salir de Garzota, eran tantos que hizo sentir miedo en el corazón de aquel indio que regresó a toda prisa en su caballo.

Tuvo la dicha que los contempló de lejos con su catalejo y de no ser detectado, logró al ojo de buen cubero calcular más de ochenta hombres a pie que se encontraban encabezados por un sujeto gigantesco de piel negra y con apariencia imponente, supuso que este debía ser el jefe de todos.

Llegó al pueblo como un relámpago, su miedo y terror fue transmitido al caballo el cual galopo con tal velocidad que parecía un viento huracanado, cruzo hacia la plaza donde se encontraban el alcalde, Lucio, Dante y Juan Batista en una reunión, los demás civiles ya estaban refugiándose y los que combatirían se encontraban en su posición.

— ¡Los he visto! ¡Son demasiados! ¡Hay un sujeto enorme que parece casi un oso comandándolos! ¡Vienen a pie! —gritó aquellos enunciados mientras tomaba aire y mostraba nerviosismo.

— ¿Cuántos podrías calcular que son? —Vicente le preguntó mientras pidió que le traigan agua.

—Si vienen a pie podrían tardar aproximadamente tres a cuatro horas en llegar—intervino Lucio.

—Fernando se llama aquel sujeto, al igual que Lázaro no es alguien común y se puede considerar como su mano derecha, yo personalmente lidiaré con él pero necesito que se ocupen del resto de tipos—Juan sabía que tan peligroso era aquel sujeto y buscaba apartarlo del resto de malhechores para que no genere daños significativos, pensó que Lázaro lo mandó para así atarlo de manos y el resto arrase con el pueblo.

—Son más de ochenta y creo que llegan a cien hombres, ahorita son las ocho de la mañana puedo suponer que llegaran entre las doce o una de la tarde—sentía más calma aunque las mano le temblaban.

— ¡Demonios! Son muchos más de los que pensé la situación será más agobiante, apenas tenemos un total de setenta personas sin contar a Lázaro, Dante y mi persona, en caso que manden refuerzos desde Garzota nos veríamos muy debilitados—Vicente comenzó a pensar que existía una ayuda externa que debía estar apoyando a Lázaro y considero que podrían verse envuelto intereses políticos con aquel demonio.

—Estamos esperando que ellos vengan, aquí tenemos mucha ventaja de campo y haremos que se choquen con nosotros de tal forma que se arrepentirán de venir en caso de mandar refuerzos o ser superados debemos refugiarnos en mi casa y resistir—Dante tomo la palabra mientras notó como se acercaba Belén junto Fernanda invitando a los presentes a desayunar en una mesa improvisa en la plaza.

Todos tomaron asiento para degustar del que podría ser su último desayuno, Vicente estaba animado creía en la victoria y aunque la notica le estremeció supo que solo teniendo determinación lograrían ganar, Juan se mantenía en silencio y tomó asiento junto a Fernanda mientras esta lo contemplaba asombrada le había visto de reojo en su negocio y aunque le temió por como mató un sujeto algo dentro de sí comenzaba a florecer, preguntó a varias personas de Juján por sus hazañas y se emocionó de ver aquel tipo apoyando al pueblo.

Su rostro aunque era joven mantenía leves cicatrices, sus facciones eran finas y su piel blanca hacía juego con aquellas ropas tan señoriales que vestía, usaba un pantalón negro con zapatos de cuero de apariencia fina igual oscuros, camisa larga blanca abotonada y un abrigo oscuro, poseía vendas en sus brazos y las manos eran cubiertas por guantes blancos de cuerpo, sus espejuelos negros eran finos con patas doradas y se podía notar que usaba pulseras en sus manos, sus dientes eran blancos y parecían colmillos, no poseía ningún rastro de vello facial y su cabello negro azabache crespo con una cola en v y patillas cortas en puntas. En el pueblo muchas personas le veían con admiración otras con sorpresa, comentaban que nunca se sacaba dichos espejuelos e incluso paseaba por el pueblo de noche con ellos sin tropezar, algunos bromeaban que debía tener ojos bastantes feo y ella recordó una charla en su negocio donde le explico que perdió un ojo.

— ¿Cómo ha estado señorita Fernanda? —logró verla mientras ella hacia un pequeño gesto para contemplarlo pensando que no se daría a notar.

—Bien…algo asustada como todos, pero ando bien—miraba hacia la mesa y sintió nervios por un momento logró distinguir en los espejuelos la silueta de aquellos ojos.

—Lamento aquella escena que viste, pero me encontraba haciendo mi trabajo y eso sucede casi siempre—no comió nada de lo que le ofrecieron.

—Sí, comprendo que es  a lo que te dedicas, me encuentro bien aunque tengo miedo de que pueda suceder, si no resistimos todo el pueblo será arrasado y me crie aquí así que temo por el bien de todos—la muchacha apretaba ambas manos con nerviosismo.

—Nada malo sucederá, aunque puedan existir bajas te aseguro que el día de mañana el pueblo seguirá y por más nublado que veas el futuro para todos yo seré el sol que se antepondrá ante la oscuridad—le sonrió a la muchacha mientras se levantó para alistarse. Cargaba consigo ese bolso oscuro que parecía ocultar algo.

—Gracias por aquellas palabras, no deberías irte sin comer y te aconsejo pruebes todo esta delicioso, Belén y yo lo cocinamos para ustedes—le sonrió mientras notó como Juan tomo un vaso de jugo de naranja.

—Agradezco tu esfuerzo, pero para mí comer no es algo necesario al igual que dormir, por azares del destino no soy como el resto de ustedes no tengo necesidades básicas y todo aquello que como es como si fuese mascar aire, no tengo sentido del gusto casi y ando algo con prisa iré alistarme para lo que sucederá—se despidió de ella con un beso en la mejilla que sonrojó a la muchacha la cual al verlo dar la espalda le tomó de la mano.

—Si deseas alistarte tengo las llaves de mi casa aún, quizás allí podrías prepararte y conversaríamos más en intimidad, no pienses mal de mí pero siento miedo de irme de este mundo y dejarlo sin haberme dado la oportunidad de sentir la piel de alguien—se sonrojó mientras pudo notar que Juan le dijo que le acompañaría.

Caminaron sin decir ninguna palabra, ella soltó la mano de él y notó que andaba sin demostrar preocupación por lo que vendría en pocas horas.

— ¿Acaso no tienes un poco de miedo? —la chica quería conocerlo más a fondo.

—No, cuando matas a alguien pierdes el miedo o consigues llenarte de él y como veras en mi caso yo lo perdí—su voz era seria y hablaba de manera corta.

— ¿Cuántas personas has matado en tu vida? —sentía miedo e inquietud en realizar aquella pregunta.

—Cerca de unas ochocientas o novecientas sino me equivoco, aunque cómo va la situación espero hoy poder sumar unas treinta más—

— ¡Eso es demasiado! ¡Cómo puedes estar tan tranquilo después de matar cientos de personas! —la chica sintió indignación ante aquella respuesta tan fría.

—Todos aquellos a quienes mate eran otros asesinos, violadores, corruptos y personas tóxicas que no merecían continuar, una vez maté a un tipo el cual tenía veinte victimas en su haber y de no haberlo detenido ese número hubiese incrementado, aunque has de pensar quien soy para atribuirme la acción de matar y juzgar créeme que los padres de las víctimas y familiares me agradecen, existen lugares en este país y en Tarqui donde soy considerado un ángel de la muerte justo con dos revólveres como su guadaña—

—Si lo dices de aquella manera suena convincente…pero siento lástima por ti la verdad…que tan cansado debe estar tu mente y cuerpo para seguir en una tarea imposible de terminar—la muchacha se apeno de Juan, le parecía alguien deseando erradicar todo mal sobre la tierra algo que jamás podría suceder.

—No me encuentro en una cruzada contra el mal, aquellos que están a mi alcance son juzgados y condenados, pero mi verdadero objetivo es otro y no he de lograr tener descanso hasta que sea cumplido—

— ¿Que es aquello que quieres lograr o buscas después de tantas muertes Juan? —la muchacha le vio con curiosidad mientras sentía nervios por decir su nombre.

—Samael Yana él es a quien estoy buscando, aquel sujeto creo a Lázaro y muchos conflictos más, si logro detenerlo sería suficiente para que pueda descansar—

— ¿Qué harás de una vez por todas cuando ya lo detengas? —la chica sentía un vacío enorme en la voz de Juan al responderle.

—No lose, creo que ya no tendría sentido mi existencia en ese caso porque solo vivo por un motivo, el final de Samael también sería mi propio final—

Después de aquella aclaración caminar unos cuantos minutos más en silencio hasta que llegaron al lugar, todo el sector parecía abandonado aunque el sol era brillante y en la lejanía se podía ver una nube de lluvia que avanzaba con paso de tortuga. Entraron y escucharon el eco de la puerta, subieron al cuarto principal no sin antes Fernanda revisara que aun tuviesen agua limpia, en tan salo pocos días el hostal fue vaciado y los residentes se refugiaban en la mansión de Dante.

Ya en la habitación Juan tomo asiento en la cama que era cubierta por una sabana celeste, la habitación era elegante y tenía cuadros de Fernanda conforme creció en ellos podía verse a su padre, pero en las últimas fotos brillaba por la ausencia.

—Tú padre y tu tienen los mismos ojos—Juan se sacó los espejuelos.

—Sí, mi madre dice que mirándome se acuerda de él, fue un gran hombre que se enlistó en la Guerra y su batallón cayó faltando solo un mes para que la guerra terminase—la muchacho sollozó mientras secaba una lágrima en su rostro.

—Lamento haber escuchado eso, aquella Guerra fue muy dura para muchos en este pueblo como puedo ver, en Tarqui fue infernal, en dicho país habían atravesado la Guerra Naval la cual debilitó la nación y posiciono todo para que el partido del dictador encamine los sucesos que desembocarían en la Guerra del Fin del Siglo—comenzó a sacarse las botas.

—Debió ser duro para ti ver como tu país caí en tal inmenso caos y tus compatriotas sufrían a causa de la Guerra—la muchacha se sacó sus sandalias mientras logró ver los ojos de Juan, le parecían hermosos pero llenos de una profunda tristeza.

—No soy de Tarqui ni de aquí, la nación de dónde vengo cayó hace muchísimos años y casi nadie la recuerda o reconoce—se sacó el abrigo y lo tiró hacia un costado.

— ¿De qué país eres, aunque no pareces oriundo de Tarqui viéndote con detenimiento? —la chica le abrazó por la espalda mientras pudo sentir su cabello crespo y notar sus manos con vendas.

—Debí nacer y crecer en la Isla de Chaska según recuerdo, se encontraba en el mar frente Tarqui, aunque no éramos reconocidos como un país por el resto del mundo había un pacto con Tarqui de protección y nosotros abastecíamos de víveres. En aquella Isla se mantenía de regla no mezclarse con gente del exterior y gran parte de la población tenía heterocromia, otros casos eran de gemelos y hubo aquellos que fueron desterrados por irse a buscar suerte en Tarqui—cogió sus dos armas y las puso en la mesa de noche.

—Cuando era niña nos enseñaron que aquella Isla era una provincia más de Tarqui y que hubo una revuelta violenta, pero no habían más datos—le acarició el rostro con los dedos mientras sintió la rudeza de su piel.

—En la isla todos los huérfanos eran criados y entrenados en campos de educación, algunos eran enviados a Tarqui para que así posean no solo posean vivieres sino que personas con capacidades superiores, se le conocían como granjas a dichos lugares y yo forme parte de una, cuando crecí a la edad de dieciocho años en vez de ser enviado hubo un hombre que había sido desterrado y volvió para liderar una revolución en la cual proclamaba que debíamos constituirnos como un país independiente y asumir la soberanía, con aquel hombre llegaron varios barcos, había sido un General en Tarqui que logró obtener influencia y fortuna la cual uso para mejorar la Isla, reforzó la flota existente y poseía un gran buque de guerra que eliminaron de la historia, Orión—se sacó sus guantes mientras beso la mano de la muchacha que tocaba su hombro.

—¿Por qué borrarían de la historia aquel Buque?, debió ser duro para ti crecer en aquel lugar sin padres y solo ser adoctrinado—la muchacha vio aquellas cicatrices en sus manos y brazos, sintió empatía de él y lo abrazó con más fuerza mientras comenzó a darle besos en la espalda.

—Aquel Buque fue hecho por Tarqui, gracias a un grupo que apoyaba al General los cuales habían robado oro al gobierno de Tarqui para financiar la construcción, durante cerca de diez años fue construido aquel armatoste que se consideró la mayor arma en la región, pero Tarqui sintió vergüenza que su propio pueblo apoye a dicho hombre, las causas eran muy simple los que trabajaron en el buque eran nietos y parientes lejanos de gente de la Isla, se rumoreaba que en años antiguos antes de los conquistadores los pobladores aborígenes de la isla fueron quienes llegaron a Tarqui y crearon un imperio indígena a lo ancho del continente, ese buque era tan imponente que incluso los mejores de Tarqui palidecían ante él tanto en tamaño como en arsenal y en aquel entonces el palacio de gobierno se encontraba en la Costa, pero por medio de un ataque fue dirigido hacia la Serranía donde se fortificaron—

—Es una historia muy sorprendente, pero ¿qué sucedió con aquel General y el buque? —la muchacha comenzó a quitarle la camisa mientras notaba marcas de cortadas y heridas de bala, nunca había presenciado tantas heridas.

—El buque imparable fue destruido desde dentro y con ello la Isla no podía mantener su igualdad en combate, fue asediada y solo aquellos que éramos aun jóvenes nos llevaron como esclavos hacia Tarqui el resto fueron asesinado con cañones de barco en la misma isla, yo vi a lo lejos como el fuego parecía engullir todo lo que alguna vez conocí y gracias a mi habilidades logre ganarme un puesto de sicario del gobierno por lo cual se me perdonó mi existencia la cual en Tarqui era un pecado, muchos de mis iguales eran discriminados—

—Has sufrido mucho, más que cualquiera en este pueblo sino me equivoco, e incluso hoy volverás a poner tu vida una vez más en peligro te haré una pregunta y se sinceró. ¿Alguna vez has amado alguien? —la muchacha cruzó los brazos frente Juan mientras se perdía en sus ojos.

—Si, en dos ocasiones, una fue de joven pero ya aquella persona murió en la guerra que te mencione y la otra fue cuando me retiré de asesino para el gobierno, de igual forma todos los queme importaron en dicho momento murieron—tomo de la cintura a la muchacha mientras le dio una sonrisa.

—Comprendo aunque quizás yo más tarde quizás mi futuro sea incierto, quisiera pasar junto a ti—le acarició el rostro y le beso con ternura en aquellos labios resecos, le sujetó del cabello mientras sintió aquella mano fuerte tomarla de la cintura, los labios de él comenzaron a recorrer su cuello y ella solo se sonrojaba mientras le mordía el cuello con ternura.

Se recostaron mientras se daban besos y caricias, ella fue de vestida con suma delicadeza mientras procuraba besar aquella boca con locura, sus manos estaban nerviosas, pero él supo sujetarlas para que no tiemblen más, la sentó sobre su regazo cuando ya ambos se encontraban desnudos y le acarició el cabello mientras los vio a los ojos, notó como la mujer solo quería besarlo y se perdía en su piel.

Al cabo de una hora él le dio besos en la espalda y le aviso que debía alistarse para lo que estaba por ocurrir así que ella accedió a regañadientes y le dio un beso mientras reposaba entre las sábanas, notó como él le beso en el dorso de la mano y en los labios, tomó su ropa y fue al baño para alistarse.

Ella reposaba entre sabanas anhelando volver a estar recostada en su pecho, era su primer hombre y solo con la primera vez que le vio sintió atracción por él.

Juan se duchó mientras su mente divagaba, hace muchos años no compartía sabana con alguien e incluso contaba su pasado a una pasada, se refrescó y comenzó a vestir para aquella misión.

Se cambió de ropa, cargaba un pantalón oscuro con un cinturón en el cual puso sus armas, uso una camisa de algodón blanca que no cerró del todo y una cadena de plata colgaba en su cuello.

En su cintura tenía una canana lista para reabastecerse de balas en pleno conflicto, en su bota derecha tenía un cuchillo escondido y otro en un estuche en la parte de la espalda.

Cargaba estuches con más balas en el cinturón y la hebilla de este poseía un decorado de un paisaje montañoso. Envolvió sus manos y brazo en vendas se puso los guantes que le quedaban ajustados.

—Ya tienes listo tu uniforme y el equipo necesaria, por favor sé que puedo sonar tedioso pero no quiero que mueras—la muchacha envuelta en sabanas le hablaba con ternura, tenía miedo de perderla e incluso pensó que si él moría todos se desmoralizarían.

—Tranquila, he de volver y cuando lo haga podremos conversar, pero ahora debo hacer mi trabajo así que te pido que te refugies en la mansión y mantengas la calma—se puso una bandana de color carmesí en la boca y los espejuelos.

—Estaré esperando por ti, me vestiré e iré hacia la casa de Dante mi madre debe andar preocupada por mí—se levantó, le quitó en brevedad la bandana y le dio un pico mientras lo abrazo.

—Gracias por la preocupación, pero ahora debo partir ¿Acaso tienes una cuerda resistente? —le beso la frente.

—Sí, en la parte de abajo en donde está la recepción hay un cajón que tiene una cuerda que podría usarse hasta para jalar un caballo, ¿Para que la quieres? —le vio inquieta y no imaginaba en que podría usarla.

—Tengo algo planeado, gracias por el desayuno y todo, volveré—le dio otro beso en la frente y bajo cargando su maleta, tomó la cuerda la cual enrolló en su brazo izquierdo y salió rumbo a la plaza.

Dante y Vicente se encontraban reunidos en el centro del pueblo, David estaba en el primer área de disparo esperando que aquella nube en la lejanía se acercara, ya solo era cuestión de minutos. Belén había tomado refugio en la casa de Dante mientras que su hermano se encontraba en los pisos más altos con varios hombres que poseían rifles. Vinicio estaba ayudando organizar a todas las personas dentro de la mansión y José se quedó con un par de hombres vigilando la sala, en caso de lograr entrar a la casa ellos serían quienes advertirían la presencia de estos sujetos.

El alcalde de Juján había muerto por sus heridas causadas a manos del grupo de Lázaro no sin antes relatarle a Joaquín que escondía armas y munición en un sótano secreto de la alcaldía, antes de partir hacia La Alborada este con ayuda de los hombres de David excavaron y lograron encontrar rifles, escopetas, revólveres y mucha munición, aquel viejo hombre había sido un traficante de armas en tiempos de Guerra y ladrón de tierras que hizo fortuna, pero decidió vivir en el pueblo de manera cautelosa, le contó que había escuchado que pronto se darían marchas en la capital y muchos gremios pensaban reclamar al gobierno sobre ciertas medidas impuestas así que existía un rumor de un grupo de ladrones y asesinos a las órdenes de un político de alto nivel que buscaba un golpe de estado. Aquellas armas lograron abastecer a todos en La Alborada y aun así sobraban para dos decenas de hombres más, estaban armados hasta los dientes, algunos eran policías, ex policías y personas que participaron en la guerra o sabían disparar por tener cultivos y dedicarse a la caza.

Juan llegó a la plaza y saludo con todos los presentes que le vieron asombrados por su aspecto el cual justifico que era el método más cómodo de poder lidiar con animales, supo comentar que pronto estaría llegando a la frontera y que estaba listo, le pidió a Dante que avisara a sus hombres que si ven un sujeto enorme de tamaño se alejen de él y concentren esfuerzos en el resto de los sujetos. Tomó la cuerda y partió rumbo a la iglesia, todos le cuestionaban que pretendía hacer y solo señalo la campana, aquel lugar era el más alto en todo el pueblo así que la cuerda era para él en caso de necesitar bajar con apuro.

Una vez ya en la cima de la iglesia tomó asiento mientras sus dos revólveres estaban en sus manos, sentía como estos de por sí solos temblaban y supo justificarlo causa de la emoción de poder cazar, no encontraba placer en matar pero tener la oportunidad de acabar tanto con Fernando y posterior Lázaro le parecía entretenido.

A lo lejos pudo notar como la nube ya había estado en el borde sur del pueblo, pero se encontraba inmóvil, enorme y blanca con gris, notó pequeñas sombras moverse que se cubrían en los árboles cercanos y aunque estaba a una distancia considerable ninguna otra persona con excepción de los hombres de David podía ver dichas sombras, por su parte él había hecho que se oculten en pequeñas cabañas usadas para guardar herramientas y estaban expectantes ante todo lo que pueda ocurrir.

Fernando se encontraba con sus hombres admirando el pueblo, Lázaro le había dicho que cuando el ponga un pie en dicho pueblo su niebla lo cubriría y trabajarían como siempre, aquellos hombres que llevo al inicio eran incrédulos pero en Garzota fueron aleccionados por el líder que les mostró de que era capaz, algunos tuvieron miedo, otros sintieron emoción al ver aquel don y hubo quienes le juraron lealtad y le consideraron alguien digno de ser su cabecilla.

—Tomen refugio en los árboles a mi orden atacarán y quiero arrasen con todos, pero si ven un sujeto usando espejuelos, con ojos de color distinto o grandes revólveres procuren traérmelo y avisen en caso de necesitar refuerzos, aquel que logre matarlo ganara su peso en oro—comenzó a caminar con seguridad y sus manos cargaban dos grandes piedras con el tamaño de un adoquín, varios de sus hombres las había traído en una carreta.

En la mansión todos se refugiaron en el piso más profundo del subsuelo, era amplio y de vigas poderosas así que se encontraban seguros pero el miedo a que podía ocurrir en la superficie los intimidaba, los niños que venían de Juján sentían pavor mientras que Fernanda les contaba la historia de un hombre que logró cruzar las sombras para verse con una joven que había vivido en una prisión de tres pisos en un pueblo lejano, de pronto escucharon un sonido poderoso que hizo estremecer a todos y era la campana de la iglesia, algo le había golpeado con tal fuerza que retumbaba en los confines del pueblo.

Fernando comenzó a caminar, pero conforme se acercó un viento huracanado sopló sobre él y sus hombres con tal fuerza que la nube fue dispersada dejándolos al descubierto, su sorpresa fue enorme, nunca había visto que las palabras de Lázaro fallasen y pudo suponer que alguien en La Alborada estaba haciéndole frente a las maldiciones de Lázaro, comprendió que tendría que arreglárselas y no sería tan fácil, recordó que hace días mandó a un tal Santillán a explorar el pueblo y matar  cualquier sujeto con aspecto de chamán ahora lo puteaba en su muerte porque aquel lacayo suyo murió siendo un completo inútil.

— ¡Maldita sea! ¡Hay alguien capaz de anular las maldiciones en este pueblo!, todos guarde su posición y esperen mi orden, no se alteren solo nos divertiremos más de lo pensado aquí—en el mismo momento que hablo David hizo señas para que le apunten, pero un estruendo salió de la iglesia como un relámpago castigador el cual impactó con la cabeza calva del gigante, pero aquel disparo no hizo ni siquiera un rasguño algo que dejó helando la sangre a David y sus hombres, mientras Juan se sorprendió por aquel suceso que considerable imposible.

— ¡Ya sé dónde estás maldita rata blanca! —el tipo gritó y lanzó una piedra con tal fuerza en dirección de Juan que chocó con la campana, el proyectil quedó deshecho y la campana retumbo con enorme fuerza y se curveo por el impacto, Juan sintió la cabeza retumbar por aquel sonido tan fuerte a su pie que de ser otro hubiese quedado sordo o desmayado, pero por breves segundos sus sentidos recobraron el equilibrio y en ese momento otra piedra impacto con la columna de la iglesia haciéndola temblar.

Los hombres de David a su orden comenzaron a disparar con el sujeto y ninguna bala le hería en lo más mínimo, pero cuando notaron que habían balas disparadas de atrás del tipo se refugiaron.

— ¡Carajo ese tipo es inmune al daño! —gritó un sujeto que se cubría en una cabaña.

—¿Qué debemos hacer?, están disparando desde atrás de él y ese sujeto lanza rocas como si fueran balas de cañón hacia donde se encuentra Juan—el sujeto cargaba un rifle y disparaba entre momentos, había logrado darle alguien que gritó un insulto a la lejanía.

—Debemos replegarnos hasta donde se encuentra Joaquín, aquel gigante quiere lidiar con Juan así que no le demos importancia y concentrémonos en el resto, si logramos acabar con los demás rápido podremos asistir a Juan e idearemos una manera de lidiar con ese tipo—David hizo señal y todos sus hombres comenzaron a replegarse con velocidad mientras disparaban, los limpiadores deseaban seguirlos, pero algunos fueron alcanzados por los disparos de Juan los cuales eran despedazados y tenían miedo de avanzar.

Juan se sostenía con fuerza de la columna y concentraba sus disparos en los proyectiles de Fernando para evitar que destruya su puesto de vigía improvisado, maldecía entre dientes no poder hacerle año, pero creía que al menos mientras entretenga a Fernando este no causaría estragos en el pueblo.

— ¡Maldita sea debo acércame para así causar un daño más significativo! —maldijo mientras notó como los hombres de Fernando le apuntaron, se cubrió poniéndose detrás de la campana justo allí le protegía también un pilar.

La desgracia tocó su puerta porque mientras protegía su integridad de aquella lluvia de balas que suscitó gracias a que al replegarse los hombres de David nadie contenía al resto de limpiadores pudo ver por el rabo del ojo como Fernando lanzó dos piedras más y no alcanzó a dispararle, estas impactaron con la torre haciéndola resquebrajar, se sujetó con fuerza, pero en menos de unos segundos toda la torre se desplomó y el golpe de la caída de la campana sonó en todo el pueblo.

Fernanda sintió un dolor fuerte en el pecho, Dante y Vicente vieron aquella escena impávida del miedo que David voltio y al ver tal suceso reclamo que se apresuren, esperaban con Joaquín detenerlos a raya. Todos los demás pobladores que escucharon aquella caída e incluso María y Lucio sintieron temor de lo que se avecinaba.

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