Decimo Octavo Capitulo

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David llegó poco después del amanecer con todos los refuerzos el sol se vio oculto por nubes y por su mente recorría aquellos amargos recuerdos de la guerra donde muchos compañeros encontraron fatídicos destino, mientras otros quedaron con severas secuelas de lo acontecido. Durante minutos divago y recordó que vio al Coronel de Santa Cruz una sola vez con ambas piernas y su uniforme, le parecía un hombre íntegro y severo con carácter inquebrantable que ahora se encontraba derramando sangre de sus vecinos y a las órdenes de Lázaro.

Dante y compañía llegaron en la noche, la distancia entre Guayacanes y La Alborada era muy corta, pero el clima en dicho trecho era demasiado helado y los raudos vientos dificultaban la posibilidad de emprender un viaje a pie.

Se acomodaron en la mansión y una vez allí La Madrina les confesó su nombre era María Auxiliadora Yupanqui pidió que hicieran llamar a Lucio para poder dialogar con él.

Conforme paso casi una hora supo llegar Lucio vistiendo ropas de lana y alpargatas blancas, contrastando con su piel oscura, pero los diseños de su vestimenta le daban un aire elegante y señorial.

—Hace muchos años que no veía un indio tan elegante como tú, exceptuando cuando era quinceañero, pero de eso han pasado muchas lunas e inviernos—la mujer se acercó a Lucio con una sonrisa extendida.

—Usted sigue igual de hermosa con aquellos cabellos como rio recorriendo su dulce rostro mi señora—le tomo la mano derecha y beso su anillo dejando a todos estupefactos por su comportamiento, le conocían como un hombre rudo de trato áspero y antipático con las personas ajenas a su parte del pueblo.

—Sigues igual de gallo bravo aunque los años han pasado, pero he venido porque aquello que acecha tanto mi pueblo como el tuyo es demasiado grande para dejarlo pasar de alto—la voz de la mujer se tornó grave y mostró preocupación.

—Aquel que viene no es un sujeto común me atrevería a decir que incluso supera mis expectativas, durante muchos días logré escuchar sobre él y aunque deseaba conocer más era imposible, ni siquiera los animales más chicos o las aves más poderosas logran cruzar aquel muro invernal en Garzota, una fortaleza helada y de muerte que condenó todo un pueblo—durante días Lucio busco la manera de poder conocer más de su enemigo, pero este se alojaba en un lugar impenetrable y lleno de muerte.

—No es menos de esperar de la bestia que logró reducir a escombros la misma prisión del fin del mundo, de aquel que recibió dones de Samael Yana mi padre y que aun así logró sobrevivir un encuentro con Juan Batista, debemos actuar precavidos y no hacer que sus provocaciones nos estremezcan si logramos detener a sus hombres se verá obligado a salir de aquella fortaleza— la mujer comprendía que Lázaro forjó un lazo maquiavélico con Garzota donde el miedo, muerte y locura le ensalzaba como si fuese una deidad en aquel pequeño mapa del mundo así que debían acabar con sus esbirros para que se reduzca a un reino de un solo hombre en un trono vacío sin adoradores.

—Puse ofrendas en el perímetro del pueblo, no sé qué tan poderoso es el alcance de sus habilidades pero mantengo mis esperanzas que lograremos evitar la niebla aquella que arrasa todo como un huracán furioso—

—Aquellas serán útiles para que pueda darles mi bendición y así no podrá pasar ninguna de sus maldiciones, pero me temo que si manda alguno de sus hombres con protección no podré negarle el pasa, los asesinos y armas humanas no puedo crear efecto en ellos pero nada maldito a más que esté encarnado de manera corpórea podrá atacar el pueblo, vine porque logré ver a través de mis visiones que futuro nos depara sino logramos detenerlo, llévame hacia donde yacen dichas bendiciones—

—La llevaré y será escoltadas por mis hombres junto a mí, pero ¿Qué futuro tan atroz vio para que tome cartas en el asunto? —el indio sentía preocupación, se conocían hace muchísimos años y sabía que aquella mujer debía a ver percibido el infierno en la tierra.

—Vi un ave negra como un cóndor con una herida de bala asolando la costa y todo a su paso era consumido por fuego, su aleteo alimentaba las llamas que engullían todo, aquella ave no es más que Samael y si Lázaro logra ganar aquí aprovechará este caos para tornar el país en un infierno—

—Entonces está decidido este lugar no solo resistirá también tendrá la victoria y de allí habremos de idea como abrirnos paso por Garzota para capturar a Lázaro—

 

Los refuerzos de David ayudaron a establecer una tarima para preparar la reunión en la cual hablaría el alcalde anunciando la decisión que debía escoger el pueblo.

Muchos hombres cargaron los típicos maderos que usaban para el carnaval o fiesta de fin de año y levantaron aquella tarima improvisada y de boca en boca se fueron llamando hasta que la plaza del pueblo se vio abarrotada de personas mientras que en la tarima había un podio y sillas donde se encontraba Dante, Juan, María y el alcalde se levantó acercándose al podio.

Vio en los ojos de los presentes y notó incertidumbre, miedo y coraje en algunos que sentían como ardía un sentimiento de odio hacia aquellos que desean atacar el pueblo.

Sintió un calor en su garganta que no acontecía a ningún tipo de malestar, vio como todos estaban ansiosos e intranquilos y en su mente repaso cada una de las palabras que había preparado.

—Hermanos míos el motivo que nos reúne en esta ocasión nos compete a todos y es de suma importancia para decidir el futuro del pueblo, nuestras vidas y la región—vio como las miradas se posaban sobre él con interés y otros con incredulidad.

— ¡Ya sabemos que somos los siguientes en ser atacados! ¡Vendrán y arrasarán con nosotros!—la muchedumbre gritaba las mismas palabras una y otra vez al unísono.

— ¡Si somos los siguientes! ¡Pero he aquí donde les hago una pregunta! ¿Qué piensan hacer huir o pelear por sus tierras? Este pueblo fue fundado por hombres trabajadores y honestos que dejaron sus tierras a sus hijos, pero ahora un grupo de bestias armadas vienen atacarnos y quieren llevarse todo lo que hemos cultivado con años, lo que nuestros mayores nos dejaron con tanto esfuerzo en un solo día quieren adueñarse de nuestra tierra, nuestra historia e identidad y aquí es donde yo les digo ¡Alto!, no pienso doblegarme ante ningún ladrón enfrente de mis hermanos e hijos así que alzaré mis armas junto a nuestros vecinos de Juján que vienen a saldar la deuda pendiente con aquellos pillos y quienes que no tengan el coraje necesario de pelear pueden ir hacia Guayacanes e ir lejos de esta región, pero quienes deseen permanecer en la victoria o derrota quédense tomen un arma y vigilen las fronteras del pueblo porque nadie que no venga en buenos términos será bienvenido, en Juján se vio un infierno, Garzota de igual manera está sufriendo y Guayacanes ya fue atacada, pero han logrado resistirse aunque sufrieron daños y bajas y solo faltamos nosotros así que les invito a luchar por lo que nos pertenece y todo aquel que sobreviva tomará el día después de la batalla conmigo de la misma botella—su voz fue imponente y enmudeció a todo el público, Juan recordó aquellos años de guerra y considero tales palabras digna de un General.

— ¡Debemos resistir el ataque y devolverlo! ¡Aquí podremos resistir y obtendremos la victoria! ¡Nosotros fuimos salvados gracia aquel hombre! —muchos gritaron, pero aquellas últimas palabras se repetían entre los que llegaron de Juján señalando a Juan Batista.

— ¡Este hombre vino desde el confín del mundo! ¡Él logró acabar con casi dos docenas de asaltantes en Guayacanes! ¡Sus habilidades son dignas de un pistolero legendario! ¡Aquí junto a nosotros luchará para vencer a Lázaro! ¡Les hice una pregunta y deseo la respondan!, aquellos que se vean incapacitados de pelear se refugiarán en la mansión De la Cruz y estarán resguardados para no sufrir ningún daño—mientras gritaba tales hazañas convenciendo al público notó como los ojos de estos se llenaban de seguridad y esperaba ansioso sus palabras.

— ¡Si alzaremos armas! ¡Ni un paso atrás! ¡Nuestra tierra se respeta carajo! ¡Ningún ladronzuelo vendrá a robarnos! ¡Bala para el enemigo y trago al amigo! —fueron muchos los gritos de aceptación y la conmoción enorme, todos habían aceptado recordando aquellos momentos en su pueblo, muchos eran conocidos, amigos y parientes así que marcharse era darle la espalda a su propia sangre y hermanos.

— ¡Nos comenzaremos a distribuir y organizar en los próximos días vendrán atacar el pueblo así que seamos pacientes y fuertes ante cualquier adversidad!—Juan tomo la palabras mientras alzo su arma y disparo a la campana de la iglesia causando que suene con fuerza y aumentando más la conmoción del público.

 

Mientras el discurso acontecía en La Alborada y todos emocionados la noticia del fracaso del ataque de Guayacanes era asumida.

— ¡Esos malditos lograron salirse con las suyas! ¡Me sorprende que hubiesen podido responder tan bien aquella táctica! —el Coronel maldecía e insultaba en la oficina de Lázaro.

—No fueron los pobladores, existe el rumor que quien rige Guayacanes es una mujer robusta de cabellos largos que caen como rio y que en aquel lugar nada malo acontece, pero aun así para ser diezmados de tal forma él debió de estar allí defendiendo el lugar y solicitando ayuda, cree que La Alborada no caerá aquella bestia ilusa—rio al último mientras admiraba una pelea por un trozo de pan entre dos personas.

—Si aquel sujeto es tan hábil y pudo herirte alguna vez es alguien de temer ¿Por qué tú mismo no partes hacia el pueblo con todos los hombres incluyéndome y arrasamos el lugar? —el Coronel tenía inquietud de ver que tan bueno era el pistolero blanco.

—No, si el pueblo es arrasado con explosivos no podría encontrar o investiga lo que deseo a comodidad y a su vez sería una trampa, ellos tienen la ventaja de terreno y su me movilizo sería darles una leve esperanza en cazarme y deseo que ellos mismos se sientan obligado, de igual forma los refuerzos han llegado y con ellos Fernando partirá a primera hora y llegará sobre el medio día para desatar un infierno—Lázaro sabía que si se abalanzaba contra Juan este le esperaría y desconocía el número exacto de todos los refuerzos de La Alborada, también deseaba diezmar aquel lugar sin crear destrozos grandes.

— ¿Qué pasa si nos superan en La Alborada? ¿Podrían marchar y entrar aquí? —El Coronel sentía incredulidad en que sus enemigos logren sobrepasarlos, pero le encantaba contemplar cada posible opción.

—No seremos superados y es imposible que lleguen entrar aquí a más que yo lo permita, Fernando será capaz de vencer aquel pistolero y de esa forma todo será pan comido—su gruesa voz calmo las dudas dentro de Marco.

 

Al mismo tiempo en Juján…

El refugio que armaron los que se quedaron era sólido y estaban planeando como volver a trabajar la tierra, entre los escombros del pueblo había buscado todas las herramientas necesarias, pero en la lejanía vieron un caballo montado por un hombre con ropas oscuras y sombrero de ala ancha.

Conforme se acercaba dicha imagen fue más clara y les dio bastante sospecha, los pocos que cargaban armas le apuntaron mientras vieron aquel sujeto alzar el sombrero y sonreír de manera inocente.

—Muy buenas mis estimados, espero no llegar en un mal momento, mi nombre es Francisco Piza—se sacó el sombrero para saludar mientras se bajó del caballo.

—Has llegado en el peor momento posible, ¿Qué hace un tipo de ropas tan lúgubres en este pueblo o lo que queda de él? —era un hombre mayor el que le apunto.

—Calma mi amigo, vengo de paso me encuentro rumbo a La Alborada soy un viejo conocido de la familia De la Cruz—alzó las manos mientras explicaba todo con una sonrisa.

—Ir a La Alborada no es recomendable justo ahora, se encuentra bajo ataque de unos sujetos llamados los Purificadores, son aquellos que devastaron este lugar así que te sugiero tomes reposo aquí y puedes partir en unos días—el hombre bajo el arma.

—Muchas gracias por tal advertencia mi buen señor y lo haré, pero me gustaría conocer donde hay un refugio eso sí pagaré toda mi estadía y lo que consuma claro también deseo hacerle una pregunta—el hombre se acercó al sujeto mientras se fue sacando sus guantes oscuros.

—Pregunta lo que quieras, son tiempos convulsos esta bienvenida la duda—

— ¿Acaso un sujeto de nombre Juan Batista no ha pasado por este pueblo?, somos colegas y vine en refuerzo, pero tuve altercados en el camino así que me gustaría saber sobre él.

— ¡Santo cielo eres amigo del “Pistolero Blanco”!, claro el paso aquí hace algún tiempo y nos libró de malhechores lo último que supimos es que se encuentra en la resistencia de La Alborada si usted ha sido compañero suyo será recibido con honores le debemos mucho—

—Vaya me sorprende de la fama que se ha hecho, como vera yo soy el negro y él es blanco, pero si el asunto es tan difícil en dicho lugar y se encuentra por librar un combate iré a darle mi apoyo—sonrió mientras volvió a montar su caballo.

—Desearía que descanse, pero siendo su colega debe ser igual de habilidoso y se necesitan la mayor cantidad de brazos en aquel lugar, podría repetirme su nombre, a esta edad se me escapan pequeños detalles—el hombre se acercó al jinete.

—Mi nombre es Samael Yana, el pistolero negro o como me conocieron en Tarqui el Demonio de las Montañas—le sonrió mientras cabalgo como el viento, pensó entonces que pronto se libraría una gran batalla de la cual solo sería un espectador y tendría paciente para hacer su jugada, la herida en su mano derecha provocado por el arma de Juan le hacía sentir dolor algo que no había sucedido en siglos y aunque tenía cuidado de dichos cañones su mayor interés por alguna razón se notaba en la familia De la Cruz.