Decimo Capitulo: Aquel que visita

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Capitulo Anterior: La Prisión del Fin del Mundo

El aviso de David corrió como viento hacia todos los policías, mantener máxima seguridad y vigilar cada personar en el pueblo.

Un tipo acaba de burlarlo de manera tan fácil y había matado a alguien ruin, pero de existencia necesaria para el bienestar de todos.

El alba estaba expectante hacia un pueblo que despertó temprano gracias una muerte, en tiempos remotos relataban que al morir alguien, antes del alba, el resto del día sería oscuro y nublado, el ambiente tenso, y de ser mala persona su alma estaría condenada a vagar en las noches sin derecho a la luz del sol.

El hostal estaba lleno de personas discutiendo unas con otras sobre los hechos, Fernanda había servido el desayuno a su madre y descansaban en sus habitaciones mientras David los acompañaba y trataba de armar un rompecabezas con la situación.

—Ese Juan del que hablan debió inyectarle algún veneno o algo que le provocase esa muerte al otro tipo, que ni tenemos idea como se llama solo que su maldita muerte nos fregará ahora —dijo David, las bolsas debajo de sus ojos crecieron por la noche agitada y sin sueño que llevaba.

—Es capaz que sea algún asesino a sueldo o testaferro de alguien, aunque mencionó a un tal Lázaro —respondió Fernanda mientras les servía té.

—Sea lo que sea, quiero que vigilen el hostal, ese sujeto logró entrar y es peligroso en extremo si pudo escaparse tan fácil, aunque con la poca responsabilidad que tienen los policías no me sorprende. —La voz de la mujer era amarga y sus manos temblaban con ligereza al sujetar la taza, tenía miedo en el cuerpo.

—Le prometo que no volverá a acontecer algo igual, ante todo este lugar en el pueblo será el más vigilado junto a la Alcaldía. —Sujetó las manos de la mujer para brindarle confianza.

Durante años David cuestionaba su puesto, había sido su padre un montubio que al casarse con la hija de un comerciante, decidieron formar su vida en el pueblo, era el lugar más sereno de la región y libre del atropello de la ciudad, creció con las historias de su abuelo materno sobre las guerras contra los conquistadores y de cómo la Gran Guerra Naval de Tarqui rompió los lazos con los colonizadores.

Aunque siempre se dedicó a la lectura en su adolescencia sentía el ardor en su pecho de vivir las historias de su abuelo, al ver el gran llamado para que las personas participen en la guerra contra Tarqui decidió inscribirse y servir en el campo de batalla con esperanza.

Las historias de su abuelo resultaron cuentos censurados, jugarretas heroicas sin los tragos amargos de la vida y solo alimento para la imaginación de un niño, vio como sus compañeros morían, la incertidumbre a la muerte cada día, el resonar de las balas perturbando las noches y el ambiente acalorado de violencia.

La guerra se extendió por meses hasta que fue ganada en un último esfuerzo, muchos rumoreaban que algo siniestro debió haber pasado contra el bando contrario, la nación escaseaba y consideraba la rendición tan cercana por miedo a perder todos sus activos militares en un conflicto que respondieron con apuro, buscando nuevas posibilidades fueron heridos de tal gravedad que decidieron no apropiarse de Tarqui por miedo a cargar con un país tan devastado y destruido por una guerra civil, no poseían ya la fuerza necesaria y el coraje escaseaba, dichas tierras rumoreaban que estaban malditas.

Con sus sueños hechos trizas, y viendo el horror de la guerra, decidió volver a su pueblo, sus padres murieron de enfermedad y ante tal tragedia decidió servir a la policía donde se destacó por su carácter y mente deductiva, se había confinado a una vida solitaria y en sus vacaciones se marchaba hacia los pueblos vecinos y disfrutaba de damas de compañía, pero siempre volvía a la misma rutina, su vida era dedicada al bienestar del pueblo y aun en su corazón conocía que aquel misterio que rondaba a Juan Bautista era algo de aventura, aunque el hedor a muerto lo corrompiera con el ambiente, deseaba ahondar en el caso y saber quién era aquel tipo.

Se cuestionaba mucho en ese momento, ya que creía haber visto de todo; personas robando y matando, asesinos seriales, violadores y pedófilos, pero no un sujeto con presencia tan señorial, había llegado al hostal vestido de blanco, con vendas en sus manos, guantes de cuero oscuros, lucia espejuelos oscuros y poseía un abrigo viejo oscuro su altura era imponente y parecía poseer una excelente condición física.

Sus habilidades para haber escapado y sometido al otro asesino eran de temer, en su habitación no se encontró ningún tipo de equipaje o ropas, parecía viajar con solo lo que poseía y Fernanda confirmo no haberle visto ningún tipo de objeto aparte de un bolso que llevaba con él en su espalda.

Dante había dormido después de acabar el diario, sus sueños eran oscuros y distantes, recordaba su infancia y en pocas imágenes superficiales veía cómo fue su vida mientras se alejó del pueblo, pudo recordar cada palabra del diario, imaginaba que estaba ante Lázaro, lo veía de espalda y sentía ser oprimido por algo, pero a la vez sentía curiosidad de ver su rostro.

Despertó, su brazo reposaba en la mesa del escritorio y sus ojos lagañosos le cejaban por la luz que invadía su ventana, escuchaba voces en la sala y bajó antes de arreglarse. José discutía con Vinicio, mientras Doña Nelly veía sin decir alguna palabra.

— ¿Que están discutiendo? —Restregaba sus ojos mientras tomaba asiento en las escaleras.

—Trato de convencer a José que ande con una escopeta en el brazo y que tenga cuidado, pero dice que es por gusto usar armas —se defendía Vinicio mientras se acercaba a Dante.

— ¿Por qué tendría que cargar una escopeta? ¿Otra vez se escapó algún oso? —Dante se levantó y caminaba hacia el sofá de la sala.

—El día de ayer un salvaje tiró a disparos la puerta del Hostal, según dicen todos, estaba buscando a uno de los inquilinos y justo cuando acorraló a la dueña del Hostal, fue baleado por el susodicho y murió de envenenamiento, aunque muchos dudan eso —explicó José mientras tomaba asiento frente a Dante.

— ¿En serio? Este pueblo parece que está convirtiéndose en el ojo de algún huracán de violencia, ¿qué tienen que ver las armas, entonces? —Sujetó una taza de café que le era servida por Vinicio.

—Vinicio quiere que tenga armas cerca, el inquilino escapó del hostal y dejó inconsciente a un policía junto a una advertencia, ahora mismo, en todo el pueblo, acaban de anunciar que se busca y se pagará recompensa por quien lo atrape.

—Yo solo quiero que ande prevenido, no vaya a ser que aquel tipo se escudriñe en la casa y hiera a alguien —insistió Vinicio mientras tomaba asiento junto a Dante.

Dante pensó meticulosamente todo lo que leyó en el diario, su opinión era ambigua, pero no quería dar una orden favoreciendo alguno de sus trabajadores.

—Escoge lo que creas factible, José, yo iré donde el Alcalde más tarde para hablar sobre el asunto. —Dante se levantó y subió hacia la habitación.

 

 

David había abandonado el hostal, caminaba con dos policías a toda prisa y esperaba poder hablar con Ángel sobre la toxina, intuía que el veneno del que murió el matón del hostal quizás guarde relación con el de los padres de Dante.

La casa del alcalde era uno de los lugares más seguros del pueblo, quedaba a tan solo dos casas de la estación de policía y a tres del sector de los indios. Para la suerte de David toda la familia Márquez se encontraba en la casa, tomo asiento en la mesa junto a Ángel y el alcalde para informarles con precisión del tema a tratar.

— ¿Qué tan peligroso puede ser aquel tipo? ¿Aunque mato a ese sujeto debemos tener en cuenta que no tuvo malas intenciones? —dijo Vicente.

—Asesinó a un sujeto y escapó con facilidad, quizás ya se fue, pero no podemos dejar pasar este acto tan simple…ellos vendrán. —la voz de David fue suave al final como si háblese con miedo.

— ¿Qué tiene de malo que ellos vengan? Ese extranjero me golpeo a mí y deberíamos hablar con Lucio Piguave, Belén y yo vimos que se fueron hablar al barrio de los indios.

— ¡Porque Demonios te golpeo! —gritó Vicente mientras golpeó la mesa.

—Se portó arrogante y le gritó al señor Lucio, el extranjero fue quien separó la situación y Ángel lo atacó, pero aquel sujeto como mencionan le puso una pistola en la boca a Ángel y lo espantó, vimos que se marcharon para hablar—dijo Belén mientras le servía agua a David.

— ¡Porque nadie me dijo nada! —volvió a gritar Vicente levantándose.

—No queríamos preocuparte padre, aparte esos tipos son de mucha importancia, lo que debemos tratar es pensar que puede pasar si llegan más personas de Garzota—la voz de Ángel era suave, trataba de calmar a su padre.

— ¡Casi haces que te maten dos veces y creas un conflicto con Lucio! —Vicente estaba rojo del enojo aunque con aquel último grito se desahogó.

—Lo ideal sería hablar con Lucio y poder llegar a un acuerdo, que nos cuente que habló con el extranjero y nos ayude a buscarlo—David trató de apaciguar el ambiente.

—Imposible que pase, la muerte de su hijo y el altercado con Ángel debe haberlo hecho enojar—dijo Vicente mientras miraba con reproche a su hijo.

— ¿Qué tal si hacemos que alguien fuera del asunto le busque? —sugirió David

—Te refieres a Dante, solo porque su padre y Lucio eran amigos crees que simpatizará con él y lograremos hablarle—respondió Belén notando la indirecta que lanzó David.

—Es la opción más lógica, aparte de algo debe servir su presencia en el pueblo—comento con cierta maldad Ángel.

—Si lo dicen así es como si se aprovecharan de él, aunque de saber el asunto si se prestaría para ayudarnos, dudo mucho que Lucio cometa un acto violento—intervino Belén.

—Hablaré con él y espero que no vuelvas hacer barbaridades—dijo Vicente mientras lanzo una mirada fulminante a su hijo.

—Entonces lo más conveniente sería que lo citaras hablar con usted y de allí acompañarlo ambos a Dante para hablar con Lucio, quizás el conozca algo de la situación—habló David mientras se levantaba de la mesa.

—De acuerdo, ya entendí, me quedaré haciendo guardia y no haré nada—reprochó Ángel.

—Tú anda a buscar a Dante y tráelo hacia acá, al menos con eso enmendaras tu estupidez—la voz de Vicente era fuerte, aun se notaba cierto enojo en su tono.

—Lo haré padre—respondió sosegado Ángel.