Capitulo Anterior: La Prisión del Fin del Mundo
El aviso de David
corrió como viento hacia todos los policías, mantener máxima seguridad y
vigilar cada personar en el pueblo.
Un tipo acaba de
burlarlo de manera tan fácil y había matado a alguien ruin, pero de existencia
necesaria para el bienestar de todos.
El alba estaba
expectante hacia un pueblo que despertó temprano gracias una muerte, en tiempos
remotos relataban que al morir alguien, antes del alba, el resto del día sería
oscuro y nublado, el ambiente tenso, y de ser mala persona su alma estaría
condenada a vagar en las noches sin derecho a la luz del sol.
El hostal estaba
lleno de personas discutiendo unas con otras sobre los hechos, Fernanda había
servido el desayuno a su madre y descansaban en sus habitaciones mientras David
los acompañaba y trataba de armar un rompecabezas con la situación.
—Ese Juan del que
hablan debió inyectarle algún veneno o algo que le provocase esa muerte al otro
tipo, que ni tenemos idea como se llama solo que su maldita muerte nos fregará
ahora —dijo David, las bolsas debajo de sus ojos crecieron por la noche agitada
y sin sueño que llevaba.
—Es capaz que sea
algún asesino a sueldo o testaferro de alguien, aunque mencionó a un tal Lázaro
—respondió Fernanda mientras les servía té.
—Sea lo que sea,
quiero que vigilen el hostal, ese sujeto logró entrar y es peligroso en extremo
si pudo escaparse tan fácil, aunque con la poca responsabilidad que tienen los
policías no me sorprende. —La voz de la mujer era amarga y sus manos temblaban
con ligereza al sujetar la taza, tenía miedo en el cuerpo.
—Le prometo que
no volverá a acontecer algo igual, ante todo este lugar en el pueblo será el
más vigilado junto a la Alcaldía. —Sujetó las manos de la mujer para brindarle
confianza.
Durante años
David cuestionaba su puesto, había sido su padre un montubio que al casarse con
la hija de un comerciante, decidieron formar su vida en el pueblo, era el lugar
más sereno de la región y libre del atropello de la ciudad, creció con las
historias de su abuelo materno sobre las guerras contra los conquistadores y de
cómo la Gran Guerra Naval de Tarqui rompió los lazos con los colonizadores.
Aunque siempre se
dedicó a la lectura en su adolescencia sentía el ardor en su pecho de vivir las
historias de su abuelo, al ver el gran llamado para que las personas participen
en la guerra contra Tarqui decidió inscribirse y servir en el campo de batalla
con esperanza.
Las historias de
su abuelo resultaron cuentos censurados, jugarretas heroicas sin los tragos
amargos de la vida y solo alimento para la imaginación de un niño, vio como sus
compañeros morían, la incertidumbre a la muerte cada día, el resonar de las
balas perturbando las noches y el ambiente acalorado de violencia.
La guerra se
extendió por meses hasta que fue ganada en un último esfuerzo, muchos
rumoreaban que algo siniestro debió haber pasado contra el bando contrario, la
nación escaseaba y consideraba la rendición tan cercana por miedo a perder
todos sus activos militares en un conflicto que respondieron con apuro,
buscando nuevas posibilidades fueron heridos de tal gravedad que decidieron no
apropiarse de Tarqui por miedo a cargar con un país tan devastado y destruido
por una guerra civil, no poseían ya la fuerza necesaria y el coraje escaseaba,
dichas tierras rumoreaban que estaban malditas.
Con sus sueños
hechos trizas, y viendo el horror de la guerra, decidió volver a su pueblo, sus
padres murieron de enfermedad y ante tal tragedia decidió servir a la policía
donde se destacó por su carácter y mente deductiva, se había confinado a una vida
solitaria y en sus vacaciones se marchaba hacia los pueblos vecinos y
disfrutaba de damas de compañía, pero siempre volvía a la misma rutina, su vida
era dedicada al bienestar del pueblo y aun en su corazón conocía que aquel
misterio que rondaba a Juan Bautista era algo de aventura, aunque el hedor a
muerto lo corrompiera con el ambiente, deseaba ahondar en el caso y saber quién
era aquel tipo.
Se cuestionaba
mucho en ese momento, ya que creía haber visto de todo; personas robando y
matando, asesinos seriales, violadores y pedófilos, pero no un sujeto con
presencia tan señorial, había llegado al hostal vestido de blanco, con vendas
en sus manos, guantes de cuero oscuros, lucia espejuelos oscuros y poseía un
abrigo viejo oscuro su altura era imponente y parecía poseer una excelente
condición física.
Sus habilidades
para haber escapado y sometido al otro asesino eran de temer, en su habitación
no se encontró ningún tipo de equipaje o ropas, parecía viajar con solo lo que
poseía y Fernanda confirmo no haberle visto ningún tipo de objeto aparte de un
bolso que llevaba con él en su espalda.
Dante había
dormido después de acabar el diario, sus sueños eran oscuros y distantes,
recordaba su infancia y en pocas imágenes superficiales veía cómo fue su vida
mientras se alejó del pueblo, pudo recordar cada palabra del diario, imaginaba
que estaba ante Lázaro, lo veía de espalda y sentía ser oprimido por algo, pero
a la vez sentía curiosidad de ver su rostro.
Despertó, su
brazo reposaba en la mesa del escritorio y sus ojos lagañosos le cejaban por la
luz que invadía su ventana, escuchaba voces en la sala y bajó antes de
arreglarse. José discutía con Vinicio, mientras Doña Nelly veía sin decir
alguna palabra.
— ¿Que están
discutiendo? —Restregaba sus ojos mientras tomaba asiento en las escaleras.
—Trato de
convencer a José que ande con una escopeta en el brazo y que tenga cuidado,
pero dice que es por gusto usar armas —se defendía Vinicio mientras se acercaba
a Dante.
— ¿Por qué
tendría que cargar una escopeta? ¿Otra vez se escapó algún oso? —Dante se
levantó y caminaba hacia el sofá de la sala.
—El día de ayer
un salvaje tiró a disparos la puerta del Hostal, según dicen todos, estaba
buscando a uno de los inquilinos y justo cuando acorraló a la dueña del Hostal,
fue baleado por el susodicho y murió de envenenamiento, aunque muchos dudan eso
—explicó José mientras tomaba asiento frente a Dante.
— ¿En serio? Este
pueblo parece que está convirtiéndose en el ojo de algún huracán de violencia,
¿qué tienen que ver las armas, entonces? —Sujetó una taza de café que le era
servida por Vinicio.
—Vinicio quiere
que tenga armas cerca, el inquilino escapó del hostal y dejó inconsciente a un
policía junto a una advertencia, ahora mismo, en todo el pueblo, acaban de
anunciar que se busca y se pagará recompensa por quien lo atrape.
—Yo solo quiero
que ande prevenido, no vaya a ser que aquel tipo se escudriñe en la casa y
hiera a alguien —insistió Vinicio mientras tomaba asiento junto a Dante.
Dante pensó
meticulosamente todo lo que leyó en el diario, su opinión era ambigua, pero no
quería dar una orden favoreciendo alguno de sus trabajadores.
—Escoge lo que
creas factible, José, yo iré donde el Alcalde más tarde para hablar sobre el
asunto. —Dante se levantó y subió hacia la habitación.
David había
abandonado el hostal, caminaba con dos policías a toda prisa y esperaba poder
hablar con Ángel sobre la toxina, intuía que el veneno del que murió el matón
del hostal quizás guarde relación con el de los padres de Dante.
La casa del alcalde
era uno de los lugares más seguros del pueblo, quedaba a tan solo dos casas de
la estación de policía y a tres del sector de los indios. Para la suerte de
David toda la familia Márquez se encontraba en la casa, tomo asiento en la mesa
junto a Ángel y el alcalde para informarles con precisión del tema a tratar.
— ¿Qué tan
peligroso puede ser aquel tipo? ¿Aunque mato a ese sujeto debemos tener en
cuenta que no tuvo malas intenciones? —dijo Vicente.
—Asesinó a un
sujeto y escapó con facilidad, quizás ya se fue, pero no podemos dejar pasar
este acto tan simple…ellos vendrán. —la voz de David fue suave al final como si
háblese con miedo.
— ¿Qué tiene de
malo que ellos vengan? Ese extranjero me golpeo a mí y deberíamos hablar con
Lucio Piguave, Belén y yo vimos que se fueron hablar al barrio de los indios.
— ¡Porque
Demonios te golpeo! —gritó Vicente mientras golpeó la mesa.
—Se portó
arrogante y le gritó al señor Lucio, el extranjero fue quien separó la
situación y Ángel lo atacó, pero aquel sujeto como mencionan le puso una
pistola en la boca a Ángel y lo espantó, vimos que se marcharon para
hablar—dijo Belén mientras le servía agua a David.
— ¡Porque nadie
me dijo nada! —volvió a gritar Vicente levantándose.
—No queríamos
preocuparte padre, aparte esos tipos son de mucha importancia, lo que debemos
tratar es pensar que puede pasar si llegan más personas de Garzota—la voz de Ángel
era suave, trataba de calmar a su padre.
— ¡Casi haces que
te maten dos veces y creas un conflicto con Lucio! —Vicente estaba rojo del
enojo aunque con aquel último grito se desahogó.
—Lo ideal sería
hablar con Lucio y poder llegar a un acuerdo, que nos cuente que habló con el
extranjero y nos ayude a buscarlo—David trató de apaciguar el ambiente.
—Imposible que
pase, la muerte de su hijo y el altercado con Ángel debe haberlo hecho
enojar—dijo Vicente mientras miraba con reproche a su hijo.
— ¿Qué tal si
hacemos que alguien fuera del asunto le busque? —sugirió David
—Te refieres a
Dante, solo porque su padre y Lucio eran amigos crees que simpatizará con él y
lograremos hablarle—respondió Belén notando la indirecta que lanzó David.
—Es la opción más
lógica, aparte de algo debe servir su presencia en el pueblo—comento con cierta
maldad Ángel.
—Si lo dicen así
es como si se aprovecharan de él, aunque de saber el asunto si se prestaría
para ayudarnos, dudo mucho que Lucio cometa un acto violento—intervino Belén.
—Hablaré con él y
espero que no vuelvas hacer barbaridades—dijo Vicente mientras lanzo una mirada
fulminante a su hijo.
—Entonces lo más
conveniente sería que lo citaras hablar con usted y de allí acompañarlo ambos a
Dante para hablar con Lucio, quizás el conozca algo de la situación—habló David
mientras se levantaba de la mesa.
—De acuerdo, ya
entendí, me quedaré haciendo guardia y no haré nada—reprochó Ángel.
—Tú anda a buscar
a Dante y tráelo hacia acá, al menos con eso enmendaras tu estupidez—la voz de
Vicente era fuerte, aun se notaba cierto enojo en su tono.
—Lo haré
padre—respondió sosegado Ángel.