Decimo Segundo Capitulo: La Sentencia

Lista de Capítulos

Capitulo Anterior: Consecuencias

Lucio caminó junto a sus vecinos que cargaban el cuerpo de su hijo, su mujer y nuera, mientras el turista lo seguía de cerca. Veía con cierto recelo aquel tipo, estaba el día opacado por las lluvias y usaba gafas como si fuese un ciego.

Después de un par de minutos llegaron a una gran casa, ubicada en la última parte del pueblo donde esperaban muchas personas del barrio indígena.

El cuerpo del muchacho fue puesto en un ataúd y llevado a los interiores de la casa, donde se lo veló entre sollozos y conversaciones de los allegados, Lucio le pidió al turista que se sirviese cuanto café y rosca guste, para así esperarlo hasta que termine de recibir los pésame y den por cerrada la velación, para enterrarlo el día de mañana.

Al cabo de unas dos horas se habían congregado cerca de dos docenas de personas que le dieron su pésame a Lucio, su mujer dormía profundamente igual que su nuera y cuando la última de las personas se fue llamó al turista hacia su despacho.

Durante años los indígenas prefirieron tener su propio sector en el pueblo en el cual convivir todos con sus costumbres y tradiciones en vez de familiarizarse con los demás lugareños, no eran groseros ni déspotas con los otros, pero consideraban que debían ser ellos quienes mantendrían sus fiestas y tradiciones como antecedente cultural de la región.

Se escogió hace bastantes años, antes que Vicente Márquez fuera alcalde al líder de los indígenas, Lucio Piguave, llevaba consigo treinta años ejerciendo tal cargo y en su oficina siempre atendía los problemas de sus vecinos, disponían de un sistema comunal para repartir las ganancias.

Todas las personas en el barrio cumplían su rol, habían quienes fueron enviados a estudiar a la Costa y volvieron para ejercer el cargo de profesor en el barrio o en Garzota, pues no se había construido una escuela en Alborada por la poca cantidad de niños, muy al contrario al barrio indígena donde las clases se daban en el salón de la casa de Lucio.

Los terrenos aledaños fueron repartidos equitativamente, se dividía la mitad de la siembra para el consumo de todos y la otra parte se vendía para así el dinero que se ganase se repartía en las obras del pueblo, las callejuelas fueron decoradas con baldosa y se compraba animales de calidad para así hacerlos aparear.

— ¿Cómo te llamas en primer lugar y de dónde eres? —preguntó Lucio mientras tomó asiento.

—Soy Juan Batista y vengo de Tarqui—respondió mientras cogía la última rosca de un plato.

—Es raro ver una persona de allá aquí, sin tener aspecto de refugiado—sugirió Lucio.

—Bueno…digamos que soy algo así como un refugiado y me encuentro buscando alguien más que se refugia aquí… en esta región. —dijo mientras señaló un mapa de los pueblos aledaños, su dedo apuntaba a Garzota.

— ¿Acaso a quien buscas se llama Lázaro? —preguntó de manera directa.

—Sí, llevo siguiéndole la pista desde antes de la Guerra del Siglo y al fin doy con el lugar donde se encuentra—respondió Juan.

— ¿Qué asuntos tienes pendientes con aquel tipo tan peligroso? —volvía a preguntar Lucio mientras le miraba minuciosamente.

—Son personales, pero es mejor para todos que lo encuentre y me encargue de él—dijo Juan.

—Sí te refieres a matarlo concuerdo contigo, aquel sujetó y su grupo de hombres se han coronado como los dueños del submundo de la región, desde venta de alucinógenos, armas y encargos de asesinatos son sus sucias proezas—pronunció con malestar.

—Debes de suponer que tu hijo fue asesinado por uno de los hombres de Lázaro…te quiso mandar un mensaje al parecer—mencionó Juan.

—Llevo muchos años en este pueblo, aunque me veo viejo soy un poco mayor de lo que aparento y me gusta este lugar…mi hijo no debía sufrir de tal manera—musitó con la voz triste, por un leve instante lucía como un anciano débil e impotente.

—Debo de suponer que eres un chamán, tu afinidad con esta tierra te ha dotado de una longevidad mayor y al parecer tu hijo no heredo esas habilidades, sé que tu pérdida es muy grande, pero ahora estamos frente algo mayor que todos nosotros—expresó Juan.

—Supones bien, tengo los suficientes años en esta región para saber cuándo sucederán cambios bruscos o si algo malo se avecina y este tal Lázaro es lo peor que puede pasar. ¿Qué es él? —preguntó Lucio mientras secaba una lagrima que se escapó al recordar a su hijo.

—Yo lo conocí en el “Círculo”; la antigua prisión de Tarqui, aquel lugar era un infierno, pero hubo un día que toda la podredumbre, toxicidad y corrupción del lugar se encarnó,  se liberó un verdadero pandemonio, él estaba allí y fue quien redujo la prisión a unos cuantos y marchó con los sobrevivientes que le siguieron, sé que era humano cuando entró a la prisión, pero al salir debió ser algo distinto, quizás él sea casi como uno de los espíritus antiguos—confesó como si hubiese sido un hecho que deseara borrar de su memoria.

—Tú y el compartieron celda en aquel lugar tan maldito, incluso hace pocos años escuche que los terrenos del lugar se volvieron estériles y el frio azota con ferocidad, es increíble conocer alguien que sobrevivió a tal locura, pero si es tal como mencionas no hay como detener a Lázaro—maldijo con gran furia Lucio mientras golpeo con fuerza el escritorio.

—Si hay una forma de poder detenerlo, aunque los métodos son bastantes complejos, pero necesito llegar hasta la persona indicada—alegó

— ¿Cómo puedes detener alguien que no puede ser herido de maneras convencionales, que maneja el clima a su gusto y puede hacer muchas más cosas? —preguntó con un tono desafiante.

—Lázaro hace todas esas cosas, pero acaso nunca te has puesto a pensar qué significado tiene atacar y quemar los pueblos, él y sus hombres poseen el submundo de esta región así que intereses económicos no son—sugirió Juan con una sonrisa un tanto maliciosa.

— ¡Es verdad! ¡Eso quiere decir que… todos esos actos tienen que ver con sus habilidades…! ¡No puede ser, él necesita caos por alguna razón! —gritó sorprendido Lucio.

— ¡Exacto! Cuando las personas odian mucho o aman puede llegar a ciertos límites, hay quienes cometen hazañas inhumanas, otros dan ese paso que los hace ser superior a los humanos y en tiempos antiguos fueron conocidos como deidades y  héroes, Lázaro no se nutre de la fe, pero sí de todo lo negativo y dañino que pueda generar, es un incendio que mientras pueda quemar nunca se apagará y hasta arderá con más fuerza—aclaró Juan.

—En poco tiempo vendrán personas de Juján, un pueblo que fue arrasado por Lázaro y que ahora se encuentra en Garzota; según me informaron muchos indígenas de los alrededores, lo ideal sería preparar una resistencia para cuando se proponga venir—pronuncio emocionado Lucio, sintió un alivio al escuchar a Juan.

—Eso es bueno, pero no subestimes a Lázaro estuvo en dos guerras y harán falta personas para lidiar con él, está haciendo un infierno Garzota y algunas personas fueron reclutadas por él a la fuerza—contó Juan mientras sacaba una manzana de su abrigo.

— ¿Por qué no vas tu a matarlo? ¿Acaso crees que no me di cuenta que tampoco eres tan humano? —preguntó insidiosamente Lucio.

—Supuse que lo notarías, no puedo, cuando fui a Garzota y traté me era imposible, sus hombres merodean el pueblo y tiene un hombre muy peligroso encargado del pueblo…El Coronel de la Cruz dijeron que se llamaba—respondió.

— ¡Espera un momento! ¿Aquel tipo era un lisiado y le dio piernas? —preguntó con asombro.

—Yo vi al sujeto caminar como todos, pero noté en su figura algo raro y debe ser lo que me cuentas, al parecer le curó pero debió haber un alto pago o capaz el Coronel desconoce eso—respondió Juan mientras mordía una manzana con tranquilidad.

— ¡Demonios! El Coronel era un buen hombre, aunque tenía entendido que cayó en la desgracia desde que perdió sus piernas y su hijo, es como si deseara armar un ejército pequeño—exclamó Lucio.

—Eso quiere, pienso que busca poder formar un grupo de revuelta tan grande que asolará todos los pueblos de la región y después irá por las ciudades, ya es el dueño del submundo de la Sierra así que debe tener en estos momentos un estatus de poder mayor al del alcalde de la capital y una influencia tremenda, no en balde fue quien orquesto la revuelta civil que desemboco en la derrota de Tarqui en la Guerra del Siglo—expuso Juan.

— ¡Tú eres capaz de matarlo, no pierdas tiempo y hazlo! —rogó con preocupación Lucio.

—Aun no puedo, pero sí de alguna manera él se debilita o logró encontrar alguien podremos terminar con Lázaro—pronunció mientras mordió el último trozo de manzana.

— ¿Quién estas buscando que pueda hacerle frente? —pregunto con ansias Lucio.

—Alguna vez has oído las historias de Samael Yana o más conocido como el diablo de las montañas—sonrió Juan.

—Sí, según las historias se aparece cada cuantos años en los bares de la región ofreciendo tratos a personas comunes, pero de los cuales él nunca obtiene un beneficio—explicó Lucio.

—Sí, cuando estuve en la prisión él fue buscando alguien que le pueda ayudar en un trabajo, los guardias aceptaron su soborno y le dejaron bajar, pero lo que todos hablaron en la prisión es que fue al último piso de esta, justo donde se encontraba Lázaro, en el noveno subpiso y allí en la celda conversó con él, después de un día de aquel suceso se alzó Lázaro contra la prisión—pronunció.

— ¿Qué piensas pedirle  a Samael?, si él le dio tales habilidades a Lázaro dudo mucho que te ayude—preguntó Lucio.

—Lázaro está muy por encima de lo que pueda hacer Samael, le dio piernas a un hombre, pudo colocar un muro invernal que hacer morir a todo  el que intenta cruzarlo en una fría ventisca y muchas otras cosas, sospecho que debió traicionar a Samael, al final de cuentas no me sorprendería, Lázaro posee una gula grotesca de poder y muerte—aclaró Juan mientras se levantaba de su puesto.

—Entiendo ¿Dónde iras ahora? —preguntó curioso, en su mente circulaba la idea de tratar de formar un acuerdo con Vicente para que estén preparados.

—Iré hacia el hostal del pueblo que vi y estaré por aquí, lo más probable es que quien mató a tu hijo me estará buscando, me escapé de Garzota hace unos días así que si escuchas que apareció muerto un sujeto da por vengado a tu hijo—respondió sonriendo.

—Mi hijo será vengado cuando muera Lázaro y cualquier cosa necesites ven acá, las personas me respetan así que puedo darte protección en este lugar—le ofreció mientras le daba la mano.

—Yo no necesito nada de protección, pero si le advierto que se cuide, usted tiene una voluntad muy fuerte y puedo ver que es la única persona del pueblo así, si muere deje su voluntad en buenas manos—le estrechó la mano, Juan usaba guantes negros de cuero fino.

—Aquellos grandes revólveres que cargas como los obtuviste, no son comunes de ver y aunque su aspecto es imponente ciento algo inquietante al fijar mis ojos en ellos—Lucio sentía malestar de solo ver esos grotescos y alargados cañones.

—Fueron forjados hace muchos años por mi persona con plata y acero de víctimas de una matanza, se podría decir que sus cañones disparan odio y venganza y aunque dan mal aspecto te puedo asegurar que su potencia es digna da la promesa que les hice—acaricio levemente su revolver derecho.

Lucio veía como salía de su casa aquel tipo tan extraño, usaba gafas oscuras, guantes de cuero negro en sus manos y cargaba ropas simples con excepción de un abrigo ancho que sospechó debía guardar una arma y algún cuchillo.

En todos sus años como chamán nunca había conocido alguien que se encontrara en tal cuerda entre la realidad y lo absurdo, Lázaro era un monstruo que venía del otro lado, pero mantenía sus pies sobre el mundo real para así ganar más influencia como dedujo, al contrario Juan era un malabarista, estaba en el filo de los mundos y aunque no quiso mencionarlo algo de alto costo debió pagar para estar en tal lugar sin tener que hacer sacrificios de ningún tipo como Lázaro.

Capitulo Siguiente