Capitulo Anterior: Consecuencias
Lucio caminó junto a sus
vecinos que cargaban el cuerpo de su hijo, su mujer y nuera, mientras el
turista lo seguía de cerca. Veía con cierto recelo aquel tipo, estaba el día
opacado por las lluvias y usaba gafas como si fuese un ciego.
Después de un par de
minutos llegaron a una gran casa, ubicada en la última parte del pueblo donde
esperaban muchas personas del barrio indígena.
El cuerpo del muchacho
fue puesto en un ataúd y llevado a los interiores de la casa, donde se lo veló
entre sollozos y conversaciones de los allegados, Lucio le pidió al turista que
se sirviese cuanto café y rosca guste, para así esperarlo hasta que termine de
recibir los pésame y den por cerrada la velación, para enterrarlo el día de
mañana.
Al cabo de unas dos horas
se habían congregado cerca de dos docenas de personas que le dieron su pésame a
Lucio, su mujer dormía profundamente igual que su nuera y cuando la última de
las personas se fue llamó al turista hacia su despacho.
Durante años los
indígenas prefirieron tener su propio sector en el pueblo en el cual convivir
todos con sus costumbres y tradiciones en vez de familiarizarse con los demás
lugareños, no eran groseros ni déspotas con los otros, pero consideraban que
debían ser ellos quienes mantendrían sus fiestas y tradiciones como antecedente
cultural de la región.
Se escogió hace bastantes
años, antes que Vicente Márquez fuera alcalde al líder de los indígenas, Lucio
Piguave, llevaba consigo treinta años ejerciendo tal cargo y en su oficina
siempre atendía los problemas de sus vecinos, disponían de un sistema comunal
para repartir las ganancias.
Todas las personas en el
barrio cumplían su rol, habían quienes fueron enviados a estudiar a la Costa y
volvieron para ejercer el cargo de profesor en el barrio o en Garzota, pues no
se había construido una escuela en Alborada por la poca cantidad de niños, muy
al contrario al barrio indígena donde las clases se daban en el salón de la
casa de Lucio.
Los terrenos aledaños
fueron repartidos equitativamente, se dividía la mitad de la siembra para el
consumo de todos y la otra parte se vendía para así el dinero que se ganase se
repartía en las obras del pueblo, las callejuelas fueron decoradas con baldosa
y se compraba animales de calidad para así hacerlos aparear.
— ¿Cómo te llamas en
primer lugar y de dónde eres? —preguntó Lucio mientras tomó asiento.
—Soy Juan Batista y vengo
de Tarqui—respondió mientras cogía la última rosca de un plato.
—Es raro ver una persona
de allá aquí, sin tener aspecto de refugiado—sugirió Lucio.
—Bueno…digamos que soy
algo así como un refugiado y me encuentro buscando alguien más que se refugia
aquí… en esta región. —dijo mientras señaló un mapa de los pueblos aledaños, su
dedo apuntaba a Garzota.
— ¿Acaso a quien buscas
se llama Lázaro? —preguntó de manera directa.
—Sí, llevo siguiéndole la
pista desde antes de la Guerra del Siglo y al fin doy con el lugar donde se
encuentra—respondió Juan.
— ¿Qué asuntos tienes
pendientes con aquel tipo tan peligroso? —volvía a preguntar Lucio mientras le
miraba minuciosamente.
—Son personales, pero es
mejor para todos que lo encuentre y me encargue de él—dijo Juan.
—Sí te refieres a matarlo
concuerdo contigo, aquel sujetó y su grupo de hombres se han coronado como los
dueños del submundo de la región, desde venta de alucinógenos, armas y encargos
de asesinatos son sus sucias proezas—pronunció con malestar.
—Debes de suponer que tu
hijo fue asesinado por uno de los hombres de Lázaro…te quiso mandar un mensaje
al parecer—mencionó Juan.
—Llevo muchos años en este
pueblo, aunque me veo viejo soy un poco mayor de lo que aparento y me gusta
este lugar…mi hijo no debía sufrir de tal manera—musitó con la voz triste, por
un leve instante lucía como un anciano débil e impotente.
—Debo de suponer que eres
un chamán, tu afinidad con esta tierra te ha dotado de una longevidad mayor y
al parecer tu hijo no heredo esas habilidades, sé que tu pérdida es muy grande,
pero ahora estamos frente algo mayor que todos nosotros—expresó Juan.
—Supones bien, tengo los
suficientes años en esta región para saber cuándo sucederán cambios bruscos o
si algo malo se avecina y este tal Lázaro es lo peor que puede pasar. ¿Qué es
él? —preguntó Lucio mientras secaba una lagrima que se escapó al recordar a su
hijo.
—Yo lo conocí en el
“Círculo”; la antigua prisión de Tarqui, aquel lugar era un infierno, pero hubo
un día que toda la podredumbre, toxicidad y corrupción del lugar se
encarnó, se liberó un verdadero
pandemonio, él estaba allí y fue quien redujo la prisión a unos cuantos y
marchó con los sobrevivientes que le siguieron, sé que era humano cuando entró
a la prisión, pero al salir debió ser algo distinto, quizás él sea casi como
uno de los espíritus antiguos—confesó como si hubiese sido un hecho que deseara
borrar de su memoria.
—Tú y el compartieron
celda en aquel lugar tan maldito, incluso hace pocos años escuche que los
terrenos del lugar se volvieron estériles y el frio azota con ferocidad, es
increíble conocer alguien que sobrevivió a tal locura, pero si es tal como
mencionas no hay como detener a Lázaro—maldijo con gran furia Lucio mientras
golpeo con fuerza el escritorio.
—Si hay una forma de
poder detenerlo, aunque los métodos son bastantes complejos, pero necesito
llegar hasta la persona indicada—alegó
— ¿Cómo puedes detener
alguien que no puede ser herido de maneras convencionales, que maneja el clima
a su gusto y puede hacer muchas más cosas? —preguntó con un tono desafiante.
—Lázaro hace todas esas
cosas, pero acaso nunca te has puesto a pensar qué significado tiene atacar y
quemar los pueblos, él y sus hombres poseen el submundo de esta región así que
intereses económicos no son—sugirió Juan con una sonrisa un tanto maliciosa.
— ¡Es verdad! ¡Eso quiere
decir que… todos esos actos tienen que ver con sus habilidades…! ¡No puede ser,
él necesita caos por alguna razón! —gritó sorprendido Lucio.
— ¡Exacto! Cuando las
personas odian mucho o aman puede llegar a ciertos límites, hay quienes cometen
hazañas inhumanas, otros dan ese paso que los hace ser superior a los humanos y
en tiempos antiguos fueron conocidos como deidades y héroes, Lázaro no se nutre de la fe, pero sí
de todo lo negativo y dañino que pueda generar, es un incendio que mientras
pueda quemar nunca se apagará y hasta arderá con más fuerza—aclaró Juan.
—En poco tiempo vendrán
personas de Juján, un pueblo que fue arrasado por Lázaro y que ahora se
encuentra en Garzota; según me informaron muchos indígenas de los alrededores,
lo ideal sería preparar una resistencia para cuando se proponga venir—pronuncio
emocionado Lucio, sintió un alivio al escuchar a Juan.
—Eso es bueno, pero no
subestimes a Lázaro estuvo en dos guerras y harán falta personas para lidiar
con él, está haciendo un infierno Garzota y algunas personas fueron reclutadas
por él a la fuerza—contó Juan mientras sacaba una manzana de su abrigo.
— ¿Por qué no vas tu a
matarlo? ¿Acaso crees que no me di cuenta que tampoco eres tan humano?
—preguntó insidiosamente Lucio.
—Supuse que lo notarías,
no puedo, cuando fui a Garzota y traté me era imposible, sus hombres merodean
el pueblo y tiene un hombre muy peligroso encargado del pueblo…El Coronel de la
Cruz dijeron que se llamaba—respondió.
— ¡Espera un momento!
¿Aquel tipo era un lisiado y le dio piernas? —preguntó con asombro.
—Yo vi al sujeto caminar
como todos, pero noté en su figura algo raro y debe ser lo que me cuentas, al
parecer le curó pero debió haber un alto pago o capaz el Coronel desconoce
eso—respondió Juan mientras mordía una manzana con tranquilidad.
— ¡Demonios! El Coronel
era un buen hombre, aunque tenía entendido que cayó en la desgracia desde que
perdió sus piernas y su hijo, es como si deseara armar un ejército
pequeño—exclamó Lucio.
—Eso quiere, pienso que
busca poder formar un grupo de revuelta tan grande que asolará todos los
pueblos de la región y después irá por las ciudades, ya es el dueño del
submundo de la Sierra así que debe tener en estos momentos un estatus de poder
mayor al del alcalde de la capital y una influencia tremenda, no en balde fue
quien orquesto la revuelta civil que desemboco en la derrota de Tarqui en la
Guerra del Siglo—expuso Juan.
— ¡Tú eres capaz de
matarlo, no pierdas tiempo y hazlo! —rogó con preocupación Lucio.
—Aun no puedo, pero sí de
alguna manera él se debilita o logró encontrar alguien podremos terminar con
Lázaro—pronunció mientras mordió el último trozo de manzana.
— ¿Quién estas buscando
que pueda hacerle frente? —pregunto con ansias Lucio.
—Alguna vez has oído las
historias de Samael Yana o más conocido como el diablo de las montañas—sonrió
Juan.
—Sí, según las historias
se aparece cada cuantos años en los bares de la región ofreciendo tratos a
personas comunes, pero de los cuales él nunca obtiene un beneficio—explicó
Lucio.
—Sí, cuando estuve en la
prisión él fue buscando alguien que le pueda ayudar en un trabajo, los guardias
aceptaron su soborno y le dejaron bajar, pero lo que todos hablaron en la
prisión es que fue al último piso de esta, justo donde se encontraba Lázaro, en
el noveno subpiso y allí en la celda conversó con él, después de un día de
aquel suceso se alzó Lázaro contra la prisión—pronunció.
— ¿Qué piensas
pedirle a Samael?, si él le dio tales
habilidades a Lázaro dudo mucho que te ayude—preguntó Lucio.
—Lázaro está muy por
encima de lo que pueda hacer Samael, le dio piernas a un hombre, pudo colocar
un muro invernal que hacer morir a todo
el que intenta cruzarlo en una fría ventisca y muchas otras cosas,
sospecho que debió traicionar a Samael, al final de cuentas no me sorprendería,
Lázaro posee una gula grotesca de poder y muerte—aclaró Juan mientras se
levantaba de su puesto.
—Entiendo ¿Dónde iras
ahora? —preguntó curioso, en su mente circulaba la idea de tratar de formar un
acuerdo con Vicente para que estén preparados.
—Iré hacia el hostal del
pueblo que vi y estaré por aquí, lo más probable es que quien mató a tu hijo me
estará buscando, me escapé de Garzota hace unos días así que si escuchas que
apareció muerto un sujeto da por vengado a tu hijo—respondió sonriendo.
—Mi hijo será vengado
cuando muera Lázaro y cualquier cosa necesites ven acá, las personas me
respetan así que puedo darte protección en este lugar—le ofreció mientras le
daba la mano.
—Yo no necesito nada de
protección, pero si le advierto que se cuide, usted tiene una voluntad muy
fuerte y puedo ver que es la única persona del pueblo así, si muere deje su
voluntad en buenas manos—le estrechó la mano, Juan usaba guantes negros de
cuero fino.
—Aquellos grandes
revólveres que cargas como los obtuviste, no son comunes de ver y aunque su
aspecto es imponente ciento algo inquietante al fijar mis ojos en ellos—Lucio
sentía malestar de solo ver esos grotescos y alargados cañones.
—Fueron forjados hace
muchos años por mi persona con plata y acero de víctimas de una matanza, se
podría decir que sus cañones disparan odio y venganza y aunque dan mal aspecto
te puedo asegurar que su potencia es digna da la promesa que les hice—acaricio
levemente su revolver derecho.
Lucio veía como salía de
su casa aquel tipo tan extraño, usaba gafas oscuras, guantes de cuero negro en
sus manos y cargaba ropas simples con excepción de un abrigo ancho que sospechó
debía guardar una arma y algún cuchillo.
En todos sus años como
chamán nunca había conocido alguien que se encontrara en tal cuerda entre la
realidad y lo absurdo, Lázaro era un monstruo que venía del otro lado, pero
mantenía sus pies sobre el mundo real para así ganar más influencia como
dedujo, al contrario Juan era un malabarista, estaba en el filo de los mundos y
aunque no quiso mencionarlo algo de alto costo debió pagar para estar en tal
lugar sin tener que hacer sacrificios de ningún tipo como Lázaro.