Septimo Capitulo: Una visita inesperada

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El frio viento solo traía recuerdos amargos para algunos, deshojaba los árboles y estremecía lo techos cuando rugía con feroz convicción antes de una lluvia depresiva, el cielo se oscurecía gracias a lanosas nubes que conformaban una frontera lejana y hermosa, el sol custodiaba e irradiaba su esencia hacia cada rincón que no fuese custodiado por la sombra, la luna yacía colgada en la bóveda, cubierta entre momentos y en otros posaba desnuda para admiración de los ojos cansados de muchos, fungía como guía y guardiana de la noche en el pueblo.

Las tierras fueron fértiles desde antes que el hombre caminara, los campos eran verdes como un pimiento fresco y los árboles tan fuertes como la piedra, las montañas eran cicatrices en la piel del mundo que por auto sacrificio se entregó a los hombres y sus necesidades, muchos la adoraron y le dieron el nombre de Pachamama, la representaban como una mujer robusta y alegre, sus cabellos eran ríos y sus pechos eran montañas, se le ofrendaba y rezaba por el bienestar social con frecuencia, al pasar los siglos y la llegada de los conquistadores aquella costumbre fue perdiéndose en el olvido, pocos la ofrendaban y muchos la explotaban, ensuciaban sus ríos con sangre y basura, minaban sus montañas y devoraban codiciosamente todo aquel fruto de su piel que genere beneficio alguno.

En la Alborada y los pueblos cercanos aún existía la cercanía con la tierra, muchos la celebraban y rendían sus ofrendas durante dos épocas en el año, los turistas consideraban aquellas costumbres como primitivas, pero el significado de poder ofrecer la gratitud a la tierra que los cuida y alimenta era mucho mayor que nada.

Con el pasar del tiempo y la caída en desgracia de los pueblos solo Alborada celebraba y aunque muchas personas habían perdido la fe por considerar que la tierra los dejo siguieron rindiendo tributos, el alcalde, Vicente Márquez era un amante de la naturaleza y creía que aquellas señales de hambre en la región se debía hacia una causa mayor, algo fuera del entendimiento común y ubicado en otro plano donde las personas poco o casi nada hacen, en sus últimos años había forjado un lazo con el pueblo tal a poder entregar sus tierras a este y así generar más alimentos, la hambruna no era algo que sucediera.

En escasas veces tuvo que lidiar con disputas de tierras o ladrones en sus años, su propio sueldo lo entregaba para los fondos del pueblo y así promover ideas de comercio o la siembra del maíz que tanto adoraba desde su niñez.

Su hijo Ángel a su pesar se volvió materialista, creció odiando la naturaleza, deseaba obtener el cargo de su padre para así poder ganar dinero y marcharse hacia la ciudad como un empresario, el regreso de Dante lo amargo, desde la infancia le guardo cierta envidia por su familia, los De la Cruz eran la familia más rica y poderosa, no se involucraban con la alcaldía, pero sus consejos eran como orden divina.

Ángel temía que Dante pudiera desear el cargo de alcalde, muchas personas en el pueblo lo reconocían no solo por su familia  a Dante, sino como un idealista que decidió participar en la Guerra cuando bien pudo esconderse en su casa y posteriormente ejerció de comerciante con éxitos, muy al contrario de Ángel, paso en su casa y acuso de un suicidio voluntario el acto de participar en la guerra, nunca ejerció ningún trabajo a excepción al puesto actual de policía que obtuvo por consideración de su padre, aunque su actitud era áspera al tacto y con arrogancia entre las silabas que pronunciaba, tenía bondad en su alma que era opacada por su cobardía y complejo de inferioridad.

— ¿Por qué fuiste a verlo? —Los celos invadían sus ojos.

—Es un viejo amigo… de ambos, considero que deberías visitarlo —respondió Belén mientras cerraba la puerta.

—Si desea verme, o hablar, que él venga, yo no soy su amigo —espetó con tono despectivo.

—Han pasado años que no se ven, él nunca te hizo nada y tú solo lo envidias por existir  —le reprochó con la mirada—. Eres un acomplejado.

— ¿¡Acomplejado!? ¿Yo?  No me hagas reír, él viene y cree ser un mesías que puede arreglar todos los problemas de la región con su llegada.

—Al menos se propone ayudar, no anda escondiéndose, haciendo el papel de cobarde, como tú. —Le miró con enojo.

—Sí, claro, “cobarde”, trabajo en la policía, mientras tú haces de secretaria entre semana.

—Tienes el turno de noche, nada pasa aquí y lo sabes, son casi obsoletos los policías en este pueblo.

—No es fácil estar despierto toda la madrugada y vigilar el pueblo, aparte la investigación  de la policía cansa. —Sacó su gabardina de un armario y se la puso.

— ¿Qué investigan? —Belén se detuvo frente a él.

—Sobre los sucesos de los otros pueblos, lo que pasa en Garzota y la muerte de los padres de tu amigo.

— ¿Qué tiene la muerte de sus padres en todo esto? —Sus ojos se tornaron más vivos y curiosos.

—Murieron repentinamente, de una gripe absurda, creemos que pudieron ser envenenados con ricino y eso les causó algo parecido a la gripe.

— ¡Qué! ¿Por qué no le han dicho a Dante o a papá, ellos no saben? —gritó con gran preocupación.

—Iba a decirle hoy, recién en la madrugada se llegó a esa conclusión, es curioso, ¿no?

— ¿Qué es curioso en todo esto? —Belén lo miraba como si Ángel tuviese mucha tristeza.

—El ricino fue lo que mató a Emma, y ahora sus padres, la vida es tan irónica a veces. —Su tono arrogante se volvió deprimente.

—Sí, vi su tumba, tenía flores nuevas. Fuiste tú, ¿cierto? —Le puso la mano en el hombro.

—No, yo odio llevar flores, debió haber sido alguien más.

—De acuerdo, deberías visitarla, ¿sabes? Y de paso hablar con Dante.

—Iré cuando valga la pena, no pienso ir a verlo. —Abrió la puerta de la casa de manera brusca.

— ¡Espera! ¿Adónde vas? —Belén lo sujetó bruscamente del brazo.

—Hablaré con papá acerca del veneno y otros asuntos, no le vayas a chismear a Dante por ahora.

—Entiendo, pero díganle pronto a Dante.

—Lo haremos cuando crea conveniente el jefe de policía, David. Él anda a cargo de esto y como soy su ayudante, quizá me avise.

A lo lejos de la casa, en los inicios del barrio indio, se pudo notar una turba, muchas personas se conglomeraban y hablaban unas a otras con apuro, todo el bullicio fue sosegado por un disparo al aire, enmudeció el gran bulto formado y se comenzaron a dispersar, quien disparó no era otro que Lucio Piguave, su rostro con facciones tan fuertes como si hubiese sido tallado en obsidiana miraba a cada persona pasar, sus ojos estaban rojos de ira y en su mejillas se notaban lágrimas secas.

Belén y Ángel caminaron directo hacia él, le conocían de años, pero de vista, como la gran mayoría, deseaban entender cuál era el percance de todo el asunto y por qué usó un arma de tal manera. Al llegar notaron un cuerpo cubierto con una sábana, manchada con sangre. Una muchacha y una mujer le lloraban.

—Señor, ¿qué ha pasado? —preguntó con miedo Ángel, al ver esos ojos tan furiosos.

—Pasó, que un idiota, un tipo de algún pueblo, ha matado a mi hijo, eso fue lo que pasó, joven Márquez. —Su voz era gruesa.

—Lo siento tanto, le diremos a mi padre para arreglar el asunto. —La voz de Belén era frágil, era la primera vez que veía un muerto a tan corta distancia, aunque este se encontrara cubierto con sabana.

—No hay nada que arreglar, díganle a Vicente que si no tengo al que lo hizo antes del anochecer, iré con mis hombres de casa en casa para registrar cada rincón. —Su mirada prepotente, sumada a su fuerte y feroz voz, le daba una apariencia de héroe cultural.

—No puedes andar por allí con tus sujetos armados y dar órdenes como si fueras el dueño de todo. —Ángel lo miró con desagrado, desafiante y buscando una respuesta.

—Nunca vuelvas hablarme así, también refiérete como señor o con respeto, muchachito, que tu padre sea el alcalde no te hace más fuerte, estás en mi parte del pueblo, mi palabra es ley aquí. —Su voz era fuerte, envolvía el ambiente y hacía sentir a todos nerviosos, su mirada era tan desafiante que obligó a Ángel a inclinar su cabeza hacia abajo.

—Discúlpelo, señor, le diremos a mi padre con todos los detalles,  esperamos que encuentre a la persona. —Asintió con la cabeza para disculpar la idiotez del hermano.

—El hecho de que seas más anciano y que tengas un grupo de personas no te hace mejor, tu palabra no es más que la de un falso curandero y espiritista barato en este pueblo. —Alzó la cabeza con tanto orgullo que parecía que podría desnucarse en cualquier momento.

— ¡PEDAZO DE IDIOTA! —Golpeó el rostro de aquel muchacho, el cual cayó al piso con la nariz rota.

Belén se lanzó hacia delante, sujetando a su hermano para ayudarlo a levantarse, sabía que si le devolvía el golpe, el hombre podría dispararle sin remordimientos, el miedo recorría su espina dorsal y la temperatura de sus manos empezó a descender, sentía como si su tiempo se estuviese comprimiendo y ansiaba ayuda en lo más profundo de su corazón.

Mientras Belén moría de miedo, Ángel logró escabullirse de su agarre y cuando propuso lanzar su golpe fue detenido por un sujeto que apareció de manera fugaz, el tipo le sostuvo el puño y se lo apretó con tal fuerza que sentía que podían quebrárseles los dedos.

—No deberías tratar de golpear a una persona mayor que tu padre. —Sonrió el sujeto que cargaba una camisa de tela blanca y pantalones oscuros.

— ¿Quién eres y qué quieres? —Lucio tenía su mano en el revólver, parecía como si estuviese listo para responder hacia cualquier golpe al instante.

—Soy un turista, uno que busca alguien que pueda leer su fortuna y me contaron que usted es la persona adecuada. —Le estiró la mano mientras le sonreía, tenía espejuelos oscuros y cabello castaño, su piel era de alguien bien blanco que ha estado mucho tiempo en el sol.

—No tenías por qué entrometerte en esto, ¿Acaso quieres que te golpee también? —gritó Ángel mientras secaba la sangre de su nariz y se le acercaba al sujeto.

—Si quieres, yo mismo te doy un disparo como iba a pasar después del golpe, mejor quédate quieto que tus asuntos ya terminaron aquí. — Comenzó a hablar con Lucio mientras le dio la espalda a Ángel con esas últimas palabras.

— ¡No me tomes por inútil! —Tomó del hombro al sujeto y lo giró hacia él, con fuerza.

Como si fuese una reacción predestinada el extraño hizo un movimiento, provocado por Ángel,  mientras actuaba a favor de la ira que sentía justo en ese instante, no pudo darle tiempo al muchacho de reaccionar, cuando el sujeto ubicado frente a él, lo encañonó con un largo y gran revolver, la cual ingresó en su boca mientras agarraba fuertemente su cuello con una de sus manos con tal fuerza que logro alzarlo.

Aquella acción, ocurrió de forma tan veloz, que ni Lucio alcanzó a observar bien el momento en el que apuntaron a Ángel con un arma de fuego.

— ¡Déjalo por favor, es un idiota! —Las mejillas de Belén tenían lágrimas.

El hombre lo soltó de manera brusca, Ángel retrocedió tambaleando y cayó al piso, no podía haber pensado que le respondería de tal manera y que en menos de una hora había sido casi baleado dos veces por tipos diferentes, Lucio miraba la escena sorprendido y algo asustado, se dio cuenta que el tipo que lo buscaba, no debía ser un turista cualquiera que viene a gastar su dinero en una lectura de fortuna.

—Tienes una causa más importante que tu suerte al parecer. —Lucio lo veía de pies a cabeza y reconoció dichas armas.

—Vine porque tenemos que hablar sobre algo importante y su ayuda será necesaria. —El hombre guardó su arma dentro de la funda en su cintura.

En el piso no quedaba más que la sangre regada del cuerpo inerte que había sido herido horas antes, aquel suelo tan pobre había sido testigo de discusiones durante años y siglos por la codicia de las personas.

El turista y el indio se marcharon, mientras Ángel yacía en el piso atónito y su hermana trataba de levantarlo, un grupo pequeño de indígenas recogían el cadáver y llevaban en brazo a las mujeres que sucumbieron de tanta lágrima al desmayo más profundo.

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